ENTREVISTA | Luis Díaz Feria

“Que el Cabildo rechazara asumir la potabilización excluyó a Lanzarote de liderar la política del agua en zonas desérticas”

Luis Díaz Feria es arquitecto y comisario de la muestra ‘Memorias de Agua’, sobre la instalación de la primera potabilizadora de Lanzarote, a iniciativa de su padre, Manuel Díaz Rijo

Lourdes Bermejo 2 COMENTARIOS 25/06/2018 - 08:32

-Háblenos de la muestra ‘Memorias de Agua’, sobre el trabajo de su padre, Manuel Díaz Rijo, que se puede visitar en la Casa Amarilla y que comisaría usted.

-La muestra inaugurada hace unos días en La Casa Amarilla se titula ‘Memorias de Agua’ en alusión a las diferentes percepciones que ha supuesto para la sociedad lanzaroteña la disponibilidad o no del agua potable. La cultura insular del agua tuvo un punto de inflexión con el proyecto e implantación de la primera potabilizadora. Supuso para la Isla la posibilidad de soñar con una vida alternativa a la miseria a la que parecía condenada a finales de los años 50. En aquel momento ni las galerías de Famara ni los buques-aljibe consiguieron evitar que se llegase a proponer una evacuación general de la Isla como solución a la falta de agua potable. La muestra se centra sobre todo en esos ‘años de la potabilizadora’. La figura de Manuel Díaz Rijo es clave, qué duda cabe, pero también se ha hecho un esfuerzo en contextualizar su tarea dentro de aquel momento social y económico. Su mundo personal, tanto el entorno familiar como la actividad investigadora; la solvencia técnica de la propuesta de desalación; y, en tercer lugar, el equipo de colaboradores son los tres capítulos en los que se articula la muestra. Se incluyen materiales específicos novedosos, entre los que destaco dos magníficos textos de investigación de Mario Alberto Perdomo y Mariajo Tabar, recogidos en una publicación bilingüe que está disponible en la Casa Amarilla; tres videos editados ‘ad hoc’; la restauración de la maqueta que realizó al jubilarse Ramón Ramos, uno de los operarios técnicos de la potabilizadora; y una serie de objetos, libros y fotografías que ayudan a ubicarse mentalmente en los años de referencia.

-¿Siente que aún había esta deuda con la figura de Manuel Díaz Rijo?

-Mi padre no creía que nadie estuviese en deuda con él por su aportación personal, aun siendo consciente de la trascendencia que la potabilizadora tuvo para la Isla, y quizá incluso más allá de los límites de la Isla. Soy de su misma opinión. Creo que la muestra ha servido para reunir recuerdos y materiales que puede ser interesante revisar hoy, y me sentiría muy satisfecho si quienes nunca tuvieron que vivir la escasez del agua se sienten aproximados sin dramatismo al mundo de sus mayores. Personalmente me ha servido para ordenar y documentar en concreto fechas y sucesos de los que tenía una vivencia algo difusa.

-Siempre dice que Díaz Rijo fue reconocido de sobra por la sociedad civil, pero lo cierto es que se fue sin ser nombrado hijo predilecto de Lanzarote. Desde el Cabildo se aduce que es la propia familia quien de alguna manera rechaza este nombramiento ¿Qué es lo que pasa realmente con este tema?

-Así es, lo expreso en esos términos porque así lo sentía mi padre, por una parte, y porque así lo he vivido yo, por otra. No conozco a nadie que al saber que soy hijo de Manuel Díaz Rijo no emplee unos minutos en recordar que ‘puso el agua en Lanzarote’. Él mismo disfrutó de ese reconocimiento espontáneo que a su vez agradecía sinceramente. Por otro lado, creo que no estaría de más que el Cabildo hiciese un esfuerzo para protocolizar un perfil de tono institucional asumible por las diferentes corporaciones presentes y futuras. De igual manera que los ayuntamientos o cualquier otra entidad representativa de un colectivo. Se tiende a sustituir el razonamiento sobre las cosas por la alusión ‘ad hominem’. Con saña creciente, me temo, y en cualquier latitud. ¿Debería quedar al margen de ese hábito el pequeño gesto de otorgar alguna distinción pública que en realidad no tiene mayor trascendencia para la eventualidad política y que no supone gasto alguno? Así lo creo. El tema no da mucho más de sí.

“Con el mismo énfasis que defendía la gestión pública del agua, rechazaba de plano la gestión politizada del agua. Entre lo público y lo politizado había un abismo, a su entender”

-Definió a su padre como un superhéroe, que, realmente, consiguió una hazaña sin apoyos, movido por su responsabilidad con su Isla. ¿Qué pensaba sobre en lo que ha devenido la gestión del agua? ¿Y del modelo turístico? Él y César compartían una misma visión de futuro.

-Bien, tomemos lo de superhéroe como una licencia literaria filial, claro. Manuel Díaz Rijo diseñó la implantación de la potabilizadora con la idea de que tuviese una gestión pública. Así lo presentó desde el primer momento, una idea a desarrollar desde el Cabildo con el mismo equipo técnico que verificó después el proyecto, la misma maquinaria, idéntica financiación, el mismo esquema de tarifas, etcétera. Contaba con el apoyo del Ayuntamiento de Arrecife que sería el principal beneficiario de disponer de agua corriente. La gestión pública le parecía lo más justo y eficaz, por delante de la gestión privada, que fue finalmente la única opción viable, pero no la primera opción. El Cabildo de entonces rechazó asumir la iniciativa. Eso no impidió que la Isla tuviese agua, como sabemos, pero sí excluyó a Lanzarote de la oportunidad de ejercer un liderazgo en materia de investigación aplicada y política del agua en zonas desérticas, Islas Canarias incluidas, que era una derivada lógica imaginada por mi padre en los primeros tiempos de gestación de la potabilizadora. Gran Canaria y Ceuta, en cambio, se apuntaron de inmediato. Manolo trabajó en paralelo al desarrollo de su instalación en la búsqueda de energías naturales alternativas para la fabricación del agua y de la electricidad, en concreto en la captación de energía geotérmica en Timanfaya. Aquí de nuevo tuvo que conseguir apoyo externo, en este caso del Ente Nacional de la Energía de Italia, nada menos, una empresa pública. También tanteó la posibilidad de desalar el agua de mar mediante dispositivos solares de bajo rendimiento, con la idea puesta en hacer una propuesta para el Sáhara que no tuvo ocasión de plantear formalmente. Sin embargo, hay que recordar que, con el mismo énfasis que defendía la gestión pública del agua, rechazaba de plano la gestión politizada del agua. Entre lo público y lo politizado había un abismo, a su entender. Temía que la segunda opción supusiese abrir la puerta a que la malversación o el reparto especulativo del agua ensombreciesen el logro de tener agua corriente en Lanzarote. En cuanto al modelo turístico, en efecto, Manuel Díaz Rijo y César Manrique compartían y complementaban la misma visión de futuro para la Isla, y con el mismo espíritu innovador. Y no menos importante, coincidían en la necesidad de extremar las precauciones para que el desarrollo de Lanzarote no quedase al albur de los intereses de toda una pléyade de especuladores que flotaba alrededor de las nuevas expectativas.

“El futuro económico, territorial y turístico de Lanzarote se debe y puede plantear acotando el problema cuantitativo”

-Como arquitecto con una perspectiva externa de la Isla, ya que reside buena parte del año en Madrid, ¿Cómo ve usted mismo el desarrollo urbanístico de la Isla, especialmente de la capital, a la que dedicó su discurso de ingreso en la Academia de las Ciencias? ¿Dónde se sitúa en la polémica sobre el uso de la avenida marítima?

-Empiezo por el final de su pregunta, que es la parte fácil. Pasado un tiempo desde la intervención en el tramo central de la avenida de Arrecife, y sin ánimo ni ganas de extenderme, creo que se pueden asumir tres conclusiones: En primer lugar, constatar que a todo aquello que es sustantivo e importante para la ciudad le ha dado exactamente lo mismo la reforma de ese tramo de la Avenida, así como el régimen de uso que se le está dando. Como Arrecife, como los de cualquier ciudad similar, no van por esos derroteros. En segundo lugar, también me parece evidente que ha caído el pulso comercial en el centro de Arrecife. Digamos que coincidiendo con el cierre al tráfico de la avenida, para no quitar del todo la razón a quienes argumentan que ha sido una mera coincidencia y que en realidad el problema comercial del centro de Arrecife es de otro orden. Que también. Y en tercer lugar, creo que sería muy saludable y esclarecedor que el futuro inmediato de la avenida se dirima dentro de unos meses en los programas de las elecciones municipales. De vuelta a la parte difícil de la pregunta, no está de más recordar que Lanzarote ha tenido y tiene un desarrollo urbanístico envidiado y respetado. Todo es perfectible y matizable, pero el caso Lanzarote se observa, se estudia y se trata de imitar en no pocos respetables lugares. Más allá de ese ámbito de apreciación, digamos de clase media, quedan todos aquellos matices puristas, más o menos importantes, por qué no, pero que anticipan, llegado el caso, el diseño de una Isla en la que de entrada usted y yo no estaríamos haciendo esta entrevista porque seríamos demasiado poco solventes, pobres, vaya, para estar aquí. Entiendo que, enmarcada la posibilidad de crítica y de construcción de un futuro dentro de estos modestos márgenes de solidaridad transversal, hay mucho que decir y muy interesante. En particular, Arrecife como ciudad pequeña tiene ante sí, creo que por suerte, todos los problemas del mundo, que es lo mismo que decir, todas las oportunidades del mundo. Muy concretas y muy realizables, por cierto. Arrecife no está ni mucho menos paralizada. La administración pública no está presente todo lo que se espera de ella, esclerosis compartida entre Ayuntamiento, Cabildo, autonomía y Estado, pero la acción espontánea de la gente está bastante en marcha y nunca ha dejado de estarlo. En Arrecife se llama Argana. Es la segunda vez en los tiempos recientes que la energía popular sustituye a la acción pública reglada en la construcción de Arrecife. Y con un resultado a medio plazo que a todas luces mejora el de los barrios supuestamente planificados. La primera vez se llama Playa Honda, aunque administrativamente no esté incluida en Arrecife. Lamentablemente, el ‘profesionismo’ y la burocracia urbanística se comportan como si estos fenómenos no ocurriesen y ponen sobre la mesa planes y papeles que parecen salidos de una realidad imaginaria y que, tras atenta lectura, suscitan simplemente una pregunta sencilla: ¿para quién están trabajando ustedes? Por otra parte, creo firmemente en la posibilidad de formular un futuro urbano de calidad para la Isla, con una personalidad diferenciada e inclusivo de todas las facetas y de toda la población insular. Para ello, aparte de sacudirse el enfoque depresivo con el que solemos abordar la circunstancia actual, me parece imprescindible entender y potenciar que la estructura urbana insular básica está ya formada por una conurbación lineal unitaria, que comprende veinticinco kilómetros de costa y que requiere muy probablemente un diseño diferente de la administración municipal.

-¿Comparte las tesis de algunos estudiosos que asegura que se están desvirtuando los parámetros del modelo manriqueño?

-No soy muy dado a suscribir la revisión de pasados que supuestamente fueron mejores. El modelo territorial y turístico de Lanzarote es ahora básicamente el mismo que se suscribió bastante consensuadamente hacia 1975. César Manrique aportó una visión original muy importante que fue suscrita por la práctica totalidad de los agentes implicados en el desarrollo turístico de Lanzarote. Así se reconoce internacionalmente, y en esas estamos. No veo un problema de modelo, sino de número. El Plan Insular corrigió a la baja el dimensionamiento previsto para la Isla en la década de los setenta, definiendo unos nuevos techos que la Isla no ha alcanzado hoy por hoy. Creo que es un momento oportuno para revisar de nuevo ese escenario en toda su complejidad. Entretanto, ni se puede responsabilizar a César Manrique de la situación de la Isla, ni se puede simplificar la realidad insular esgrimiendo un supuesto catecismo del que se estaría supuestamente desviando la pecadora sociedad actual. Toca de nuevo dar la voz de alarma ante la recurrencia de un tipo de manifestaciones muy escoradas a la evaluación esteticista que, referidas a la autenticidad de lo territorial lanzaroteño, llaman a la ‘higienización del desvío moral en el que nos encontramos’. Detrás de ese planteamiento, que omite casi cualquier análisis de la problemática social de base, vivienda, sanidad y educación a la cabeza, claro, siempre ha flotado la posibilidad de establecer fórmulas estéticas de certificación exclusiva que servirían de coartada fácil a la especulación más ruda. El futuro económico, territorial y turístico de Lanzarote se debe y puede plantear acotando el problema cuantitativo. De hecho, la tendencia actual, en relación con los años ochenta o los dosmiles, ya camina en ese sentido. Ahora hace falta trabajar mucho el espíritu de los acuerdos, y hacerlos girar alrededor de las propuestas, no tanto de las personas.

“La nueva Ley del Suelo agrava, en mi opinión, la situación de inseguridad jurídica de la que se partía, además de renunciar a definir una estructura del territorio entendible y previsible”

-Valore la Ley del Suelo de Canarias. ¿Es, verdaderamente, una especie de coladero para la turistificación?

-La reciente experiencia habida con ocasión de la formulación de la Ley del Suelo de Canarias fue muy llamativa. Se partía de un problema con cuyo enunciado estábamos todos de acuerdo: la madeja legislativa improvisada en los últimos veinte años, con independencia de lo que cada uno opinase sobre cada fragmento normativo, había dado lugar a una ‘chapuza refundida’ de imposible cumplimiento. Además, en ciertos aspectos resultaba tan contradictoria en sí misma que colocaba a los funcionarios encargados de su vigilancia y cumplimiento sistemáticamente al borde de la prevaricación, fuese cual fuese el sentido que quisieran darle a sus informes. Pues bien, el deseable debate, al que hubiesen contribuido positivamente las históricas asociaciones de base que ha habido en Lanzarote, se saldó con un simulacro de adhesiones a las mismas posturas ‘viejunas’ que se supone que había que superar. No hubo discusión pública sobre los procedimientos o sobre las metas, salvo contadas excepciones, se consolidó el mensaje mezquino de que los políticos de pueblo son más corruptos que los de la capital y se libró una batallita de etiquetas arrojadizas, del tipo todos contra todos. El resultado es que la nueva ley agrava, en mi opinión, la situación de inseguridad jurídica de la que se partía, además de renunciar a definir una estructura del territorio entendible y previsible, con lo que el resultado a corto plazo no creo que se asemeje a un coladero de iniciativas, sean estas calificadas como turistificadoras o como ‘molonas’. Encuentro más probable un refuerzo de la parálisis administrativa. ¿Qué hace una corporación con un plan general rarito como el que se ha presentado recientemente en Arrecife? ¿Se arriesgan concejal por concejal a ser el último escudo jurídico en el recorrido de la aprobación? Circunstancias que en Lanzarote se suman a la irritante falta de implicación pública con el problema de la vivienda. Propondría dejarlo todo y dedicar un esfuerzo de consenso a resolver este punto. Sin simplificaciones.

Comentarios

Pepín Ramírez aquí erró al no apoyar el proyecto, pero por suerte la perseverancia del padre de este señor hizo que finalmente se consiguiera y que diera comienzo una nueva era para Lanzarote.
Si el Cabildo hubiera asumido el proyecto posiblemente se hubiera ido al garete entre trámites, papeles, informes, sobres, cargos y demás burocracia. Salió adelante porque la sociedad conejera tiró palante, si no, estariamos todavía mirando las galerías de Famara.

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