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El arte de Álvaro Guzmán: acción y conciencia ambiental

“La clave está en la presión social. Que tirar una lata de cerveza se convierta en una vergüenza”

M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 28/10/2018 - 08:20

Fotógrafo, asistente de producciones audiovisuales, instructor de surf y exvocalista de The Right Ons, Álvaro Guzmán vive en La Santa y mantiene una profunda relación con la naturaleza. Su proyecto Océano Plástico conciencia para que respetemos la naturaleza y a nosotros mismos.

Durante casi diez años tocó en festivales como el Arenal Sound y giró con su banda por Japón y Canadá. Estudió Fotografía y Publicidad y ejerció muchos años en la frenética Madrid. Un día de 2003 hizo la maleta para ver a un amigo en Fuerteventura y quiso darse un salto a Lanzarote. Aquella visita le cambió la vida.

El fundamento volcánico de la Isla le provocó un respeto inmenso. “Fue una sensación muy fuerte”. El Atlántico formaba parte de él desde pequeño. “Siempre he tenido una conexión muy fuerte con el mar”, dice Álvaro. Nació en Galicia y lleva casi toda su vida deslizándose sobre las olas de una u otra costa. Lanzarote, “el Hawaii europeo” se convirtió en su “retiro espiritual”. Un sitio para escapar de los ritmos y los ritos de la capital. Venía una vez al año. Cada vez que tenía que volver a Madrid, lo pasaba mal. “Un día pensé: ‘si me pongo así, quizás debería quedarme’”.

La lógica de las sensaciones sinceras venció y se mudó a La Santa. Continuó trabajando en una isla que es la localización favorita de muchas agencias de publicidad y marcas de moda. Su trabajo artístico con el plástico surgió un día en la Fundación César Manrique, mirando un mural. Al día siguiente fue a dar clase al agua y se dio cuenta de que todos los colores que usaba César estaban a sus pies: fragmentos de plástico rojos, azules, naranjas, verdes y de todos los colores haciéndole un sarpullido a la arena. “Empecé a recogerlos sin ninguna pretensión. Por lo menos quería limpiar la mierda que yo genero, convertir algo feo en algo bonito”.

Los residuos plásticos, “con una paleta de colores inmensa” le llevaron a componer collages y distintas obras. Líneas geométricas, símbolos, conceptos… “Las historias suceden conforme voy añadiendo fragmentos”, dice. Se relaja, se toma un rato para sí mismo y “disfruta de la serendipia del proceso”. Se deja llevar por hallazgos casuales y valiosos, igual que hace con su trabajo fotográfico.

En su serie ‘Photo Trashfer’ transfiere fotografías al plástico para darles identidad y hacernos responsables. Boyas abandonadas sobre las que se cuenta una microhistoria, marcos de plástico, instrumentos musicales… Además de su valor estético, a veces también práctico, la obra de Álvaro Guzmán es un “medio para denunciar un problema muy grave”. En Instagram (@alvardelmar) acompaña sus imágenes con argumentos y datos que critican el sistema socioeconómico y denuncian el error que cometemos como Homo Sapiens.

Sus obras están expuestas en la terminal del aeropuerto de Guacimeta y en Surf Attack, en Famara y en la madrileña Biblioteca José Hierro. También han pasado por el Canarias Surf Film Festival y por el congreso científico internacional Micro2016, que del 19 al 23 de noviembre de este año volverá a reunir en Lanzarote a la comunidad científica que estudia el efecto y las soluciones que necesitamos para combatir el problema del microplástico.

Su ‘Océano plástico’ son conceptos visuales para concienciar. “Es lo menos que puedo hacer para devolverle a la naturaleza lo que me da”. Su cabeza no para de generar proyectos. Uno de ellos se apoya en el dicho popular “recoges lo que siembras” y recrea plantas endémicas de Lanzarote con colillas y latas de cerveza.

La recogida de residuos se ha convertido para él en “una pequeña obsesión”. No sólo en la costa, también en el jable, los volcanes… Cada vez son más los lanzaroteños que dedican tiempo a recoger todo el plástico que ven disperso en el medio natural. Son personas que tienen un vínculo con la naturaleza. La conocen, la respetan y la cuidan. No es raro verles cargados de bolsas de plástico caminando por el arcén de una carretera o saliendo del agua con indeseables jallos de poliestireno.

“La clave está en la presión social”, dice Álvaro. Que tirar una colilla en la playa o una lata de cerveza en un parque se convierta en algo “mal visto”, en una vergüenza. “Esos sentimientos son los que nos ponen en marcha, porque siempre buscamos la aceptación”. Poco a poco, dice. “Esto es un trabajo de guerrilla. Todos somos parte del problema y de la solución”.

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