Una cosa es afirmar y otra es demostrar, del mismo modo que no basta con decir para materializar. Se ha extendido la política de declaraciones, para la que se necesita a políticos haciendo declaraciones, pero que no es exactamente lo mismo que el hecho de que haya políticos declarando. Una declaración de intenciones es un deseo, pero no es un hecho.

Por ir a lo concreto, es más sencillo declarar la emergencia climática que llevar a cabo acciones reales contra el cambio climático. Es más sencillo decir que hay que reducir las emisiones que enfrentarse a un compañero de partido que quiere hacer una carretera, igual que es más fácil afirmar que hay que apostar por el transporte público pero no destinar un presupuesto acorde a este deseo. Y es mucho más sencillo, por supuesto, dar un premio a la Fundación César Manrique que aplicar mínimamente algunos de sus postulados. Y, por supuesto, es más fácil decir que se abre un expediente a Canal Gestión que abordar el problema real del agua, que necesita de muchos millones de euros. Pero así parece que se hace algo.

También es más sencillo decir que se está en contra de algo, y demostrarlo públicamente, que estar cerca de poder hacer algo real para cambiarlo. Por eso, es más fácil dibujar un mural contra la violencia de género en la biblioteca para “crear un espacio de encuentro y reflexión para que las mujeres se sientan seguras”, que avanzar hacia que se sientan seguras en todos los espacios. Del mismo modo, no se puede estar en contra de decir que “la solución no es que las mujeres y niñas se queden en casa, si alguien debe ser expulsado de los espacios de ocio público son los delincuentes que causan el daño”. Lo complicado es cómo conseguirlo.

Es que hacer declaraciones es muy sencillo. Y si no, que se lo digan a Pedro San Ginés, que tiene que declarar en el Juzgado, pero que antes de declarar ya hace declaraciones mediante un comunicado. Una cosa es decir que tu casa es tuya y la has pagado, y otra, demostrarlo.