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Las noticias falsas que te quieres creer

“Cuando alguien pone en entredicho nuestra ideología, nuestro cerebro reacciona de forma parecida a cuando sufrimos ansiedad o una amenaza física”

El periodista Javier Salas. Foto: Manolo de la Hoz
M.J. Tabar 2 COMENTARIOS 10/03/2019 - 08:05

En política, somos cada vez más hooligans y nos importan más las sensaciones que los datos. Eso dicen los estudios científicos: que somos las víctimas perfectas para la desinformación, una vieja arma que se ha expandido de forma masiva, gracias a las redes sociales. Lo cuenta el periodista Javier Salas en una charla, La posverdad está en tu cerebro, organizada por la Unión de Profesionales de la Comunicación de Canarias en colaboración con Diario de Lanzarote.

Estamos “casi, casi” incapacitados para cambiar de opinión. Preferimos nuestra verdad preconcebida a la realidad. ¿Qué peligro tiene esto? Uno, grande y grave: tomar decisiones en contra de nuestros intereses. Un ejemplo claro es lo que ocurrió en la isla de Tangier, al sur de Washington. A pesar de ser un territorio que está siendo devorado por el mar, que gana terreno por el calentamiento global, uno de cada nueve electores votó a Donald Trump, un negacionista del cambio climático.

“¿Cómo es posible?”, se pregunta Javier Salas, un periodista madrileño establecido en Santa Cruz de Tenerife y especializado en información científica y tecnológica. “Creo que se ha instaurado un descrédito generalizado y, a la vez, una convicción muy difundida de que la verdad es lo que yo creo que es verdad”, explica. Todo puede ser verdad o mentira, según nos convenga.

Salas es redactor de Materia (El País), un medio donde ha publicado varios reportajes sobre la influencia que tienen las redes sociales en la propagación de noticias falsas y en la creación de “cerebros politizados”. Participó en el equipo fundador del diario Público y en 2013 recibió el Premio Nacional de Periodismo Doñana al Desarrollo Sostenible.

En 2004, explica, un experimento demostró que cuando alguien pone en entredicho nuestra ideología, nuestro cerebro reacciona de forma parecida a cuando sufrimos ansiedad o una amenaza física. Cuando nos echan por tierra un argumento, se activa el área cerebral que controla las emociones, no el raciocinio.

Eso explica que seamos capaces de “corregir la realidad para que nuestra decisión no quede mal”. Cuando la realidad choca con lo que pensamos, el cerebro se estresa. Se produce una disonancia cognitiva. ¿Y cómo reaccionamos cuando las noticias no nos dan la razón? A veces, forzamos los datos para que encajen con nuestros esquemas mentales.

Buena parte de estos mecanismos psicológicos los conocía ya el americano Edward Berneys en los años 20 del pasado siglo y los usaba para vender productos. Era periodista y nieto de Sigmund Freud, explica Javier. Uno de sus mayores logros fue lavar la imagen pública del que luego fue el trigésimo presidente de Estados Unidos, un “sosainas” llamado Calvin Coolidge al que organizó un desayuno con las estrellas más centelleantes de Hollywood. Exhibió a un político impopular en un situación relajada, junto a la gente más admirada de la época. “Si estás con gente que mola, tú molas”. Funcionó.

Otro de los hitos de este propagandista fue la campaña Antorchas de la libertad, que movilizó al feminismo para que se manifestara masivamente en Nueva York. En teoría, el objetivo era exigir el derecho de las mujeres a fumar, un hábito muy mal visto. “En realidad, fue una campaña de las tabacaleras, que querían sacar beneficios del otro 50 por ciento de la población que no fumaba”. Bernays aprovechó la necesidad de emancipación femenina para vender cigarrillos.

Facebook “explota tus debilidades”

Bohemian Rapsody, Los Goonies, el seiscientos de Felipe González… Damos a las redes sociales un montón de información que revela cómo somos. También regalamos datos cuando hacemos click en una noticia o cuando enviamos una solicitud de amistad a alguien. ¿Qué recibimos a cambio? Cosas parecidas a las que solemos ver. “Ev Williams [cofundador de Twitter que pidió perdón por habernos idiotizado] dice que las redes sociales nos dan lo que queremos, no lo que necesitamos”.

Todo se mide y se convierte en una valiosa información para empresas que quieren vendernos con eficacia sus productos. “Lo que se suponía que era relevante para tus deseos e intereses resulta ser una explotación estudiada de tus debilidades”, apunta el ensayista Tim Wu.

Las redes nos conocen muy bien. Un reputado psicólogo de la Universidad de Standford, Michal Kosinski, desarrolló una herramienta para medir datos y trazar perfiles psicológicos, que luego fue muy mal usada por la consultora británica Cambridge Analytica para influir en las elecciones presidenciales norteamericanas y conseguir que los votantes demócratas se quedaran en casa. Lo hicieron gracias a Facebook, que cedió los datos de sus usuarios.

En España, más de la mitad de la población española se informa a través de las redes sociales. Un estudio desarrollado por investigadoras españolas demostró que cuanto más nos informamos en redes, menos nos preocupan las que son, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, las principales preocupaciones de los españoles: el paro y la corrupción. “El estudio también concluyó que compartimos las noticias no tanto para informar sino para dar una imagen concreta de nosotros mismos”.

“Alfabetización mediática” contra los bulos

Cuentas falsas en Twitter propagando mentiras sobre inmigrantes. Estados como el de Myanmmar ordenando a sus soldados difundir bulos contra los musulmanes. Gente asalariada por el poder político para inundar la red con comentarios que creen una sensación que no existe, que apaguen voces disidentes, que aplaudan el discurso gubernamental. Esa es la situación.

Los bulos han existido siempre, pero ahora han encontrado en las redes sociales, sobre todo en Whatsapp, una manera de expandirse inmediata, masiva y veloz. “Cada vez corren más lejos, más rápido y dejan una huella más profunda. La única buena noticia es que estamos siendo conscientes y estamos preocupados por lo que está pasando”, dice Javier.

La ultraderecha populista es experta en lanzar globos sonda y datos falsos para marcar la agenda del día. No importa que los medios de comunicación les desmientan, “la mentira consigue crear el marco de un problema y eso es más persistente que cualquier otra cosa”, es pegajosa, “cuanto más se repite, más plausible se vuelve”, explica.

¿Cómo puede un ciudadano protegerse de la desinformación? Lo primero es tomar conciencia del problema. Lo siguiente es aprender a identificarla. Lo explica Salas en uno de sus artículos: la esperanza es la “alfabetización mediática”, una tarea que desarrolla muy bien el proyecto Maldito Bulo y que, gracias a un estudio, sabemos que funciona. Durante un experimento, se formó a un grupo de jóvenes para que aprendieran cómo se construye una noticia veraz. Al final del proceso eran capaces de analizar cualquier argumento, también los propios, con juicio crítico.

Comentarios

Para mí sigue siendo un misterio que gran parte de la generación que vivió en el franquismo su juventud siga siendo de derechas o algo peor, fascistas. Conozco a un señor septuagenario de familia humilde del campo, que tuvo que trabajar desde temprana edad y ahora es un rentista acomodado que vota al PP y seguramente ahora lo hará por VOX. Lo más sorprendente, sin embargo, es que muchos jóvenes que no vivieron la etapa oscura de la España negra de Franco, sean ahora unos nostálgicos bandera rojigualda en la camiseta (como cierta bloguera). España no tiene remedio, nunca se atreverá a cambiar. O peor, nunca la dejarán.
Será porque piensan y están en lo cierto, que los grandes medios de comunicación son y han sido, los difusores de noticias falsas, desinformadores y manipuladores.

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