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Mohamed Taunechi llegó en patera con nueve años: “El baloncesto se convirtió en mi familia”

Llegó a Lanzarote en patera en el año 2003 y el baloncesto le ha servido para tener una nueva vida

Rubén Betancort 3 COMENTARIOS 14/04/2019 - 07:01

Quedar con Mohamed Taunechi para hablar es difícil. No porque sea una persona inaccesible, para nada. Es de lo más normal, pero sus ganas por seguir creciendo, por ser feliz y por agradecerle a la vida lo que es, lo hace imposible. Cuando no está repartiendo agua, está entrenando a las jugadoras del Ariagona, viendo baloncesto o estudiando cómo mejorar. A pesar de su juventud, Mohamed tiene una dura historia, una vida cargada de lucha en la que un balón naranja ha sido su fiel compañero de viaje.

Nos ponemos en situación. Son las 12 de la noche de un día del año 2003 en una playa del desierto de El Aaiún y una patera parte con un destino indefinido. En ella viaja un niño. Lo hace solo, sin padres, sin familia, sin amigos. Sus padres han pagado su viaje, arriesgando su vida, para que tenga un porvenir mejor que el que podría tener con ellos.

Sólo 24 horas después esa patera pasa junto al Telamón, el barco hundido cerca del puerto de Los Mármoles, y toca tierra en Lanzarote. Todos huyen y el pequeño es detenido por una patrulla que estaba por allí. Las pruebas óseas dicen que tiene siete años, su documentación dice que tiene nueve.

Tras un periodo por varios centros de menores, el pequeño Mohamed Taunechi fue creciendo y estudiando y apareció en su vida un elemento nuevo, un balón de baloncesto. “Un cuidador de los centros, Oriol Viñoly, era mi responsable y me lo pasaba muy bien jugando con él al baloncesto”, dice con añoro Mohamed, que confiesa: “Le tengo que agradecer mucho, porque él me hizo una persona seria, trabajadora y humilde”.

Pero Oriol sólo fue el primero. Después pasaron por su vida nombres que de una u otra manera le marcaron, todos ligados al basket. “Un día hablando con Millán, que era mi entrenador, me presentó al presidente del Ariagona, que me dio una oportunidad, sin conocerme de nada, y ya llevo seis años en el club”, explica.

“Lo que hizo Juan Carlos Arrocha no lo hace todo el mundo: me llevó de la mano dos años, y después me pagó el curso de entrenador de Nivel 1 y Nivel 2”, dice mientras se deshace en halagos hacia el presidente del club capitalino.

Jugador, árbitro y entrenador

Mohamed ha pasado por todos los ámbitos del baloncesto. Fue jugador, árbitro y entrenador. “Pero si me tengo que quedar con una” función, dice, “es con la de entrenador”. Permite ver “la evolución de las niñas día a día, y que les gusta lo que hacen”. Destaca que “el baloncesto es un complemento importante que les ayuda a su día, a su organización, a pelear por las cosas... pero lo importante son los estudios y siempre se lo digo”.

Su faceta como árbitro también sale en la conversación. Juan Carlos de Rada, primero, y Guillermo Múgica, después, apostaron por él. “Siempre les estaré agradecidos por la ayuda”. Mohamed explica que al principio lo hacía porque le gustaba, “después lo hacía por sacar dinero para sobrevivir”. “Pero no me llenaba por la gente que me gritaba desde la grada, ya que los protagonistas deben ser los niños, nunca los árbitros ni los entrenadores”, señala.

Un hecho que le quitó las ganas de seguir fue el día que un padre le gritó desde la grada: “Moro de mierda, que vienes aquí por un bocadillo”. Ese día, confiesa Mohamed, “me dieron ganas de dejarlo todo, porque nadie sabe lo que yo había pasado para llegar hasta donde había llegado, ni lo que estaba pasando”. Pero ahí volvió a tomar sentido eso de ‘la familia del baloncesto’, porque Aday Villalba, entrenador del Ariagona en aquel entonces, paró el partido y le afeó la conducta al padre.

Su familia, el baloncesto

“Aquí conocí gente muy buena y toda en torno al baloncesto. Oriol, Millán, Juan Carlos, Iván, De Rada, Guillermo, Aday, los compañeros del club y otros tantos. El baloncesto es mi familia”, subraya. Cuando se le pregunta por la situación de su familia en Marruecos dice que estuvo hace dos años y que “no fue una buena experiencia”. “No conseguía adaptarme en una sociedad que se quedó estancada, que no ha evolucionado”, explica con tristeza. “Hablé con Juan Carlos y le dije que quería regresar antes, y si no lo hice fue por mis padres”.

No se plantea volver. “De vacaciones desde luego que no”, sólo para ver a la familia. Está más que adaptado a la sociedad lanzaroteña, aquí es uno más y en la cancha se siente cómodo. Sus jugadoras lo respetan, en el club lo adoran, sus compañeros le quieren.

Es Mohamed Taunechi, ese niño que a los nueve años llegó en patera y ese adulto que hoy piensa: “Logré llegar y hacerme persona aquí, pero le diría al padre que está pensando enviar a su hijo a esta aventura, que entiendo que aunque piense que es lo mejor, que no lo haga. Perder a un niño es muy complicado, no me gustaría ver en esa situación a nadie...”. A Mohamed el baloncesto le ha dado una nueva vida, pero otros miles se quedan en el camino.

Comentarios

Que bonita historia y un ejemplo de lucha
Un ejemplo de superación y de trabajo. Tomen nota aquellos que emprenden para mejorar sus vidas.
Cuanto me alegro que seas uno más ánimo y para delante

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