Ana Carrasco

En tu honor

"Los relatos surgen del contacto con la vida"
Maitreyi Devi

 

Leo a la vez La noche bengalí y El amor no muere. El pequeño volumen de 15 por 15 cm, que reúne las dos obras, es como una gran piñata mágica que al abrirse va soltando frases; y te alzas para atraparlas antes de que caigan en el olvido. Quiero subrayarlas, retenerlas, ofrecerlas. Cuando una ve o lee algo bello, quiere compartirlo, decirle a los demás, ¡miren, miren, no se lo pierdan! De ahí este artículo.

Quien tenga esta edición en sus manos, solo con un giro podrá leer a él, o a ella. Él es Mircea Eliane, el joven bucarestino que viajó en los años 30 a la India para formarse en filosofía oriental. Ella es Maitreyi Devi, la escritora india, que a los 16 años publicó su primer poemario con un prefacio de Rabindranath Tagore.

Como fue concebido este universo de palabras es singular. En 1933, él escribe una novela, La noche bengalí, que recoge su experiencia en la India y la relación amorosa con ella. Cuarenta y dos años después, ella la lee y narra los hechos para decirle, decirnos, esta es la verdad, fue así. El amor no muere es una obra bellísima. Ella, que tiene el alma poeta, escribe: "El tiempo no está anclado en ninguna parte. No hay delante, ni detrás, ni lados. El tiempo no sale ni se pone. El infinito se vuelve finito solo para expresarme".

Sus novelas: dos versiones de un amor inviable, porque en la India de entonces, quien determinaba la vida de las personas era la pertenencia a una casta. ¿Casarse con un joven europeo? Más que prohibido, ¡vaya deshonra!

"En el corazón de los humanos no hay castas; allí une Dios a sus criaturas..." escribió el poeta filósofo y amigo personal de Maitreyi Devi, Tagore. Ella, que fue su fiel discípula, siguió sus enseñanzas en la búsqueda incondicional de la verdad.

—¿Quién fue tu primer amor? Dímelo, por favor dímelo—Insiste Mircea.

—Un árbol, amé a un árbol—Responde Maitreyi.

"Los árboles son un esfuerzo sin fin de la tierra para hablar con el cielo que escucha", afirma Tagore.

Semanas antes de empezar a leer esta magnífica edición, había explorado la selva de internet para buscar un poema que enalteciera a los árboles. Necesitaba encontrar uno bello, porque en ese momento me bullía un sentimiento de tristeza e indignación al conocer que el pino marítimo, Casuarina equisetifolia, de la plaza de la iglesia de San Ginés, sería sacrificado ante la restauración del espacio. Anhelaba tanto su indulto como la esperada remodelación del espacio. Me preguntaba, ¿no puede ser compatible la vida y lo inerte? Al volver a leer el poema seleccionado, caí en la cuenta de que su autoría se atribuye a Tagore. ¡Vaya!, me digo. ¡Qué cosas tiene la vida!

Indagando, ahora sé que otra importante poetisa india, Toru Dutt, publicó en 1881 una antología que lleva por título "El árbol de Casuarina". El bello poema honra al majestuoso árbol que de niña solía ver desde su ventana, un árbol amado por su alma que le trae momentos felices y valora por ser morada de multitud de especies.

La Casuarina de Toru Dutt se lamenta con un murmullo fúnebre. La casuarina de mi niñez, el árbol de la niñez de las personas nacidas en Arrecife, tiene los días contados. ¡Mírenla, mírenla! Retengamos en nuestra retina y memoria al árbol que lleva décadas siendo testigo de bodas, bautizos y entierros, de llantos y risas, de niñas corriendo con zapatos blancos, porque pronto veremos a sus viejas ramas llorar la savia que lo nutre. A sus pies no estarán las alfombras de sal, sino las bandejas para escombros que lo llevarán al vertedero.

Es a él, a quien dedico el poema que escribió Rabindranath Tagore.

"Viajero, escucha"

 

Yo soy la tabla de tu cuna,
la madera de tu barca,
la superficie de tu mesa,
la puerta de tu casa.

 

Yo soy el mango de tu herramienta,
el bastón de tu vejez.
Yo soy el fruto que te regala y te nutre.
La sombra bienhechora que te cobija
contra los ardores del estío,
el refugio amable de los pájaros
que alegran con su canto tus horas
y limpian de insectos tus campos.

 

Yo soy la hermosura del paisaje,
el encanto de la huerta,
la señal de la montaña,
el lindero del camino...

 

Yo soy la leña que te calienta
en los días de invierno,
el perfume que te regala y
embalsama el aire a todas horas,
la salud de tu cuerpo y la alegría de
tu alma.

 

Por último soy la madera de tu ataúd.
Por todo esto, viajero tú que
me contemplas,
tú que me plantaste con tu mano y
puedes llamarme hijo,
o que me has contemplado tantas
veces,
mírame bien,
pero... no me hagas daño.

 

P.D. Con la frase "Que el Amor te defienda de la maldición del olvido", termina el poema de Dutt.

Toru Dutt murió con 21 años de tuberculosis. El poema fue descubierto entre sus escritos después de su muerte.

 

Comentarios

Yo he echado en falta ese mismo sentimiento por los cientos de palmeras que han dejado morir en esta isla, Arrecife incluida. El amor selectivo por una frente a otras, me parece una impostura.
Y yo por las araucarias que se cargaron por salvar a las garzas cochinas.
Nadie dedicó un poema a las decenas de casuarinas que talaron y que había plantadas desde la altura de la calle Real hasta la altura del club Náutico. Unas birrias de árboles que plantaron en los años 50/60, no por bonitos, sino por resistentes. La verdad es que eran un espanto y ni sombra ni nada.
Precioso artículo. Muchas gracias por tanta belleza.
Magnífico, emotivo.
Muy profético el poema, porque quien autorize la tala hará con su madera el ataúd para su cadáver político. Recuerdo que hablamos de un árbol protegido por patrimonio, que es uno de los más viejos de la ciudad, el más alto de esa plaza y que además está sano y perfectamente adaptado al clima. No se puede talar simplemente porque mueve una bola de cemento, y menos usando fondos Next Generation.
Siempre que leo tus artículos me emociono, me encanta cómo unes vidas, reflexiones, poemas y situaciones del presente. ¡Que el amor te defienda!
Demasiado filosófico y sentimental artículo para algo claro y rotundo en esta isla : nos importa un pimiento que corten uno o diez árboles . La filosofía en los tiempos que corren sirve para poco .
Qué emotivo todo lo que escribes. Yo también indultaria ese árbol que nos abraza con su sombra. Qué verdugos se atreveran con su hacha?
Lo más probable es que la decisión final la tome un comité ético, así que yo diría que la filosofía es fundamental en este asunto. Si quieres una critica desde el aspecto técnico, puedes escuchar: https://open.spotify.com/episode/0A5KU5wLpJ3Fb2LuZebiqe (min 13).
En este mismo diario he publicado más artículos y mucha poesía dedicada a los árboles. Porque todo árbol merece agradecimiento. Si pensamos que podemos respirar gracias a ellos, ningún árbol puede considerarse un espanto. Nos pueden gustar o no, estar más o menos vinculados a nuestras vidas emocionales. Recuerdo de pequeña las bombillas de colores y los regalos colagados de las casuarinas de la avenida por Navidad. Ellas se mantienen en mi memoria. Comparto enlace de otros artículos. https://www.diariodelanzarote.com/opinion/%C3%A1rboles https://www.diariodelanzarote.com/opinion/lo-invisible
La emotividad hiperventilada... esa postenfermedad de nuestro tiempo postenfermo... Yo también tengo mi memoria, tú también, ella también, nosotras también y ustedes y ellos tienen su memoria. A veces, coinciden, otras son memorias íntimas, en ocasiones difieren, se enriquecen y se ramifican como el cuerpo de los árboles. ¿Qué memoria/as tenemos derecho entonces a convertir en razón pública y túmulo comunitario? ¿Tu árbol, mi árbol, su árbol? ¿Qué ciudadano tiene derecho a erigir su memoria particular como un monumento público de antaño en una sociedad democrática convencional (o algo parecido) diversa? Me pregunto: ¿Se arroga el derecho la dictadura sentimental de la emotividad personal hiperventilada?
Estimada Ana , habla usted de un árbol y yo de cientos y cientos de palmeras que todos los políticos de distinto color ( eso dicen )que han pasado y están han pasado olímpicamente dejándolos morir porque claro estaban todos ocupados año tras año en organizar conciertos, fiestas y ferias gastronómicas y el dinero no daba para más . Por eso escribí que a todos , todos , los árboles nos importan un pimiento y que la filosofía, los sentimientos están para otras cosas como las celebraciones .
Me encantan las críticas que hacen algunos contra la emoción y la filosofía, porque sin darse cuenta demuestran que es más que un árbol; es un símbolo del alma de Lanzarote; es uno de los primeros juguetes de viento que puso César.
Sobra papanatismo
Suponemos que a usted Julia la cultura , el medio ambiente y nuestro entorno le parece de tontos . Curiosamente una mayoría pensamos que los tontos son justo los que pasan de todo lo que realmente nos asegura un futuro y en especial el de nuestros hijos .
Ñooos, qué viejuno este rollo

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