ENTREVISTA

“Reducir el uso de energía y de algunos recursos no es vivir peor”

Andreu Escrivá, autor de ‘Contra la sostenibilidad’

Saúl García 1 COMENTARIOS 25/03/2023 - 08:46

‘Contra la sostenibilidad. Por qué el desarrollo sostenible no salvará el mundo (y qué hacer al respecto)' acaba de salir y ya va por la segunda edición. Es una especie de guía para afrontar el presente, una herramienta para plantear preguntas que cuestiona los discursos vacíos que afirman que todo es sostenible.

-El primer paso para cambiar de rumbo no es tanto saber adónde vamos sino saber dónde estamos. Y eso equivale a partir de la base de que la sostenibilidad no se sostiene.

-No nos estamos planteando demasiado dónde estamos. También estamos en una sociedad multiestimulada e hiperacelerada y con miedos como la pandemia o la guerra. Y la sostenibilidad suena bien como solución, pero es el momento de decir que llevamos treinta años hablando de esto tratando de aplicar la sostenibilidad y nos tenemos que plantear dónde estamos, si nos ha servido y qué errores hemos cometido, porque la situación no es la adecuada. Resulta que todo es sostenible, pero después la gente percibe que hay un problema muy serio con la contaminación y el cambio climático. Esa reflexión crítica actual es un paso para avanzar, y de momento no ha trascendido a la sociedad, que sigue muy expuesta a grandes discursos publicitarios.

-Además de la sostenibilidad, cuestiona otros conceptos como el de la transición ecológica, porque no es algo a lo que tengamos que llegar o de lo que ocuparnos en el futuro. Sino que hay que actuar ya.

-Hay algunas trampas. La primera es que si pensamos en transición ecológica, pensamos en transición energética, y esa es solo una parte de la transición, que es más que el cambio de fósiles a renovables. La segunda es que pensamos que es un destino, y no es un objetivo en sí mismo, es una herramienta para crear un modelo más justo. Estamos dejando esa transición en manos de los mismos que nos han traído hasta aquí, de las grandes empresas. Mucha gente cree que se les impone esa transición. Percibes que es algo que deciden otros y que tú no participas, y ahí está el problema. Debe ser una herramienta compartida, democrática, que tiene muchos retos y es muy difícil.

-También hay un exceso de confianza en las soluciones tecnológicas: cambiamos los combustibles fósiles por renovables y ya está. Cualquier cosa excepto cuestionar el modelo.

-Yo entiendo el tecnooptimismo. Cualquier persona con setenta u ochenta años, y con menos, ha visto unos cambios tecnológicos en su vida tremendos, y es muy difícil no pensar que ya se inventará algo. Las renovables eran testimoniales hace veinte años y ahora hay un porcentaje elevado. Pero esa confianza en que algo inventarán te exime de actuar en el presente. Otro porcentaje, también de forma legítima, dirá que lo arreglen las mismas empresas que lo han causado. Confluye todo ese tecnooptimismo y esto de que “no es mi culpa” para pensar que habrá un botón mágico en el futuro y se arreglará lo del cambio climático.

-La tecnología plantea soluciones pero también genera problemas. Lanzarote no tenía agua y se desarrolló gracias a la potabilización, pero ahora el problema es de exceso de desarrollo. Por otra parte, ¿la industria turística tiene solución teniendo en cuenta que los turistas tienen que venir en avión?

-Con la energía, es seguir alimentando un modelo que es insostenible, aunque sea más limpia. Y con el agua, muy bien, pero acabas alimentando un modelo insostenible... El turismo que necesita un avión siempre va a ser insostenible, peor yo abogo por abandonar ese paradigma de la sostenibilidad y que asumamos que hay cosas que van a ser insostenibles. ¿Será insostenible coger un avión para irse de vacaciones? Sí. Lo que tenemos que hacer es darle sentido, no sobrecargar y hablar de capacidad de carga.

“Estamos dejando esa transición en manos de los mismos que nos han traído hasta aquí, de las grandes empresas”

-Pero ese concepto es muy variable. Hace años, un millón de turistas al año ya parecía mucho y ahora tenemos tres millones.

-Yo vivo en Valencia, que es una comunidad turística, y hay un autoengaño colectivo, en el cual pensamos que el turismo nos hace más modernos y más prósperos y somos de las comunidades más empobrecidas. Nos tenemos que plantear si seguir buscando fórmulas para alimentar un modelo disfuncional, porque hay tres patas: la ambiental, social y económica. Si esto no funciona de ninguna de las maneras, vamos a repensarlo. Va a haber aviones y vamos a volar, pero habrá que darle sentido y priorizar. Prefiero que el petróleo que quede se lo gaste alguien que vaya a conocer Lanzarote o un vuelo de ayuda humanitaria que un súper rico que va a comprar el pan. Tenemos que estar en paz con esos impactos, conocerlos y enmarcarlos dentro de un modelo que sea sostenible en un sentido profundo. Y entender que lo fundamental es que hay modelos que a largo plazo no son deseables para el territorio aunque a corto plazo nos parezca que son la gallina de los huevos de oro. Los territorios turísticos tenemos un debate pendiente, muy mediatizado por la política, los lobbies de hosteleros, de los hoteles, que pesan mucho... y hay mucho miedo a abandonar aquello que te ha hecho próspero a ojos de la ciudadanía. No hay una solución fácil pero hay límites para todo y también parta la gente que pueda venir. Cuando establezcamos y cambiemos el modelo, vamos a alimentarlo de la forma más limpia posible, pero no por alimentarlo de forma limpia está todo solucionado.

-Dice que el cambio debe tener tres características: bienestar común, planificado y posible, pero a veces se planifica y después no se cumple.

-Revisando legislación ambiental, incluso de gobiernos poco proclives a ello, ves algunos planes o leyes, y no son malos, lo que pasa es que no se aplicaban. Lo importante es hacer cumplir lo que tienes. Incluso elaborados por gobiernos cuya prioridad no era la ambiental, hubiera sido maravilloso. Tú puedes hacer un plan anticontaminación maravilloso pero si no tienes inspectores que controlen nada, vas a fallar. La clave es que haya un debate social compartido y profundo sobre estos temas. Estamos tardando tanto en tratar algunos temas en serio que da la impresión de que ya no tenemos tiempo a nivel social y tenemos que confiar en otras soluciones. Necesitamos establecer mecanismos a nivel local y estatal, como asambleas climáticas, asociaciones de vecinos, hacer que funcionen los presupuestos participativos... Es difícil, ya lo sabemos, pero hay mucha gente que es capaz de articular propuestas serias y valientes. Nuestro deber es tener propuestas que sean recibidas como que nacen de la sociedad. Estas transformaciones profundas, o la gente percibe que nacen de sus anhelos y sus esperanzas o se perciben como una imposición y vamos a tener un problema muy fuerte. Un ejemplo muy claro es la peatonalización en algunas ciudades. Si es una demanda del barrio funciona bien, si se hace desde arriba, no tan bien, aunque después sí funcionen.

-¿Y no cree que hay debates que hay que superar? Con los coches, que están tan ligados a una idea de libertad, pasa algo parecido a lo que pasó con el tabaco, que se hizo por imposición y después lo ha aceptado todo el mundo…

-Tiene que haber una combinación. Las administraciones tienen que tirar de la ciudadanía en algunas partes. Pero que sea estirar para avanzar, no imponer para restringir. A mí me limita mi libertad, y no es broma, que aquí en Valencia haya un tramo enorme sin árboles para llegar a mi casa andando a 40 grados, o me quitan mi libertad de sentarme en un banco en mi calle. La libertad no es moverte en coche, también es aire limpio o moverte alegremente por tu ciudad. Lo que no podemos hacer es abrir el debate a la ciudadanía sin tener una ciudadanía critica informada y capaz de tomar esas decisiones. Para mí, va de forma conjunta. Lo del tabaco, es muy significativo. Recuerdo el revuelo brutal que hubo y luego que la gente lo asumió muy bien. Pero con el tabaco, a pesar de todo, había habido muchos años de campañas contra él, y había una especie de sustrato, y con la movilidad no pasa lo mismo. La gente puede pensar que el coche eléctrico es la solución y es sostenible. Necesitamos que se visualice que la pacificación del tráfico es positiva. El alcalde de Pontevedra decía que el principio le hubieran matado por peatonalizar y ahora lo harían si volviera el tráfico.

“La libertad no es moverte en coche, también es aire limpio o moverte alegremente por tu ciudad”

-Al final, la transición que hay que hacer es de lo individual a lo colectivo...

-Hace falta mostrar una puerta de emergencia para el cambio climático pero por la que quepamos todos, no solo unos pocos, o que haya un portero que pida un ticket de acceso que no podamos pagar la mayoría. Tenemos que buscar soluciones colectivas. Lo importante es caminar a lo colectivo, por eso es importante dejar de hablar de estilos de vida y pasar a condiciones de vida, a que un territorio, un pueblo, te ofrezca condiciones de vida, a pasar a ese marco colectivo en el que nos vamos a sentir más acompañados. Ese es el cambio. Por eso hablo de bienestar, pero de bienestar común, y para ello tiene que estar planificado y que sea justo. Ojalá el petróleo no causara emisiones de CO2 y fuera infinito, pero es que se acaba. Estamos a tiempo de decidir el sentido y el alcance de esa transición. Cuanto más tardemos, menos capacidad tendremos. Visualizar como excluyentes la acción individual y la acción colectiva nos nos lleva a ningún sitio. Todo va unido, es una expresión de un mismo cambio cultural. Y además tenemos un bombardeo constante de publicidad que va en contra de estos valores. Hay que ser lo más coherente posible pero no significa ser siempre perfecto. Con el cambio climático, da la sensación de que tenemos que ser perfectos. Tampoco somos familiares perfectos ni amigos perfectos o trabajadores perfectos. Vamos a darnos un poco de margen…

-Hay que sustituir el concepto de desarrollo sostenible. En el libro apunta que el concepto de decrecimiento podría ser apropiado pero tiene connotaciones negativas...

-La definición verdadera de decrecimiento implica una reducción ordenada, planificada, de recursos por parte de quienes tienen más. Hay gente que aún tiene que crecer. La cuestión es decrecer globalmente, tener menos emisiones a nivel global, una parte gracias a la tecnología y otra disminuyendo el uso de energía. La redistribución debe ser primero por países, los que más contaminen, y dentro de ellos por clases, primero los más ricos. Reducir el uso de energía y de algunos recursos no es vivir peor. Algunos lo ridiculizan, peor decrecer también es que una calle sea más paseable, que no tengas que usar tanto el coche o trabajar un día menos a la semana. El decrecimiento da miedo si se piensa en él como una reducción, pero no tiene que ser malo. Lo que pasa es que en el capitalismo, decrecer significa recesión, y lo podemos acabar pagando los de siempre. Si superamos ese marco capitalista, decrecer es ser más eficiente.

Comentarios

Sostenibilidad implica limitaciones. Y eso no lo han entendido muchos políticos que manosean la sostenibilidad y creen que intercalando dicho término en sus discursos es suficiente. Hay que limitar para implementar la sostenibilidad. Por otro lado, no he visto mayor desigualdad social y económica que en los destinos neta y tradicionalmente turísticos.

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