1 COMENTARIOS 07/11/2017 - 04:39

Durante la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible que se celebró en abril de 1995 en Lanzarote se firmó la Carta del turismo sostenible, un ambicioso documento que debía someterse a la Asamblea General de Naciones Unidas y que instaba, “con carácter de urgencia, a todos los gobiernos, estatales y regionales, a formular planes de acción para un desarrollo sostenible aplicados al turismo”.

Ese año, según los datos de la Organización Mundial del Turismo, se registraron 525 millones de turistas internacionales. El año pasado fueron 1.235. En estos 22 años sólo ha habido un retroceso, entre 2008 y 2009. El año pasado, la OMT destacaba que “2016 ha sido el séptimo año consecutivo de crecimiento sostenido tras la crisis económica y financiera mundial de 2009” y que “los ingresos por turismo internacional han crecido a un ritmo similar en este periodo”.

La Carta reunía 18 puntos o recomendaciones para alcanzar un turismo sostenible. Sólo como resumen, sin ánimo de ser exhaustivo: “El turismo ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales”. “La actividad turística deberá prever una evolución aceptable respecto a su incidencia sobre los recursos naturales, la biodiversidad y la capacidad de asimilación de los impactos y residuos producidos”. “La actividad turística ha de considerar los efectos inducidos sobre el patrimonio cultural y los elementos, actividades y dinámicas tradicionales de las comunidades locales”. “Para participar en el desarrollo sostenible, el turismo debe asentarse sobre la diversidad de oportunidades ofrecidas por la economía local, garantizando su plena integración y contribuyendo positivamente al desarrollo económico local”. “Urge impulsar medidas que permitan un reparto más equitativo de los beneficios y cargas producidos por el turismo”. “Habrá de prestarse una atención especial al papel del transporte y sus efectos sobre el medio ambiente en la actividad turística, así como al desarrollo de instrumentos y medidas orientadas a reducir el uso de energías y recursos no renovables, fomentando además el reciclaje y la minimización de residuos en las instalaciones turísticas”.

Y la mejor de todas, que podría servir como resumen: “Toda opción de desarrollo turístico debe repercutir de forma efectiva en la mejora de la calidad de vida de la población e incidir en el enriquecimiento sociocultural de cada destino”.

El mes pasado se celebró en Jameos del Agua el encuentro ‘La sostenibilidad como factor clave de competitividad en la industria turística’, organizado por la Sociedad de Promoción Exterior y el Instituto de Turismo Responsable y con el patrocinio de la OMT y la colaboración de la patronal Asolan. El Cabildo califica la elección de Lanzarote para este Congreso como “un claro espaldarazo y un reconocimiento expreso a nuestra trayectoria medioambiental y nos proyecta en el exterior consolidándonos como destino genuino con identidad propia, como referente en materia de desarrollo sostenible vinculado al turismo y como destino líder”. El presidente del Gobierno de Canarias y promotor de la Ley del Suelo, Fernando Clavijo, aseguró que Lanzarote “es el paradigma de territorio que ha sabido combinar sus esfuerzos de progreso y desarrollo con acciones que están a la vanguardia en la conservación del medio ambiente” y que la Isla es “el espejo en el que mirar cuando se trata de acompasar el desarrollo económico y social con un respeto exquisito hacia el entorno”. Y el siempre ponderado Pedro San Ginés, presidente del Cabildo de Lanzarote, dijo que no concibe “una industria turística sostenible si ésta no contribuye a hacernos más felices a todos sin excepción: no sólo a los turistas, sino al pueblo lanzaroteño como comunidad de acogida”.

No soy partidario de explicar los chistes, pero en esta ocasión haré una excepción. Pero primero, unos datos para una mejor comprensión.

En resumen, en cuanto al “reparto más equitativo de los beneficios y cargas producidos por el turismo”, se han repartido de esta forma: los beneficios para una minoría y las cargas para la mayoría. Ha subido la ocupación pero no han mejorado los sueldos

En 1995, cuando se firmó esa Carta, Lanzarote tenía 76.413 habitantes. Hoy tiene casi el doble: 145.084. Aquel año llegaron 1,3 millones de turistas. El año pasado, casi tres millones. El consumo de agua ha pasado de 7,4 millones de metros cúbicos a 13,2 y el de energía, de 370.685 megavatios hora a 802.215. En el mismo periodo, la producción de renovables sólo ha evolucionado de 18.755 kilovatios a 24.330, pero las plazas turísticas han pasado de 48.570 a 72.376. La ocupación es casi la misma, entre el 88 y el 89 por ciento, pero en 2009 llegó a bajar hasta el 65 por ciento. El año pasado la tarifa media diaria para alojarse subió casi un seis por ciento, pero el gasto en destino, en estos 22 años, ha pasado solamente de 24,6 euros a 34,2.

Supongo que no hace falta contarles a muchos de ustedes la evolución, o involución, de las condiciones laborales que había en el sector en 1995 y las que hay ahora: sueldos de 700 euros, medias jornadas que se convierten en enteras, contratos por horas… Y en calidad de vida, quizá sobre con recordar las listas de espera en sanidad o la emergencia social para encontrar casa de alquiler a precios razonables.

En resumen, en cuanto al “reparto más equitativo de los beneficios y cargas producidos por el turismo”, se han repartido de esta forma: los beneficios para una minoría y las cargas para la mayoría. Ha subido la ocupación turística y ha aumentado el precio pero no han mejorado ni la contratación ni los sueldos. O dicho de otra forma: han subido los ingresos y no los gastos.

De esto no se habló en el pasado encuentro en Jameos. Tampoco se habló de las 27 licencias anuladas a hoteles, ni de los escandalosos casos de corrupción, ni de la dependencia absoluta del petróleo para traer turistas y mercancías, o de la total dependencia del exterior para alimentar a la población ni de la nula apuesta por una movilidad que elimine gran parte de los coches de la Isla. ¿Es sostenible una sociedad así o sólo es sostenible su industria turística? ¿Es sostenible una sociedad a la que se le llama destino? Quizá el problema esté en el enunciado del encuentro, que no engaña: ‘La sostenibilidad como factor clave de competitividad en la industria turística’. Factor de competitividad, no objetivo.

Comentarios

En Montaña Roja se van a hacer 5 hoteles y miles de camas. No a los destructores del territorio!!!

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