CRÓNICA

Otra Lanzarote es posible

Gregorio Cabrera 4 COMENTARIOS 18/06/2015 - 08:14

Existe una Lanzarote a más de mil metros de altura cruzada de acequias alimentadas de bruma y lluvia fina. Una isla fuera de la isla donde las mujeres todavía acuden a lavar a los manantiales. Se mueven como la propia agua, casi como espejismos, apareciendo y desapareciendo entre el tapiz verde de la escarpada orografía del lugar.

Lanzarote es uno de los asentamientos más importantes del municipio de Valleseco, en el frontis superior de las medianías de Gran Canaria, justo antes de que la carretera se encarame a las montañas rumbo a la cumbre. El cronista oficial, Nicolás Sánchez Grimón, explica el origen de su nombre. "Antiguamente esta zona se llamaba San Vicente de Arriba, mientras que Valleseco era San Vicente de Abajo. Lo que se sabe por la tradición oral y por alguna documentación es que un grupo de lanzaroteños se estableció aquí tras las erupciones y la hambruna. Les contrataron para construir la ermita de San Vicente Ferrer, cuyas obras empezaron en 1740 y terminaron en 1746", ilustra el historiador.

El barrio es fruto por tanto de la diáspora tras las erupciones históricas que tuvieron lugar entre 1730 y 1736. Así nació este otro Lanzarote posible incrustado entre los valles de Madrelagua y Valsendero, tan ricos en agua en otra época que Valleseco en comparación resultaba merecedor de tan contradictorio nombre pese a ser la zona con mayor índice pluviométrico de la isla. El municipio cuenta con un riquísimo sector agrícola y ganadero, incluyendo 6.000 manzanos, una sidrería y una importante cabaña vacuna que da lugar a la carne más apreciada de la isla. En el centro de Lanzarote, de hecho, existe una carnicería donde comprar los mejores filetes de ternera local.

El pueblo de Lanzarote, en el frondoso municipio de Valleseco, el más lluvioso de Gran Canaria, recibe el nombre por los conejeros emigrados tras las erupciones

La denominación oficial del distrito de Lanzarote no se acuñó formalmente hasta el año 1842, cuando Valleseco se segregó de Teror a raíz de la aprobación de la Constitución de Cádiz, que otorgó la posibilidad de constituirse de forma independientemente a los núcleos de población con más de mil habitantes.

La otra Lanzarote está salpicada de casas de tejados a dos aguas rematados con musgo y veroles, porque la lluvia es una presencia habitual, al contrario de lo que sucede en su hermana -o más bien madre- oriental. Las nubes ascendentes se deslizan por las laderas que cobijan al pueblo y envuelven a la localidad en una sensación de humedad y cierta fantasía norteña y celta.

"Trabajaron en la construcción de la iglesia y vivían también de la agricultura", explica el cronista oficial Nicolás Sánchez Grimón

La contundencia de la realidad se percibe en los olores y en los sabores. El bar restaurante Hermanos Santana fue fundado hace ya más de ochenta años por unos lanzaroteños, aunque ya la propiedad ha cambiado de manos, según explica uno de los camareros. Es un local añejo y acogedor donde el queso mezcla de leche de oveja y vaca es una exquisitez y la especialidad de la casa es el mojo cochino, más allá de las carnes hechas a la brasa que han hecho del sitio una referencia gastronómica entre los que llegan tan alto.

En la parada de las guaguas, todavía empapelada con carteles electorales de candidatos de los cuales unos siguen sonriendo y otros no tanto, don Cándido y don Bernardino hablan y callan mientras la bruma parece querer disiparse tímidamente. "A mí me contaron que el nombre del pueblo viene de dos matrimonios de Lanzarote que fueron los primeros en vivir aquí", dice Bernardino, dando lugar a que la leyenda y la historia se fusionen una vez más. Desde aquí volvemos a ver a una señora con un barreño en la cabeza camino del pilar comunal. ¿Y ahora? Ya no está. Fue un instante, un espejismo lejos de cualquier desierto, un sueño cristalino bajo el rumor del agua que brota de la piedra.

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