LA MEMORIA DE LOS CENTROS

De la “Fortaleza del Hambre” a los nuevos fondos europeos

El Castillo de San José y los Centros Turísticos surgieron de planes públicos destinados a paliar épocas de crisis en Lanzarote

Imagen de los trabajos para la creación de la explanada que preside el Castillo de San José. Fotografía del Cabildo de Lanzarote de 1975. Memoria Digital de Lanzarote.
Mario Ferrer 1 COMENTARIOS 22/03/2021 - 06:48

Año 2020. Un virus desconocido e infeccioso pone en jaque a la economía mundial, dejando en coma profundo a la industria turística y, con ello, a toda la isla de Lanzarote. Ante esta situación, las instituciones, internacionales y nacionales, se ponen a concebir planes de inversión para paliar las consecuencias de la doble crisis sanitaria y financiera.

Tras largas negociaciones (expresión que tratándose de la Unión Europea es casi un pleonasmo), la UE se dispone a liberar, este 2021, una ingente cantidad de millones de euros para reanimar la economía del club de países europeos. Aproximadamente, en este momento nos encontramos ahora. Pendientes de los nuevos fondos europeos y de cómo se va a gestionar esta herramienta para superar el enorme escollo que ha supuesto la COVID. Así que no está de más mirar hacia atrás y buscar capítulos históricos en los que la financiación pública fuese clave a la hora de superar alguna crisis.

Pero analizar el pasado implica observar un enorme tapiz lleno de distintos colores y matices que, además, deben ser entendidos en sus coordenadas históricas específicas e irrepetibles. Hay casos controvertidos, como los Planes E de la época de Zapatero, y otros recordados por su éxito, como el New Deal de Roosevelt tras la Gran Depresión que provocó el crack del 29 o el archiconocido Plan Marshall, destinado a impulsar a los países de Europa Occidental y alejarlos de las tentaciones comunistas tras la debacle de la II Guerra Mundial. En esa búsqueda de referentes pasados, el origen de los CACT es un ejemplo modélico de inversión de dinero público para reformular el futuro, en este caso, el de la isla de Lanzarote.

Nacimiento de los CACT

Año 1960. Tras una penosa y larga posguerra, la dictadura franquista está viviendo un cambio de rumbo radical con la llegada de un grupo de tecnócratas, muchos provenientes del Opus Dei, para buscar soluciones con las que escapar del colapso económico. Es el inicio del desarrollismo en España, con el Estado haciendo grandes gastos en diferentes sectores, pero especialmente en una nueva industria llamada turismo. Entre tanto, Lanzarote sigue anclada en su ancestral atraso, aunque la llegada a la presidencia el Cabildo de Lanzarote en 1960 de José Ramírez Cerdá promete nuevos tiempos.

Efectivamente, programas internacionales y nacionales hacen vislumbrar un futuro diferente para Lanzarote ligado al turismo y José Ramírez también apuesta decididamente por destinar los escasos recursos del Cabildo a dibujar un nuevo horizonte para la Isla vinculado a la industria del viaje.

Fruto de ese contexto, el Cabildo empieza a actuar en campos clave (aeropuerto, carreteras, infraestructuras...) y también pone en marcha una serie de intervenciones nuevas en parajes emblemáticos del paisaje de la Isla, con el objetivo de atraer la mirada del turismo internacional. Es el inicio de los CACT, a partir de la inauguración de La Cueva de los Verdes en 1964 y los Jameos del Agua en 1966. Luego siguieron el Monumento del Campesino, el Mirador del Río o la intervención en Timanfaya, antes de fijar los esfuerzos, ya en los años setenta, en un vetusto baluarte defensivo situado a la orilla de Arrecife, entre los puertos de Naos y los Mármoles: el Castillo de San José.

Para desarrollar todo ese programa, Lanzarote aprovechó el viento de cola internacional que acompañaba la instalación del turismo de masas en España. Por ejemplo, la Ley Strauss, denominada así por el Ministro de la antigua República Federal Alemana que la promulgo. Esta norma de la hacienda alemana arbitraba medidas fiscales que favorecieran el fomento de inversiones de capital privado en países en vías de desarrollo. Fue una ley relevante para el impulso turístico que vivieron España y Canarias durante los años sesenta del siglo XX. Más significativos aún fueron los famosos Planes de Desarrollo del tardofranquismo.

Pero el Cabildo de Lanzarote necesitaba algo más para poner en marcha lo que luego se conocería como la red de Centros de Arte, Cultura y Turismo. Y ese algo más vino de la mano de dos mentes políticas privilegiadas, las del tándem formado por José Ramírez Cerdá y Antonio Álvarez.

Era una época muy alejada de la presente, sin los controles actuales, y cuando presidente y vicepresidente ni siquiera estaban liberados a tiempo completo para su cargo, sino que lo compatibilizaban con sus puestos profesiones independientes. El Cabildo de ese momento estaba formado por pocos trabajadores y todo el organigrama cabía en las dos plantas de lo que hoy se conoce como la Casa Amarilla, es decir, el Cabildo viejo de la calle Real.

En cualquier caso, Ramírez y Álvarez lideraron un proceso para “cazar” todas las ayudas posibles en Mancomunidad de Cabildos, Ministerio de Turismo, Ministerio de Hacienda, Planes de Desarrollo estatales, etcétera. Valiéndose de contactos, diligencia y lobbys afines instalados en Gran Canaria y Madrid, ambos consiguieron destinar a Lanzarote fondos estatales y regionales de todo tipo... Pero, aun así no era suficiente.

Ramírez y Álvarez “cazaron” todas las ayudas de la época para hacer los CACT

El plus que en gran medida hizo posible los CACT vino de una solución única, en la que se hizo de la necesidad virtud. Lanzarote no tenían grandes empresas locales en ese momento y su atractivo como tierra de inversión era tan escaso, que gran parte de las licitaciones públicas de la época no atraían a las constructoras regionales, quedando los concursos muchas veces desiertos, de manera que el Cabildo no tuvo más remedio que concebir su propia constructora, desarrollando al máximo el departamento de Vías y Obras, con el capataz general Luis Morales, mano derecha de César Manrique, a la cabeza de todo el equipo. Gracias a esta peculiar fórmula, el Cabildo no solo conseguía sacar adelante los proyectos, sino que lograba precios muy ventajosos, de manera que se conseguían fondos extras para seguir pagando las siguientes obras. Con este planteamiento, y también gracias a la estabilidad política del gobierno de Ramírez, presidente de 1960 a 1974, se pudo ir ejecutando un programa tan amplio como el que puso en pie los CACT.

Antes de dejar el cargo en 1974, José Ramírez y su amigo César Manrique ya tenían la vista puesta en una nueva intervención para un espacio que, a su vez, escondía una historia de inversión pública aún más antigua detrás: el Castillo de San José. Aquella fortificación, que yacía semiabandonada en la bahía de Arrecife a mediados del siglo XX, pero reivindicada por la precursora asociación de Amigos de los Castillos, es otro ejemplo destacado de cómo un plan estatal transformó la realidad de Lanzarote.


Castillo de San José antes de la creación del restaurante. 

‘Fortaleza del Hambre’

Año 1770. A la corte de Carlos III llegan quejas de las graves penurias que pasaban sus remotos súbditos de Lanzarote, una de las islas de Canarias, ese archipiélago del reino que sirve de conexión en los viajes con América. Los lamentos de ese territorio oceánico, olvidado y castigado por sequías, piratas y volcanes no son nada nuevo, pero a Carlos III, rey ilustrado y absolutista, conocido como el Mejor alcalde de Madrid por su afición a las obras, le gusta realizar proyectos y construcciones, aprovechando que la caja de la corona anda un poco más saneada que en reinados anteriores.

Así que Carlos III manda construir un castillo en Lanzarote con un objetivo doble: ayudar a defender la Isla y tratar de paliar la miseria de los isleños dándoles trabajo con la construcción. El resultado fue la creación del Castillo de San José de Arrecife. Como fortificación llegó un tanto tarde, cuando los ataques de corsarios ya habían bajado, pero como estrategia social sí fue efectiva, dando sustento a numerosas familias, por lo que el castillo pasó a ser conocido como la Fortaleza del Hambre.

Aquel viejo castillo pasó a ser en 1976 un hito de la cultura contemporánea en la España de ese momento, al convertirse en la sede el Museo Internacional de Arte Contemporáneo (MIAC) de la mano de César Manrique. Para su inauguración se consiguieron obras de nombres tan reconocidos internacionalmente como Picasso, Albers, Chagall, Bacon, Giacometti o Moore. La colección del MIAC destaca por tener una espléndida selección de los autores españoles más relevantes de los años sesenta y setenta.

Con este proyecto, Manrique también daba alas a dos de sus pasiones: revalorizar el patrimonio arquitectónico de Lanzarote y contribuir a desarrollar el mundo del arte y la cultura en la Isla, dos tendencias que probablemente tuvieron su máxima expresión en la singladura inicial de El Almacén, un espacio artístico y experimental privado nacido en 1974, de la mano de Manrique principalmente, aunque en colaboración con sus amigos Luis Ibáñez, Gerardo Fontes y Pepe Dámaso.

El Almacén fue tan pionero en lo cultural como deficitario en lo económico, de manera que Manrique no pudo seguir pagándolo en los años ochenta, cuando fue adquirido por el Cabildo. De hecho, Manrique estuvo inmerso en graves problemas económicos y con hacienda en esos años. Antes de su venta, El Almacén vivió verdaderos momentos de esplendor cultural, con exposiciones, eventos, presentaciones de libros, obras de teatro o cine de primer nivel.

Dejando a un lado la faceta de activista cultural de Manrique en el MIAC y El Almacén, la intervención en el Castillo de San José es otra obra maestra de la capacidad de César para armonizar respeto histórico con vanguardia artística, en este caso preparando una gran explanada de entrada para realzar la pétrea fachada del castillo, al tiempo que integraba con gran soltura toda la nueva pieza del restaurante, brillante en sus detalles decorativos y en su vista privilegiada de la marina de Arrecife.

MARCIAL MARTÍN, UNA VIDA VINCULADA AL CABILDO Y LOS CACT

El nacimiento de los CACT fue posible gracias al esfuerzo de centenares de trabajadores. Un ejemplo destacado es el de Marcial Martín Bermúdez, quien proviniendo de una familia humilde de Güime entró a trabajar en el Cabildo de Lanzarote como botones en 1962, con apenas 13 años.

Fue el propio José Ramírez quien lo llamó para hacerle la entrevista de trabajo tras haberle conocido como chico de los recados en la farmacia Tenorio, de manera que se convirtió en testigo directo y privilegiado de la forma de actuar de un equipo de personas que cambió la historia de la Isla. Martín se refiere de José Ramírez como “una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida y con una psicología envidiable para elegir equipos y personas”, mientras cuenta anécdotas de todo tipo sobre César Manrique, Jesús Soto, Antonio Álvarez o Luis Morales.

Desde su inicio en el Cabildo, Martín percibió que “algo especial y vital para el futuro de la isla iba a suceder con la creación de los Centros”. Así logró comenzar a trabajar como guía en la Cueva de los Verdes al poco tiempo de abrir, para luego pasar por multitud de cargos dentro de los CACT, como gerente de los Jameos a los 18 años, hasta ser designado director. De hecho, el propio nombre de los CACT es una aportación suya, tras sugerirle a César Manrique que el antiguo término de ‘Centros Turísticos’ se quedaba corto para definir los espacios que actualmente conocemos como Centros de Arte, Cultura y Turismo. Hoy Marcial Martín preside el Comité Asesor Honorífico de los CACT.

Comentarios

Un gran artículo para las generaciones que nacimos con todo ese trabajo ya hecho y que desconocemos la historia de los CACT.

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