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Los esfuerzos de Ibrahima

El joven guineano, de solo 14 años, sobrevivió a la ruta canaria pero murió atropellado. Quería jugar al fútbol y se afanaba en aprender español rápidamente

Saúl García 0 COMENTARIOS 14/03/2024 - 05:59

Había nacido el 25 de agosto de 2009 en algún lugar de Guinea Conakry, uno de los países desde los que llegan más personas a Europa buscando otro futuro. El de Ibrahima Cámara se truncó al cruzar una carretera que ya suma un número de atropellados inasumible en los últimos años. Ibrahima sobrevivió al viaje en patera en la ruta canaria, la más peligrosa del mundo, pero no pudo terminar de cruzar el tramo de carretera más mortal de la Isla para los peatones.

Llegó a la Isla en octubre de 2023, en una de las tantas pateras que fueron remolcadas ese mes hasta el muelle de Los Mármoles. Solo tenía 14 años y acabó alojado en la Casa del Mar, a unos metros de donde desembarcó. Le matricularon en tercero de la ESO en el IES Agustín Espinosa, junto a uno de sus compañeros de viaje. No sabía español, pero aprendía rápido, y entendía francés aunque tampoco lo hablaba con fluidez. A pesar de eso, asistía a todas las clases, atendía, intentaba hacer la tarea de la clase de francés y había empezado a leer libros en español.

Era sábado por la tarde. Ya había caído la noche y se había acercado desde su residencia a ver a unos compañeros a los que les habían trasladado a otra residencia que se encuentra en Argana. Nunca llegó. Unos  minutos después, Juan Manuel Montero, que es entrenador en las categorías inferiores del Orientación Marítima, volvía de San Bartolomé y se topó en la bajada con una acumulación de coches de Policía. No supo que era Ibrahima hasta que no terminó el partido del día siguiente en el campo de Argana Alta en el que jugaba el Cadete C, el equipo de Ibrahima, contra el CD Yaiza.

“Montero, quiero ir a jugar”, le decía todas las semanas. Pero Ibrahima todavía no tenía ficha. Se la estaban tramitando. “Al principio no entendía por qué no podía jugar”, dice su entrenador, pero a pesar de eso no se perdía ni un entrenamiento. Llegaba antes de las seis y media, tres días por semana, trasladaba el material y lo recogía “sin que nadie le dijera nada”. “Y le decía a sus compañeros que lo hicieran, tenía muy buena disposición, era muy disciplinado, no se quejaba y siempre llegaba y se iba con una sonrisa”, cuenta Montero, a quien le daba la mano y un abrazo cada día al llegar y al marcharse. “La gente se quedaba maravillada con él, tenía muy buen corazón”, asegura.

Ibrahima había llegado un día al club junto a una docena de compañeros de la Casa del Mar y algunos monitores. Llegaron en playeras “y sin ropa deportiva adecuada” y así entrenaron ese primer día. Después, el club y los padres de otros jugadores se encargaron de facilitarles botas y ropa. Se le notaba que era “futbolista de calle”, dice Montero, que cree que tenía buenas cualidades. “Tenía cositas”. Jugaba de centrocampista adelantado y se fijaba en Neymar. Montero creía que era aficionado del FC Barcelona, pero después le han dicho sus compañeros que le gustaba más el Real Madrid.

En el campo y fuera de él se hacía entender. “El fútbol se entiende fácil, el gol se canta de distinta manera, pero se celebra de la misma”. Montero es un entrenador que pone la pelota como el centro de todo del juego: pretende que sus jugadores se relacionen con ella con naturalidad. No le importa tanto la victoria. “En 30 años nunca les he dicho a los chavales que hay que salir a ganar, porque ellos son los primeros que quieren ganar, yo les digo que ganar no está en nuestra mano porque el otro equipo también quiere hacerlo, pero lo que está en nuestra mano es intentar ganar, aunque no vale hacerlo de cualquier manera”.

Como tantos futbolistas, empezaba a tener sus rituales. En el vestuario se sentaba siempre en el mismo lugar. Ahora han colocado una foto suya en ese sitio, y se va a quedar ahí. Su hermano mayor, que ha llegado a la Isla, quiso ver ese rincón y se hizo una foto. Los compañeros del club le dieron una camiseta firmada por todos. “Ya que no había podido ponérsela para jugar, por lo menos que la tuviera la familia”, cuenta Montero, que dice que el hermano se sorprendió, que no se imaginaba que en tan poco tiempo se le tuviera tanto cariño a Ibrahima. “Pero es que era un chico que se hacía querer”, insiste. 

“Es muy duro para ellos, son niños, tú ponte en su lugar, viven sin su familia...”

“Él quería ser futbolista”, dice el entrenador, pero reconoce que es muy difícil. “Es muy duro para ellos, son niños, mucha gente dice que son rebeldes, pero es que es muy difícil no ser rebelde en esa situación, tú ponte en su lugar, tienen 14 años y viven sin su familia en otro país, así que esos chicos maduran antes, se nota la diferencia...”, reflexiona este entrenador que ha conocido ya a muchos que han llegado en patera y han encontrado en el fútbol una salida profesional, no como estrellas, pero sí abriéndose paso en el deporte y en la vida. “El fútbol o el deporte -dice Montero-  es mucho más que 22 personas detrás de una pelota, se puede llegar al corazón de la gente, porque el fútbol no solo consiste en ganar, también es ternura y pasión”.

En estas últimas semanas, los chavales ya venían acompañados y volvían a la Casa de Mar con otros compañeros de equipo. Se habían ido ganando la confianza de sus monitores, entre los que también hay algún chico que llegó en patera a la Isla hace años. Marci Acuña, consejero de Bienestar Social del Cabildo de Lanzarote, dice que Ibrahima “se había integrado muy bien” en la Casa del Mar, “tenías ganas de aprender” y que su muerte ha supuesto “un palo muy duro” para sus compañeros y sus educadores. El Cabildo y la familia están haciendo las gestiones para repatriar el cuerpo a su país.

Recordatorio en el IES Agustín Espinosa. Foto: Adrián Medina. 

Julia Rivas era su profesora de francés en el IES Agustín Espinosa, y destaca la dificultad añadida de ir a clase sin conocer el idioma. A pesar de eso se esforzaba. “Aunque no entendía la mayor parte, se esforzaba y había tenido una evolución impresionante”, dice Rivas, a la que le sorprendió el empeño que le ponía. Dice que era muy educado, y cada mañana le daba la mano y le decía “bon jour”.

Su compañero está muy afectado. Llegaron juntos en la patera, y siempre estaba con él. Habían empezado a leer libros en español para aprender cuanto antes. Dice su profesora que en el instituto no están preparados para este tipo de alumnos. “No sabemos qué hacer, si preguntarles o no por cómo llegaron, cómo lo vivieron... no les  atendemos como tenemos que atenderlos”, dice. Cree que hay mucho margen de mejora en la acogida y que hay que repensar cómo acogerlos. “Yo siento que les estamos fallando y sería interesante poder hacer un trabajo con el resto de alumnos para saber cómo acogerlos”. A principio de curso, en el centro no esperaban alumnos de estas características, así que tuvieron que improvisar después un apoyo de idioma, que se tradujo en tan solo ocho horas a la semana. Rivas dice que le preguntaba cómo estaba en el centro de acogida y que le decía que estaba muy agradecido por el trato y que todo estaba muy bien. En el IES Agustín Espinosa han colocado un rincón para recordar al chico, con flores, fotos y cartas de despedida.

Muchos atropellos y poca luz

El Plan General de Arrecife que se está redactando prevé soterrar un tramo de la carretera de San Bartolomé (LZ-20), entre la empresa J. Parrilla, aproximadamente, y el puente de la circunvalación, a la altura de la calle Tomás Morales. La operación afectaría a unos 19.200 metros cuadrados y serviría también para unir a los barrios de Argana Alta y Argana Baja.

Esto se ha planteado en el papel, pero en la práctica, el Plan General está lejos de aprobarse. En esa carretera se han producido muchos atropellos y varios de ellos fueron mortales, pero no se ha hecho ninguna modificación sustancial para evitarlos. En el año 2006 hubo tres atropellos seguidos, en marzo, junio y diciembre, con dos heridos graves y un muerto, de unos 40 años. En 2013 murió en esa misma zona atropellado un hombre de 50 años, en octubre de 2020 un joven de 22 años quedó herido grave y en agosto de ese mismo año habían atropellado a otra persona, con resultado de muerte.

La investigación del atropello la lleva la Guardia Civil de Tráfico. Dentro del atestado se ha hecho constar en un informe la falta de luz que hay en la zona donde se produjo el atropello.

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