“Sin aburrimiento hay un deterioro de la capacidad imaginativa”
Lola López-Mondéjar, psicoanalista y escritora
Lola López-Mondéjar (Molina de Segura, 1958) es psicóloga clínica y escritora. Conferenciante invitada en distintas universidades y asociaciones psicoanalíticas españolas y extranjeras, ha publicado ensayos y obras de ficción. Entre las últimas destacan las novelas Mi amor desgraciado, La primera vez que no te quiero, Cada noche, cada noche, y los libros de relatos El pensamiento mudo de los peces, Lazos de sangre y Qué mundo tan maravilloso. Invitada por la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, López-Mondéjar compartió en la sede de la UNED las tesis de su último ensayo, Sin relato, que ha sumado cuatro ediciones antes de cumplirse el primer año de su publicación y ha cosechado reconocimientos como los premios Anagrama de Ensayo 2024, Importantes de La Opinión 2024 o Alfonso Décimo (categoría de Literatura).
-Comenzó su visita a Lanzarote con un taller con adolescentes. ¿Cómo ha ido?
-Muy bien, siempre me interesa muchísimo confrontar mis tesis con adolescentes. Y a pesar del diagnóstico severo de la situación, que no es solo mío, sino compartido con muchos otros especialistas, ellos no se han opuesto. Ni al diagnóstico, ni a que las redes son adictivas, ni a que su vocabulario decrece, ni a que su inteligencia disminuye, ni a que disminuye su capacidad para la empatía. Y en el turno de preguntas se ha evidenciado un reconocimiento explícito de la impulsividad y la reactividad. “Yo mataría al asesino de mi hermano, a un pederasta, al presidente de Israel”, han dicho varios de ellos. Una respuesta individualista que abandona las normas sociales que nos hemos dado para la convivencia y que habla de una generación poco mediada por el cerebro, por el freno del lóbulo frontal, de las emociones. También hemos hablado de buenas y malas personas... Son temas que les preocupan, pero tienen dificultad para poner palabras a lo que piensan, incluso para pensar, en ocasiones.
-En su ensayo ‘Sin relato’, plantea que el colectivo adolescente es diana de un capitalismo digital que cambia las maneras de relación, la capacidad intelectual y la narrativa identitaria. ¿Qué riesgos o amenazas supone este fenómeno?
-Pues mira, una de las amenazas importantes, que excede el nivel individual y es una cuestión política, tiene que ver con el voto y afecta a la democracia. Como no ofrecemos a los jóvenes soportes identitarios, socializantes, y ni siquiera ya tienen la seguridad de un trabajo, esa incertidumbre identitaria y esa angustia de no saber quiénes son, son aprovechadas por los populismos. Sabemos que es el electorado joven el que más vota a los partidos de ultraderecha; y sobre todo, los varones, los que más sufren, porque el modelo de masculinidad está en crisis. Las chicas ganan con las revoluciones feministas, los chicos pierden los privilegios que tenían en el régimen patriarcal. Y las posiciones de ultraderecha se los ofrecen de nuevo. Así pasó con la primera elección de Donald Trump: los asaltantes del Capitolio eran hombres hipermasculinizados, blancos empobrecidos de comunidades que habían perdido todas sus prerrogativas y que encontraron en el candidato a la presidencia, Trump, la promesa de hacer grande a América otra vez.
“Los amigos digitales no confrontan nunca, son espejos narcisistas”
-Respecto a la incapacidad narrativa, antes era un problema que afectaba a personas con determinados diagnósticos de salud mental, pero ahora se va generalizando, ¿no?
-Sí, se ha universalizado. Siempre hemos sabido de determinadas personas que, cuando tienen un malestar, lo somatizan, lo desplazan al cuerpo. No tienen capacidad de representarlo. Y estos casos puntuales se han extendido a la mayor parte de la población como consecuencia del uso de la tecnología. El predominio de la imagen sobre las palabras, el aprendizaje de las máquinas más que del lenguaje interpersonal, de la lengua materna en el caso de los adolescentes, ha ido atrofiando progresivamente la capacidad de narrar. Y otro factor de peso es el sometimiento a un régimen de entretenimiento que no deja un vacío que nos permita pensar, y al que es difícil resistirse, porque, además, opera como paliativo de la angustia creciente.
-En su opinión, ¿se puede otorgar cierta responsabilidad a las familias, por la educación que no establece autoridad ni límites que definan un camino?
-Y eso tiene mucho que ver también con estos padres que sufren de un anhelo de identidad urgente, que no lo proporciona la sociedad contemporánea. Encuentran en la maternidad o la paternidad la forma de identidad más constante y eterna en su vida, y van a ella como si fuera un salvavidas, como una medalla narcisista. Para ellos, imponer el trauma benéfico del límite supone que los hijos no los van a mirar igual, con el mismo fervor, y eso hiere su narcisismo. No saben ejercer una función paterna y materna que sea limitante, lo que, aunque en sí misma pueda suponer un trauma, también favorece la construcción del yo. Y también es frecuente no dejar al niño aburrirse. El aburrimiento es una fuente de creatividad, donde surge la imaginación creativa. Y si te están proporcionando actividades todo el tiempo, hay un deterioro de la capacidad imaginativa y de la subjetividad.
-Para muchos fue evidente durante la pandemia, ¿no? La gente empezó a cocinar, a hacer crochet, a escribir, a pintar… Actividades que, o tenía aparcadas o no las desarrollaba y, de repente, había tiempo para hacer todo.
-Aunque muchas veces, miméticamente, porque las redes estaban llenas de eso. No hubo siempre una experiencia subjetivada, el resultado de pensar: ¿qué quiero yo hacer? A veces no la había, a veces sí; otras, eran deseos adolescentes, juveniles, infantiles, que de pronto tienen un tiempo para poderse realizar.
“Hoy en día, estamos más preocupados por los ‘likes’ que por un salario justo”
-Respecto a la identidad mimética o adhesiva, menciona a Madame Bovary o a Don Quijote, que querían parecerse a los personajes de sus novelas. Tampoco los modelos de los adolescentes hoy son los mejores, en una sociedad que busca el mínimo esfuerzo y la gratificación inmediata.
-Justo, en absoluto lo son. Ahora mismo, los mediadores del deseo, que para Emma Bovary eran las novelas románticas, y para El Quijote, los libros de caballería, son los youtubers, los tiktokers, los instagramers, que constituyen, en general, propuestas de consumo, pues muestran una vida de lujo aparente. Y proponen una identidad como consumidores, que es lo que Bauman llamó el fetichismo de la identidad. Es decir, creemos que somos distintos, pero consumimos los mismos objetos. Antes de acuñarse el término, Madame Bovary era una consumidora avant la lettre, porque no muere por amor, muere endeudada, porque no puede pagar al prestamista por los productos de lujo que compra. Es una consumidora compulsiva, y sin poder permitírselo.
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-Otro fenómeno derivado de la digitalización es lo que denomina la huida de la fricción, el rechazo al contacto personal que, nuevamente, encuentra en las redes sociales un caldo de cultivo ideal para expandirse.
-Es que mira, el contacto personal, no voy a decir que hiere, pero reduce nuestro narcisismo. Porque el otro es un obstáculo a la expansión de mi yo. En general, solo la mera diferencia, el quantum de alteridad que aporta la presencia, la conversación, las decisiones compartidas con otros, resulta intolerable. Entonces, antes de entrar en esa dinámica de tolerar la reducción de mi narcisismo, preferimos inventarnos amigos virtuales o tener relaciones virtuales, donde el otro cumple una función exclusiva de venir allí donde yo quiero que esté. Y si no lo hace, lo desecho y lo sustituyo.
-Como esos asistentes digitales desarrollados con inteligencia artificial con los que se establecen relaciones afectivas y de amistad.
-Exacto, que se crean para dar respuestas a la carencia afectiva, por ejemplo. Hace poco Zuckerberg dijo que iba a construir unos amigos digitales vinculados al WhatsApp del teléfono. Son amigos que no confrontan nunca, que es lo que hace al otro real cuando te dice: “Yo no estoy de acuerdo con eso”. Los amigos digitales solamente confirman, son espejos narcisistas. Pasa lo mismo con las aplicaciones de terapias digitales. Nunca te van a decir, “eres tú el que tiene que revisarse, eres tú el que falla”. Siempre te van a confirmar aquello que tú estás diciéndoles, porque están configuradas para eso.
-En el mundo de la posverdad, la razón no ayuda. Según sus teorías, el cerebro busca coherencia, reforzar las ideas previas.
-Sí, lo que se denomina sello de confirmación. En general, nuestra atención es captada por aquello que confirma lo que ya pensamos. Y las redes están especialmente diseñadas para darnos aquello que ya hemos buscado previamente y que lo confirma. Eso hace que, al final, vivamos en burbujas, separados unos de otras, y que, de nuevo, se evite la confrontación. Las redes son activas, te buscan para ofrecerte esos contenidos. Luego hay un sesgo de negatividad que también prospera mucho, con noticias desagradables o violentas, que tienen muchos más seguidores que las que son positivas, puro sensacionalismo.
-Y siendo el ser humano un animal adaptativo, ¿sería posible un mundo diferente, no necesariamente peor? ¿Un precariado aceptado socialmente?
-Creo que el precariado ya se ha asumido. Ha sucedido algo muy interesante: a medida que las condiciones materiales de nuestra existencia han ido decreciendo, que se ha roto el estado de bienestar, que la protección de la dignidad de las condiciones de trabajo se ha ido a pique, al mismo tiempo ha aparecido la universalización de la digitalización. Y hemos desplazado las tensiones de autoestima que nos proporcionaba el estatus económico, o tener un trabajo digno, a las redes sociales. Estamos más preocupados por los likes que por un salario justo. Y por eso se ha perdido la militancia, que se ha hecho digital, y cuesta mucho movilizar; hay desafección política y adhesión a las redes sociales, y eso no es algo fortuito, es intencionado. Las grandes empresas quieren ciudadanos pasivos y conformistas. Tú me preguntabas: ¿Aceptaremos el precariado? Por supuesto que sí. Lo estamos aceptando. Es más, lo usamos cuando llamamos para que Glovo nos traigan una pizza.
“El compromiso de pensar el presente me ha alejado de la ficción”
-En esta tesitura, las cuatro ediciones de su ensayo ‘Sin relato’, que no es un texto sencillo, de lectura accesible, son una buena noticia.
-Sí, pienso que el éxito del libro es una buenísima noticia, y la primera sorprendida he sido yo. Es verdad que hice el esfuerzo, o por lo menos esa era mi intención, de construir un relato, es decir, de hacer un libro que pudiera ser profundo, pero ameno a la vez. De coger al lector y acompañarlo, y decirle: “Por aquí puedes pasar con menos atención. No te preocupes, luego volveremos”. Lo que yo digo: si voy a hablar de la falta de capacidad narrativa, voy a proponer la posibilidad de hacer ensayos que sigan un hilo argumental. Y creo que eso es lo que me ha dado la oportunidad de llegar a tantos lectores. A muchos lectores de distintos perfiles. Y el propio hecho de que les interese este asunto es también un buen síntoma. Sobre todo a los docentes, que me han escrito muchísimo, y cuando doy una conferencia siempre vienen. Me dicen: “Has escrito lo que nosotros experimentamos y no sabíamos definir”. Estoy encantada, me invitan a un montón de institutos, aunque a veces no puedo ir porque estoy con cosas que ahora mismo me ocupan más tiempo; tras la charla de esta mañana en el Centro de Profesorado, hay docentes que han contado cómo ha impactado en su alumnado la conversación y cómo han seguido hablando de los temas tratados. Ojalá pudiera multiplicarme para estar en más aulas, pero no puedo.
-Antes de llegar a los ensayos, se ha dedicado a la ficción. ¿Qué le llevó a la literatura?
-Es cierto que he escrito novelas y cuentos antes que ensayo. Me ha alejado de la ficción el mundo, el compromiso de pensar el presente. Será que la realidad me parece tremenda, más tremenda que la ficción. El cambio climático y la crisis medioambiental me han afectado muchísimo y han hecho que no pueda refugiarme en la narrativa, que para mí es un paraíso. Crear personajes, inventar, es delicioso, pero me preocupa el mundo en el que vivo y quería entenderlo. Y eso me llevó poco a poco al ensayo. Sobre todo a los más recientes, Invulnerables e invertebrados y Sin relato, porque antes escribí una trilogía sobre procesos creativos, que es lo contrario del contenido de estos dos últimos. Primero me ocupé de los creadores y luego de las personas que no tienen capacidad de crear.

















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