ENTREVISTA

“El término cambio climático no expresa que lo que existe es una guerra declarada contra la naturaleza”

Manuel Rivas, escritor y periodista

Manuel Rivas visitó Lanzarote para participar en los actos del centenario de Manrique. Foto: Manolo de la Hoz.
M. Riveiro 1 COMENTARIOS 06/10/2019 - 07:42

-En Lanzarote imparte la conferencia titulada “En la boca de la literatura” y sostiene que la literatura no tiene dueño y no está subordinada a ningún poder. ¿Es la ficción la mejor herramienta para aproximarse a la realidad?

-La literatura es un lenguaje donde alcanzamos la libertad y, en ese sentido, no tiene dueño. Por eso fue necesaria la literatura antes incluso de que existiera el libro. Lo más definitorio del ser humano, lo que lo distingue de los demás, es que es capaz de contar historias. Los pueblos que cantan, que tienen poesía, no se mueren de frío, no se mueren de hambre… hay en el coro de Antígona un momento en el que se dice que en el mundo, en el universo, hay cosas muy extrañas, pero lo más extraño es el ser humano.

-En uno de sus últimos relatos publicados, en el libro ‘Vivir sin permiso y otras historias de Oeste’, se traza un retrato de una juventud, en la Costa da Morte, sin demasiada esperanza ni un rumbo claro.

-Me parece que la esperanza –es una idea de Rafael Sánchez Ferlosio- se esconde en la palabra desesperanza… Creo que hay esperanza cuando la gente lucha. La Costa da Morte podríamos definirla como un país acantilado, en el que la gente vive y lucha en ese límite que es el acantilado. La humanidad también está en esa psicogeografía del acantilado y todos vivimos un poco en el borde, con esa impresión de estar en lo que se ha llamado la sociedad del riesgo. Nunca antes estuvo tan en cuestión la propia vida, con una sensación apocalíptica. Y eso que yo procuro nunca ser del Partido Apocalíptico… En el fondo, el tener conciencia de la pérdida de esperanza es una esperanza en sí misma. Lo peor es cuando no existe esa conciencia, cuando no tienes presente que te están robando la línea del horizonte.

“Tener conciencia de la pérdida de esperanza es una esperanza en sí misma. Lo peor es cuando no existe esa conciencia, cuando no tienes presente que te están robando la línea del horizonte”

-En la actualidad hay manifestaciones públicas que evidencian un alto grado de conciencia, por ejemplo sobre los límites del planeta con el calentamiento global, pero ¿no será quizás demasiado tarde?

-Vivimos, y creo que es algo que comparte mucha gente, en un estado de desasosiego. Por una parte, ésta es una época en la que hay una utopía tecnológica, lo que podíamos llamar irónicamente el solucionismo tecnológico. Parece que por fin la humanidad, si tiene un móvil en sus manos, ya dispone de lo que en los cuentos tradicionales llamaban el objeto mágico, que iba a cambiar el cuento de tu vida. Es una percepción de superpoder, cuando realmente, a la par que se produce esa superstición o milagrería tecnológica, se desarrolla un proceso de descivilización en otros campos, de sustracción de libertades y de derechos. Hay mucho discurso sobre el cambio climático, que me parece un término neutro que no expresa la gravedad de lo que está pasando, y yo hablaría más bien de una guerra contra la naturaleza, a veces declarada abiertamente, como cuando se permite quemar activamente el Amazonas o la utilización de productos como el glifosato… Podemos poner muchos ejemplos que confirman una especie de violencia que viene dada por un capitalismo impaciente, muy depredatorio, con una codicia por acumular que se multiplica. Creo que la sensación de desasosiego se produce porque la vergüenza por lo que está pasando y la toma de conciencia se traducen muy lentamente en actos, mientras que el proceso de depredación es voraz, aceleradísimo. En cualquier caso, es mejor, en vez de situarse en el terreno de las profecías, hacerlo en el terreno de la lucha, desde lo local a lo universal.

-Después de una carrera jalonada por éxitos, tanto en ventas como en crítica, y obras que han marcado la narrativa gallega y española desde los años 90, ¿cómo pasa desapercibido para captar esos momentos de los que se nutren las narraciones?

-Siempre sientes como si fuera la primera vez. Hay una condición que caracteriza el escribir o el pintar, lo que podríamos llamar ser artista. En Cartas a Theo de Van Gogh, un libro muy entrañable y a la vez duro, hay una parte en la que se muestra esa fragilidad cuando describe que alguien se ha reído de él porque quiere ser artista. Ser artista es buscar y nunca conseguir lo que quieres. Cuando comienzo y se pone en marcha el andar de la literatura siempre recuerdo la figura del vagabundo de Charlot: vas buscando un camino y te tienes que abrir paso. Las medallas de antes no valen, y el éxito, si habláramos en esos términos, es para el libro.

-¿Cómo eclosiona el proceso creativo?

-Para mí, la soledad es un punto de partida, para encriptarte y meterte en tu concha. Pero lo más importante al principio, la herramienta fundamental, es la escucha. No solo escuchar a la gente sino también, digamos, a las personas no humanas. Recuerdo que supe lo que era la guerra por las historias de pájaros que me contaban mis abuelos. Vivían en sitios diferentes y tenían oficios distintos. En cambio, supieron que venía la guerra por los pájaros. Es lo que los griegos llamaban la ornitomancia. Por ejemplo, mi abuelo campesino, de Corpo Santo, contaba que a principios de julio vio pelearse a dos abubillas que se picoteaban brutalmente. Él, con el bastón, intentaba separarlas, se apartaban pero volvían. En la gente campesina y en la gente del mar, la que se relaciona con la naturaleza de verdad, es fundamental esa escucha. De hecho, en los pueblos marineros había gente a la que llamaban escoitas. Decía Cunqueiro, con gracia, que tenían una oreja más grande que la otra, como una caracola. Eran los que oían al mar, que habla y está avisando. Podemos ver lo que está pasando en el mundo a partir de los seres más menudos, al igual que en una gota de agua se refleja el universo.

“La calidad, en la literatura o en una serie de televisión, se consigue en la línea de sutura entre realidad y ficción, porque en el fondo, lo que llamamos realidad, es un círculo en la vida”

-Ha compaginado el periodismo con la literatura, que tienen elementos comunes, desde que siguiera el consejo materno de buscarse un oficio en el que no se mojara, un día que su padre llegó a casa empapado del trabajo. ¿Cómo ve el papel del periodismo a día de hoy?

-En la revista Luzes, con la que vamos a cumplir seis años en diciembre, que es mensual y tiene 120 páginas, estoy de codirector con Xosé Manuel Pereiro. Creo que es la segunda mejor revista del mundo (sonríe)... Es una experiencia extraordinaria. Quisimos hacerla en papel porque nos parece que es lo más moderno y lo más vanguardista. No hay un capital detrás sino las suscripciones y los lectores que la compran, y el objetivo es crear un espacio. Llevamos ya casi 2.000 personas que han colaborado y el mapa del mundo que dibuja es increíble. Fundamentalmente se trata, desde Galicia, de tener el planeta en la cabeza. Lo conseguimos gracias a la nueva emigración, gente dispersa por el mundo que tiene un lugar para contar lo que está viviendo. Para nosotros es una revista literaria. Un reportaje tiene que estar escrito con el mismo mimo y con el mismo estilo con el que se escribe un relato. Me río cuando digo la palabra estilo, porque hay quien se cabrea mucho. Me acuerdo de un cuento de Cortázar sobre un boxeador, Torito, que está muy enojado porque un comentarista, después de un combate, escribió: “Lo malo de Torito es que no tiene estilo”. ¡Mira cómo el boxeador sabía lo que era el estilo! Hablábamos al principio sobre la realidad y la ficción. La calidad, en la literatura o en una serie de televisión, se consigue en la línea de sutura entre realidad y ficción, porque en el fondo, lo que llamamos realidad, es un círculo en la vida. ¿Los sueños no son parte de la realidad? ¿Y la imaginación creativa? Al soñar algo estás construyendo, produciendo realidad; la naturaleza construye realidad… esa araña que empieza a tejer de forma imperceptible y boom, termina creando algo. El periodismo creo que tiene que ser literatura. Y me da rabia cuando, a veces, se critica la búsqueda de calidad en la línea de sutura. Esa idea del periodismo como algo estándar es una de las razones de la crisis del periodismo. No solo influye el aspecto económico o tecnológico. Hay una parte, en el fondo, de descreimiento, de falta de fe en el propio periodismo.

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El regalo de la FCM a esta isla no tiene precio. Gracias por ofrecernos la posibilidad de disfrutar de personas de la altura de los ponentes del centenario.

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