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Lectores de los paisajes ingeniosos

Dos investigadores franceses estudian los “notables sistemas agrícolas de Lanzarote”, candidatos a integrarse en la red patrimonial SIPAM de la FAO, una agencia de Naciones Unidas

Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 21/07/2021 - 05:58

A pesar de su juventud, los paisajistas franceses Heloïse Bouju y Simon Gabillard, graduados en la histórica Escuela Nacional Superior de Paisaje de Versalles, llevan ya diez años trabajando juntos en proyectos que los llevan por todo el mundo, permitiéndoles ejercer no solo su profesión, sino otras pasiones como la fotografía y la pintura, respectivamente. Los dos investigadores pasaron dos meses en Lanzarote, estudiando “sus notables sistemas agrícolas”.

Como se sabe Lanzarote es candidata a integrarse en la red SIPAM de la FAO, la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El periplo de investigación ha comenzado por zonas agrícolas de medios áridos y seguirá por Marruecos y Argelia, antes de cambiar diametralmente de objetivo hacia paisajes agrícolas tropicales.

Puede decirse que la labor de campo de este equipo de paisajistas ha sido literal, a través de lo que denominan “encuentros afortunados pateando toda la Isla”. Unos pateos, “isla arriba, isla abajo”, en los que aseguran haber aprendido “muchísimo”, hablando con la gente del campo isleño.

“Pocas veces se habla del agricultor y su labor, que da de comer cada día y da forma a la mayor parte de nuestros territorios, así que nosotros intentamos explicar estos paisajes agrícolas, a través de reportajes, haciendo fotos, dibujos, o dibujos sobre fotos y contextos para que otros puedan leerlo y compartirlo”, señalan.

“Trabajamos con fotografías y dibujos para poder entender, primero, y, después, explicar lo ingenioso de estos paisajes y sus dimensiones agrícola, ecológica y humana”, explica Simon. Precisamente Paisajes Ingeniosos es el nombre de este ambicioso proyecto que se centra en zonas agrícolas de todo el mundo configuradas por la intervención del hombre y la actividad agraria, incluidas en los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO.

En el caso de Lanzarote, la Isla ha presentado su candidatura a formar parte del programa, presentando el conjunto que forman La Geria, El Jable y los enarenados junto a los diferentes sistemas de mulching mineral (capa de restos que se acumula sobre el suelo) con joyas como La Geria o El Jable, que se mantienen “gracias al esfuerzo humano de los agricultores”.

Simón considera los SIPAM “una clasificación muy interesante porque reconoce múltiples valores de los sistemas agrícolas, no solo su productividad alimentaria, sino también la biodiversidad, la organización social y cultural de las zonas, los paisajes que se conforman o la capacidad para mitigar riesgos naturales o efectos del cambio climático”.

La entidad internacional SIPAM, dependiente de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, reconoce patrimonialmente ciertos sistemas agrícolas tradicionales “al estilo de lo que hace la UNESCO en el ámbito cultural”. Asia y América del Sur, pero también Africa, Medio Oriente y Europa tienen varias localizaciones agrícolas ya reconocidas por este programa y, en España, hay algunos SIPAM, como la huerta de Valencia o las Salinas de Araña (Álava).

Los investigadores insisten en la importancia de esta declaración, que responde también a otros criterios, otros valores independientes a la producción de alimentos en estos países agrícolas”. La Isla parece cumplir todos los criterios que tiene en cuenta la FAO en los sistemas tradicionales, entre ellos: “formar estructuras humanas y sociales muy claras en una cultura particular, mantener la agroviodiversidad, a través del patrimonio genético de los cultivos y la diversidad de flora y fauna y formar un paisaje fuertemente reconocible”.

Labor de generaciones

A ello se unen los componentes ambientales y los agrícolas “que están súper presentes, suponiendo en la Isla un auténtico acto de transformación y de creación de paisaje, gracias a la labor de generaciones de lanzaroteños que han actuado sobre la topografía y la estructuración del suelo, moviendo la arena, conduciendo el agua en las gavias... Todo ello para garantizar la supervivencia de las poblaciones humanas”, subraya Heloïse Bouju.

“Sin el campo, que da paisaje e identidad, Lanzarote ya no sería Lanzarote”

Sin embargo, lo más interesante de esta transformación, a juicio de este equipo de paisajistas, es que “está integrada, no es grosera, no hace tabula rasa de lo que existe. Es una intervención fértil, en completo diálogo con los componentes naturales. Hay que pensar que la utilidad de la agricultura no es únicamente alimentaria, sino de muchas otras clases: permite guardar el agua, permite mitigar algo el clima... Además, la Isla también es un refugio para la biodiversidad. Muchos animales aprovechan también esta agricultura. Hay un beneficio mutuo entre agricultura y ecosistemas.

Gabillard recalca, por su parte, que la agricultura lanzaroteña “es un patrimonio muy vivo y moderno, que está aportando respuestas actualizadas a los desafíos del siglo XXI”. Entre estas respuestas está la demostración de que es posible sacar adelante un paisaje con una agricultura “sobria, enérgica y sin química y tener una producción localizada, lejos de la ultraprofesionalización de la agricultura que estamos viviendo, por ejemplo, en Francia o en otros países de Europa”.

Otra de las cuestiones que parece demostrar el ejemplo “vibrante y activo del campo de Lanzarote”, a tenor de las impresiones de los dos expertos, es que el mundo rural “no tiene por qué ser un desierto, como lo es la llamada España vaciada o la Diagonale du vide francesa (franja deshabitada en diagonal desde el departamento de Mosa al de Landas).

“Por supuesto, quedan muchas cosas por hacer, no estamos idealizando, pero sí es cierto que los paisajes agrarios de Lanzarote son ejemplares, resilientes, y están buscando respuestas cuando en Francia y en otros países de agricultura industrializada apenas hemos empezado a hacernos preguntas”, destaca Simon.


Interpretación del paisaje isleño en una pintura de Heloïse Boujou.

Hermanas y distintas

Bouju y Gabillard han hecho una incursión, asimismo, a la vecina isla de Fuerteventura, para estudiar los sistemas de las gavias, “que en Lanzarote son residuales” y que en la Maxorata siguen constituyendo hoy día el sistema principal de cultivo: “Fue muy sorprendente porque, aunque Lanzarote y Fuerteventura, que son islas hermanas, a la vez tienen muchas diferencias en este sentido”.

“Si hablamos estrictamente de paisaje agrario, obviando las costas o la urbanización del territorio, parece que en Fuerteventura la agricultura tiene ya una voz muy tenue, una voz mínima en el paisaje, con espacios inmensos, relieves suaves y una mineralidad impresionante que llevan a unos paisaje hermosos y austeros, donde la agricultura está presente, pero no domina”, añaden.

“En cambio, en Lanzarote, la agricultura se expresa casi en cualquier rincón que no es malpaís, dialoga con el volcán y con la estepa del jable, se instala en los chabocos, entra en los pueblos y da identidad al paisaje. Sin la agricultura, Lanzarote ya no sería Lanzarote”, sentencian los investigadores.

PAISAJES QUE HABLAN

Bouju y Gabillard explican así el detallista y concienzudo concepto ‘leer un paisaje’ con el que califican su trabajo: “Como si la imagen global del paisaje que todo el mundo comparte, esa belleza, ese sentimiento de mirar, esa imagen global te estuviese diciendo cosas sobre el territorio y la gente que lo habita”. En definitiva, una percepción.

“Muchas veces ves un paisaje, pero no percibes nada o muy poco, aunque sí cuentas con algo muy importante que es la experiencia estética, estar en el sitio justo para ver la luz, el contraste, la forma de la parra, la repetición del hoyo, el soco de La Geria que es tan importante, pero, tras uno hay muchos más, así que, al final, es como observar un texto cuando no se sabe leer. Parece bonito, pero no entiendes nada. Eso ocurre con los paisajes, se nos escapan cosas porque nos faltan los códigos de lectura. Esos códigos son los que intentamos descifrar nosotros”, explican los investigadores, que dicen haber quedado impactados en La Geria.

“Llegamos allí y pensamos ‘pero quiénes son estos locos que pintan de blanco las montañas’, sin saber para qué sirve este gesto, cómo funciona una recogida de agua y un aljibe. Esta ingeniería no es fácil de entender, pero, cuando lo haces, comprendes la Isla, el ingenio y la increíble obstinación de su población en vivir en un sitio tan duro”, indica Simon.

Para los dos investigadores, el paisaje habla a través de mil relatos cruzados, “historias de hace millones de años y otras de cada día”, dicen Heloïse y Simon, que han escudriñado el territorio isleño y han “aprendido” mucho de sus historias: “Empiezas a comprender que el corte en los acantilados de Famara se debe a que se trata de un volcán que explotó hace millones de años y después se derrumbó; que el soco está en esta orientación porque el viento siempre viene del nordeste; que las piedras en los arenados a veces son de volcán y a veces son piedras recuperadas de un pueblo sepultado bajo la arena; que detrás de una aulaga puede haber una hubara porque le gusta hacer el nido ahí, mientras que, en cambio, el macho perdiz elige piedras altas para cantar por la mañana”.

El paisaje habla, también “de agricultores que trabajaron antaño con camellos y los que vienen de madrugada con su pica, antes de ir a su trabajo en Arrecife”. Estas estampas, a las que han tenido acceso a través de las múltiples charlas con las personas del campo lanzaroteño, han sido muy esclarecedoras para los dos paisajistas: “Porque el paisaje no se queda en una postal bonita, sino que se integra de mil historias y un bien común” dice Heloïse, que quiere romper una lanza por el componente olvidado “en museos, monumentos o grandes espacios naturales que nadie puede tocar, que es el agricultor y la agricultura”.

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