aniversario

El otro centenario

Pepín Ramírez, el presidente del Cabildo que obró la transformación de Lanzarote, cumple cien años

Saúl García 0 COMENTARIOS 14/04/2019 - 12:36

César Manrique hubiera cumplido cien años el próximo 24 de abril y los actos por su centenario se van a alargar hasta dentro de un año. César, el artista, fue imprescindible para la transformación de la Isla pero necesitó a muchas personas a su lado. De todas ellas, quien siempre estuvo y quien fue más determinante, nació nueve días antes que él, y también en Arrecife. José Ramírez Cerdá llegó al mundo el 15 de abril de 1919 en la casa familiar, ya desaparecida, de la calle Villacampa. Ramírez y Manrique, que vivió su infancia en la calle Manolo Millares, fueron amigos desde niños. Fueron juntos al colegio, al instituto y a la guerra. Desde orígenes muy parecidos llegaron a un destino común pero de manera muy diferente: uno mediante la creación y otro mediante la gestión. Sin su colaboración y sin su amistad Lanzarote sería otra.

Pepín Ramírez es Hijo predilecto de Lanzarote, nombrado a título póstumo junto a César en 1995. En vida, en los años sesenta y setenta, recibió varias distinciones: la Encomienda de la Orden de mérito civil, el Guanche de Oro, la Medalla de oro al mérito turístico o la Cruz de caballero de la Orden de Cisneros, pero su mayor logro no lo recibió, sino que lo entregó.

La familia paterna de Pepín regentaba una ferretería. Su padre fue Delegado de Hacienda en la Isla y su madre fue ama de casa, hija de un catalán que trabajó en los Juzgados de Arrecife. Pepín era hijo de ambos y de la pequeña burguesía de la capital. Estudió Derecho en la Laguna, aprobó la oposición como Técnico superior del Estado y se incorporó a la Delegación de Hacienda en Lanzarote, donde trabajó hasta su jubilación. También tuvo otro trabajo, el de letrado del sindicato vertical, y en sus primeros años de vida laboral fue un pequeño empresario de la pesca. Construyó y explotó la falúa Los Charcos y la pesca fue, junto al ajedrez, la gran afición durante toda su vida. Su principal trabajo, en todo caso, aunque no le proporcionó el sustento, fue el de presidente del Cabildo.

Fue el principal pero no el primero. Su primer cargo fue el de presidente del Casino de Arrecife, en 1953. Su paso por esa institución, que se encontraba entonces donde hoy está la Casa de la Cultura Agustín de Hoz, le sirvió como carta de presentación para que el Delegado del Gobierno, Bonifacio Villalobos, lo propusiera para la alcaldía de Arrecife, donde permaneció entre 1955 y 1960. El Ayuntamiento de Arrecife tenía entonces pocos ingresos y menos competencias. Aún así, entre sus logros durante su etapa como alcalde se puede apuntar el saneamiento económico de la institución, la construcción del primer parque de la ciudad, que hoy lleva su nombre y en el que ya participó Cesar Manrique, el inicio de la construcción de viviendas sociales en el barrio de Titerroy y algo de lo que él mismo sintió orgullo: la multiplicación de las escuelas, o escuelitas, en la ciudad.

Si la gestión en el Casino le sirvió para ser alcalde, la del Ayuntamiento le sirvió para ser presidente del Cabildo. Dejó la alcaldía un lunes de febrero de 1960 y fue nombrado presidente el martes. Llegó a una institución anquilosada, ineficaz y cerrada y las autoridades del momento consideraron que Pepín podía ser la llave ideal para esa cerradura. Estuvo catorce años y es el presidente que más tiempo ha estado en ese cargo. Nunca perdía el tiempo. Pepín fue un hombre pragmático, trabajador y decidido.

El paso hacia una isla basada en el turismo era inevitable, pero lo que hizo el Cabildo fue poner las bases para imponer un modelo basado en el arte y en el paisaje y no solamente en la construcción de hoteles. Los hitos turísticos de la Isla, sus atractivos, estaban marcados desde muchos años antes. Los visitantes, viajeros y aventureros que llegaban a la isla ya ponían rumbo a las Montañas del Fuego, los Jameos, la Cueva de los Verdes o El Golfo, pero no eran lo que son hoy, antes de la intervención de César Manrique. Para lograr que se convirtieran en los Centros de arte, cultura y turismo había que subir aún varios peldaños en la escalera.

Pepín primero saneó la institución, en todos los sentidos. Una denuncia al Servicio de Inspección y Asesoramiento para las Administraciones Locales acabó con la destitución del interventor y el depositario, que a su vez dio pie a un proceso judicial con condena para ambos de diez años de cárcel. El Cabildo no tenía ni siquiera los libros de contabilidad. Aquel episodio tuvo consecuencias para la vida social de Pepín y su familia pero, por otra parte, le granjeó la confianza de las autoridades fuera de la Isla, una circunstancia que fue clave para el desarrollo del proyecto de isla que tenían Pepín y César en la cabeza. También incorporó al Cabildo a personas jóvenes y no lo hizo por su apellido sino por su valía. Eso permitió que el Cabildo empezara a funcionar. Otra de las claves fue la creación del departamento de Vías y Obras, con Luis Morales al frente. Fue un departamento que llegó a tener más de 300 trabajadores y que se encargó de poner los cimientos para el cambio de modelo económico de la Isla.

Intentó solventar el problema del agua ampliando las galerías de Famara y llevando el agua hasta Arecife. Ese problema, el del agua, fue una cuestión que nunca se resolvió del todo durante sus 14 años en la presidencia. Pero otros sí se resolvieron: se crearon o se pusieron a punto las infraestructuras de comunicaciones, tanto las exteriores como las interiores. Se amplió el puerto, se asfaltó la pista del aeropuerto y se crearon cientos de kilómetros de carreteras, pistas turísticas y caminos vecinales. Gracias a esos peldaños se pudo terminar la escalera, cuyo siguiente paso fue alcanzar la creación de los Centros de arte, cultura y turismo, la gran obra de César pero también la gran obra de Pepín, bajo cuyo mandato se planificaron todos, aunque él no llegó a inaugurar como presidente el Castillo de San José ni llegó a ver el Jardín de cactus. Solo unos días antes de su dimisión, en 1974, se aprobó la creación del Parque Nacional de Timanfaya.

Las infraestructuras no solo fueron necesarias como paso previo para recibir al turismo, sino como elemento fundamental para su financiación. El Cabildo, a través de Vías y Obras, se presentaba a las licitaciones de obra pública del Estado y ganaba esos concursos, pero tras la ejecución de las obras, gracias a la eficacia y la implicación de todos los que participaban en ellas, sobraba dinero, que se destinaba a completar los presupuestos para poder hacer los Centros, que eran obras propias del Cabildo y que no solo son ejemplo de admiración por su aportación artística sino también por la forma en que se hicieron. Por otra parte, además de esos fondos, los presupuestos de esas obras se completaban con otros fondos propios y con créditos para obras turísticas. El Ministerio de Turismo declaró Canarias como Zona de Interés Turístico Nacional en septiembre de 1961, y eso permitió el acceso a dinero y a créditos para el desarrollo. Unos meses antes, en febrero de ese año, el Cabildo ya había aprobado en un pleno extraordinario las obras de interés turístico. Para lograr financiación, Pepín acudía a sus habilidades como relaciones públicas y cada año peregrinaba a Madrid de ministerio en ministerio. En muchas ocasiones recogía el fruto de las visitas a Lanzarote de esos cargos del Gobierno, con quienes ejercía de guía y a quienes transmitía la ilusión por lo que se estaba conformando en la Isla. La buena marcha de las obras, de todas las obras, además, la comprobaban sobre el terreno Pepín, César, Jesús Soto, Luis Morales y Antonio Álvarez, cada sábado en un viaje que se hacía en taxi y en jeep.

La industria turística acabo por desbordar todas las previsiones a pesar de la preocupación del Cabildo por el orden y la planificación. En 1967, el Cabildo aprobó el Reglamento de Defensa del Paisaje y de la Arquitectura Popular Lanzaroteña, que avanzaba alguna de las preocupaciones posteriores, como el color de las casas o los carteles publicitarios en el espacio público. Después se aprobaron las Normas subsidiarias del territorio, en 1970, y tres años más tarde se aprobó el primer Plan Insular de Ordenación, aunque no se pudo aprobar de forma vinculante porque la Ley del Suelo entonces vigente no permitía ese tipo de planes. Fue, en cualquier caso, el antecedente del también pionero Plan Insular de Ordenación de 1991.

En 14 años al frente del Cabildo, la institución hizo muchas obras y gestiones y no todas de carácter turístico. Además de las obras hidráulicas, se amplió el Hospital Insular, se creó la Granja agrícola, se hizo la Ciudad deportiva y se firmó el convenio con la UNED, entre muchas otras.

Pepín sufrió migrañas toda su vida. Su equilibrio mental acabó por quebrarse tras la muerte de dos de sus tres hijos en un periodo de solo nueve meses. Sus últimos años en la presidencia del Cabildo fueron más de ausencias que de presencias. Dejó la actividad pública en 1974 y volvió a ella en 1982, cuando se presentó como candidato al Senado por el PSOE y ganó el escaño. Tenía la esperanza de repetir la experiencia del Cabildo y lograr avances para la Isla desde ese cargo pero no tardó mucho tiempo en comprobar que no iba ser posible. Su última gran contribución fue el impulso para crear la Fundación Amigos de Lanzarote, germen de la Fundación César Manrique. Fue un hombre alejado de los focos, tuvo pocos pero muy buenos amigos, no fue una persona vanidosa y no le interesó el reconocimiento público. No dio discursos ni entrevistas, si bien es cierto que tampoco tenía que ser elegido ni reelegido. Fue un hombre serio en público y en lo público, pero no en privado. En las distancias cortas era un gran conversador y una persona muy persuasiva. También estaba dotado de una gran intuición para descubrir las virtudes de quienes le rodeaban. Fue ateo practicante, creyente en la educación como motor del cambio y del ascenso social, defensor de la excelencia, del trabajo bien hecho y de la iniciativa y la gestión pública frente al sector privado. Decidió dejar de vivir el 1 de enero de 1987.