Un borracho da vueltas cabizbajo alrededor de la luz de una farola. Busca las llaves de casa. Cuando le preguntan si las ha perdido ahí, dice. “No, pero aquí hay luz”. Es un chiste, pero también es un gag que se repite en la pista de un circo con un payaso sobre un círculo iluminado. Y esa misma historia, con diferentes detalles, aparecía ya en libros árabes e indios desde el Siglo X. Las circunstancias varían pero la historia es la misma.
Las historias, la ficción, siempre han intentado explicar el mundo. Tras la anécdota hay un significado oculto, más profundo. En este caso, que es mejor buscar donde hay luz.
En el año 2000 se convocó en Arrecife una manifestación pidiendo una ley de residencia. Habían comenzado a llegar las pateras y la mano de obra desde Colombia, principalmente. Como no se podía convocar una manifestación xenófoba sin disimulo, el significado oculto se quiso tapar en la convocatoria: “Racismo no, Ley de residencia, sí”.
Unos años después, en 2008, el Ayuntamiento de San Bartolomé rechazó por unanimidad que se instalara en un centro de internamiento de extranjeros en el polvorín de Güime. Se pidió que se buscaran otras instalaciones más adecuadas. Ese mismo año, ante la opción de instalarlo junto a la cárcel, el concejal del PP, Roger Deign, dijo que iba a perjudicar al turismo “porque el centro se vería desde el hoyo 14 del campo de golf”.
Ahora mismo, la alcaldesa de Arrecife no quiere que se coloquen las carpas para hacer la filiación a las personas que llegan en patera y tacha las instalaciones de ilegales. En Haría tampoco quieren un centro para menores en Pardelas Park. El alcalde de Teguise y parlamentario dedica la mitad de sus intervenciones a hablar de la gestión migratoria en Lanzarote.
Las circunstancias cambian. La sociedad avanza y ahora hay que camuflar esos posicionamientos. No tienen licencia, son poco adecuadas, se improvisa… y la estrella de la temporada: son instalaciones indignas para aquellos que las van a ocupar.
Pero la historia es la misma.
El guionista Jean Claude Carriere, que falleció este mismo año, recopiló cientos de esas historias, que se repiten en diferentes culturas y épocas, como la del borracho que ha perdido las llaves. Los narradores de esos cuentos, que comenzaron probablemente alrededor de un fuego, fueron los primeros mentirosos. Por eso el libro se titula así: “El círculo de los mentirosos”.
En la historia del principio, por cierto, se puede interpretar que la luz es una metáfora del conocimiento. Hay que buscar donde hay luz. En la oscuridad no hay nada. Ni siquiera aunque estén ahí las llaves de casa.
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