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El otro lado del cliché

‘La fotografía en Lanzarote: 1850-1950’ (Mario Ferrer. Ediciones Remotas, 2019) refleja en sus 140 imágenes la crónica de un siglo de historia chica de la Isla

Joaquín González Espinosa. Postal de Arrecife (1915-1920). Colección de la familia Matallana.
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 06/12/2019 - 06:28

Los años que Mario Ferrer pasó documentando las imágenes cedidas por coleccionistas o profesionales para el proyecto Memoria Digital de Lanzarote, del Cabildo insular, avivaron en el historiador y periodista el interés por desentrañar la información que trasciende a las fotografías que han llegado del pasado.

Ferrer, responsable junto al fotógrafo Rubén Acosta de la editorial Ediciones Remotas, logra en La fotografía en Lanzarote: 1850-1950 trasladar el relato de la historia chica de la Isla, siguiendo la cita de Marcel Proust, que aparece en el libro “El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”.

La crónica abarca cien años de fotografía, desde los primeros retratos que se tomaban, fuera de la Isla, los lanzaroteños de las clases acomodadas, en la década de 1850, pasando por las fotografías de viaje de los exploradores y científicos que visitaron Canarias en el XIX, los aficionados a este arte, que lo compatibilizaban con otras tareas y oficios, el trabajo de los primeros profesionales que se instalaron en la Isla y los que los siguieron hasta mediados del siglo XX. En total, 140 imágenes de distintas técnicas y géneros (albúminas, postales, imágenes de libros o fotoperiodismo).

Sin embargo, más allá del testimonio histórico (se trata de la mayor recopilación de fotografía histórica publicada hasta la fecha en Lanzarote), el libro se convierte en un catálogo visual de las costumbres, los hitos socioeconómicos y la conformación de una sociedad isleña que, en la época reflejada, prácticamente solo tiene una característica: la precariedad económica. Tanto es así que Lanzarote y “su siamesa”, Fuerteventura, perdieron todos los trenes del progreso en Canarias, en contraposición a las islas capitalinas.

Una anécdota ilustra la realidad decimonónica en las islas orientales: “Apenas dos meses después de ser presentado en París en 1839, arribaba a Tenerife el primer artefacto fotográfico de la historia (el daguerrotipo), a bordo de un barco que lo transportaba hacia América. Pero, frente a los rápidos progresos de las dos islas centrales y más pobladas (Gran Canaria y Tenerife), donde ya tenemos fotógrafos establecidos desde la década de 1850, Lanzarote mostró una gran precariedad e irregularidad en su escena local durante el siglo XIX”, se lee en el libro.

El pionero de la fotografía acreditado en la Isla es Camilo González Morales, que se promocionó varias veces, desde 1861, en Crónica de Lanzarote (1861-1863), el primer periódico impreso de la Isla. “González, que pertenecía a la pequeña clase pudiente de Arrecife, de la que debieron de salir sus clientes; de hecho, fue alcalde de Arrecife en 1874”. Las pocas fotografías halladas con su firma son retratos de varias figuras destacadas de la sociedad insular del momento.

Frente a las escasas estampas encontradas de González, las colecciones de varias familias pudientes, especialmente de Arrecife, muestran abundancia de retratos que siguen “los modelos solemnes y señoriales que se extendieron en la segunda mitad del siglo XIX, aunque lo que más abundan son las tarjetas de visitas, más baratas y populares a partir de 1860”.

Por otro lado, se ha encontrado “una cierta cantidad de retratos del XIX provenientes de Uruguay, Cuba o Argentina, que enviaban los emigrantes a sus familias”, explica Mario Ferrer Peñate, el autor de la publicación.


Haeckel y Mikloucho en Arrecife en 1866. Fotografía de la colección de Marcos Sarmiento Pérez.

El libro dedica uno de sus capítulos al trabajo que aportaron los expedicionarios europeos que visitaron Canarias en el siglo XIX: “Científicos, cronistas comerciantes o viajeros que, en muchos casos, dejaron testimonios literarios y gráficos”.

Una de las imágenes más antiguas que se han conservado es la relacionada con la llegada, en diciembre de 1866, a Lanzarote de la expedición comandada por el zoólogo alemán Ernst Haeckel. La obra publicada incluía un retrato de Haeckel junto a uno de sus estudiantes, el ruso Nikolay Mikloucho, “y bien pudo ser realizado por ellos mismos o por Camilo González, que estaba en activo por esos años”.

Además, en la época, Lanzarote participó en el primer desarrollo del mundo de las postales, “con ejemplos de finales del XIX, como dos cromolitografías con vistas de Arrecife y varios pueblos de la Isla, o una postal de camellos en Femés.

El camello, tanto en su versión más agrícola como portando a los ilustres viajeros “se configuró como un icono básico de la imagen insular, junto a los sistemas agrícolas de la Isla o los principales hitos de Arrecife (Puente de las Bolas, la Recova o algún aspecto del frente marítimo)”, se cita en la publicación. 

Así, se llega al periodo intersecular, donde destaca, “frente a la desaparición y falta de conocimiento de muchos de los fondos del siglo XIX y principios del XX”, la calidad, cantidad (más de 400 placas) y antigüedad de las fotografías de Jacinto Alonso, “que lo convierten en una de las figuras más interesantes del patrimonio fotográfico de Lanzarote”, indica Ferrer.


Retrato fúnebre firmado por Jacinto Alonso. Imagen de la colección de la familia Martín Anduesa.

Jacinto Alonso era un hombre habilidoso y polifacético. Su amistad con el doctor José Molina Orosa y los diversos tratados de cirugía que poseía le proporcionaron los conocimientos médicos necesarios para ejercer en Tinajo como practicante, dentista, sangrador y veterinario, en las precarias condiciones sanitarias de la época”. También aparece en los censos municipales como carpintero, labrador, propietario o agente ejecutivo municipal, pero nunca como fotógrafo.

“La principal variante de la obra de Alonso parece haber sido el retrato, género que practicó con todas las clases sociales de la Isla, no solo con la minoría más acomodada, cuyo estatus se aprecia con nitidez en los ropajes o adornos, sino también con los sectores más populares, que usaban la fotografía como elemento de unión con los familiares emigrados”, argumenta la publicación.

Y, por fin, en la segunda década del siglo XX, llega a la Isla el francés Aquiles Heitz Augier (1878, Toulon-1936, Arrecife), considerado el primer fotógrafo profesional que se radicó en Lanzarote. Heitz poseía “un gran sentido visual, cuidada composición y precisión técnica”. Gran parte de su trabajo se centró en los retratos de estudio “con ciertos ribetes pictorialistas y un preciosismo a la moda europea”.

Heitz se estableció en Arrecife, donde se casó con María Lasso Morales y creó el principal estudio fotográfico de la Isla. También trabajó en el ámbito de la postal, con escenas urbanas de Arrecife, vistas de los pueblos y paisajes singulares como El Golfo o Los Jameos, publicando una serie numerada de al menos 172 postales de distintas estampas rurales y arquitectónicas. Igualmente recogió eventos destacados, como la llegada del hidroavión de la patrulla Plus Ultra.

En estas décadas, entre 1920 y 1950, también empezaron a aparecer cada vez más aficionados a la fotografía, como Gumersindo Manrique Rojo (padre de César Manrique), Tomás Lubary González, Tomás Aguilar o Gabriel Cobo García.

Reyes, cronista costumbrista

Javier Reyes Acuña (Haría, 1926) encarna un modelo de fotógrafo, el de pueblo, que no sigue el patrón de la generación de autores que se instalarán en Arrecife y se dedicarán profesionalmente a la fotografía a partir de los años 50 del siglo XX. “Reyes es un ejemplo de lo mejor de la fotografía popular, pero, más específicamente, encarna un prototipo no tan examinado que, sin embargo, se propagó en muchas pequeñas zonas rurales”, explica Ferrer.

El proyecto Memoria Digital de Lanzarote ha digitalizado los casi 20.000 negativos de Javier Reyes. El calificativo de rural para la trayectoria de Reyes no solo obedece al entorno donde ejerció su trabajo, tampoco muy diferente al de la capital de la Isla, “sino a que su obra ofrece, probablemente, la última y más completa e íntima imagen de la sociedad campesina y marinera previa a la transformación turística de la Isla”.

Con una cronología similar o apenas un poco posterior, otros fotógrafos locales como David J. Nieves, Daniel Martinón y, sobre todo, Gabriel Fernández obtuvieron grandes imágenes del ámbito rural, “pero lo hicieron desde una óptica más influida por la visión turística y no desde una posición tan familiar e interna como la de Javier Reyes”, se lee en esta historia de la fotografía.

Poco a poco, durante la primera mitad del siglo XX la fotografía fue componiendo un catálogo del paisaje y el paisanaje de Lanzarote, “estableciendo unos modos de mirar sobre la Isla y un imaginario de acentuado carácter turístico”.


Postal del muelle antiguo (1920), de Aquiles Heitz. Fondo Agustín de la Hoz. Archivo de Arrecife.

En el ámbito de las postales, el autor afincado en Lanzarote más relevante fue Aquiles Heitz. Destaca su tarjeta realizada en el interior del lago salado de los Jameos del Agua, décadas antes de la intervención de Manrique, y en la que aparece una pareja ataviada con trajes tradicionales, lo que demuestra una conciencia turística ya plena.

Otros autores como Jacinto Alonso y Javier Reyes hicieron tímidos intentos (el primero hizo una postal muy popular de la Virgen de los Dolores y el segundo tuvo su modesto éxito en una vista de Haría), aunque se encuentran iniciativas mucho más consistentes en la segunda mitad del siglo XX, con Manuel Reguera, Gabriel Fernández y Rafael Silva. Cabe destacar que el propio César Manrique también tuvo una breve incursión en el mundo de las postales en los años cuarenta.

Presentaciones

El autor del volumen, Mario Ferrer, presenta este mes de diciembre el libro, junto a diversos especialistas y coleccionistas que han colaborado en el mismo: el viernes, 6, a las 18.00 horas, en la Casa Cerdeña en San Bartolomé; el viernes 13, de diciembre a las 20.00 horas, en la Sociedad Democracia de Arrecife y el sábado, 28 de diciembre, a las 12.00 horas, en la Casa Amarilla de Arrecife. El libro sale a la venta el 10 de diciembre, al precio de 22 euros, en todas las librerías y puntos de venta habituales de la Isla.

Para su confección han colaborado más de 30 archivos privados e institucionales diferentes, incluyendo centros tan prestigiosos como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Tenerife Espacio de las Artes, El Museo Canario, la Biblioteca Nacional, la Fundación César Manrique, los cabildos de Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife, así como los archivos municipales de Teguise, San Bartolomé y Arrecife.

La edición está patrocinada por el Cabildo de Lanzarote, los ayuntamientos de San Bartolomé, Arrecife y Haría y el Grupo Chacón. El libro publicado por Ediciones Remotas es el primero que sigue en la Isla las recomendaciones del Ministerio de Transición Ecológica.

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