“Uno, las vacas locas; dos, la gripe aviar; tres la de porcino; cuatro ¿ahora el pepino?… No crean que se trata de la última canción del Chikilicuatre para el próximo festival de Eurovisión, suenan también a chanza, pero son las alertas con las que la Organización Mundial de la Salud ha mantenido durante meses al mundo en vilo. Si se hace balance, son ya tantos los pronósticos sobredimensionados y erróneos que, cual si un valor en bolsa, la credibilidad de la OMS se desploma. Hasta los propios médicos han dejado de creer en esta institución y no se andan con disimulos al reconocer públicamente que “sus alertas las cogemos ya con pinzas”.

Así empezaba este artículo en elconfidencial en junio de 2011. Un año antes ya se había publicado que la OMS ocultó que sus expertos en Gripe A cobraron de las farmacéuticas. Qué sorpresón. Una de las grandes industrias del mundo sobornando, o comprando, a expertos. La OMS no es ajena a otros organismo internacionales que están formados por expertos sí, pero por expertos que tiene sus necesidades, sus intereses y sus debilidades.

Con estos antecedentes, y alguno más, afrontamos una pandemia. Es cierto que es el mayor organismo mundial que hay. No parece que haya otro. Y con este nivel de credibilidad la OMS se convierte en el arma arrojadiza para saber si los países han hecho o no las cosas bien. Trump la acusa de ser pro China, la amenaza con retirar su aportación y ejerce como defensa un ataque porque le acusa de equivocarse en sus recomendaciones.

La OMS declaró el coronavirus como pandemia el 11 de marzo. En España el confinamiento comenzó el 14. Después se ha acusado al Gobierno de no escuchar las llamadas de la OMS y de la UE de hacer acopio de material sanitario frente al coronavirus. Y poco después se ha intentado lo contrario tras la visita del director regional de la OMS para Europa, Hans Kluge, alabando el trabajo “heroico” de los sanitarios españoles y las medidas “audaces” del Gobierno: “Han tomado decisiones valientes”, dijo.

A lo mejor, después de esto, claro, sería buen momento para replantearse si podemos reformar este tipo de organizaciones internacionales para que sean independientes de verdad o, en el caso probable de que no sea así, dejar de tomarlas como portavoces autorizados.

Aunque en algo podríamos hacerles caso. No tanto en lo que saben sino en lo que no saben. Esta misma semana admitió que “todavía se desconoce por qué la Covid-19 explota en algunos lugares como ocurrió en España desde la primera semana de marzo”. ¿Y no será que esta es una de las características, no de la OMS ni de esta pandemia, sino de nosotros mismos? Que creemos que lo podemos tener todo controlado y resulta que no sabemos nada.

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