EL PASEO
Por Saúl García
A algunos les parece una afrenta contra lo local que se comprara sal de Murcia para elaborar las alfombras del Corpus Christi. Planteado así, sin más, no hay discusión: es una vergüenza, o un fracaso, que se traiga sal desde allí cuando ésta ha sido una isla tradicionalmente salinera. Aunque, claro, habría que profundizar un poco más.
A algunos les parece una afrenta contra lo local que se comprara sal de Murcia para elaborar las alfombras del Corpus Christi. Planteado así, sin más, no hay discusión: es una vergüenza, o un fracaso, que se traiga sal desde allí cuando ésta ha sido una isla tradicionalmente salinera. Aunque, claro, habría que profundizar un poco más.
Las cosas no son tan sencillas. Si lo planteamos desde el punto de vista económico, no hay discusión: la sal de Murcia, con transporte incluido, costaba la mitad que la oferta más barata de las dos salineras de Lanzarote, y además la sal no es para consumo humano. Está claro: la sal de fuera.
Pero hay quien dice: aunque sea más barata hay que favorecer la industria local (suponiendo que exista industria). Podría ser, aunque también sería discutible. Por un lado, comprar productos locales no sólo es bueno para quien los vende, pero por otro lado, al Cabildo no le sobra el dinero y resulta que está sujeto a las normas europeas de contratación y no puede discriminar a una empresa de fuera por el hecho de serlo. Y si hubiera comprado la sal aquí costando el doble sería más que sospechoso.
Los que ponen el grito en el cielo por la sal murciana deberían plantearse por qué es mucho más cara la sal aquí. Se supone que porque en Murcia se extrae de forma industrial y aquí artesanal. ¿Hay alguna posibilidad de hacerse un hueco en el mercado de la sal de mesa o sólo en el de la sal gourmet? ¿Sería bueno? No lo sé, pero los que están tan preocupados deberían pensar que en algún momento de su historia, Lanzarote decidió desatender (o destruir) casi todas las actividades que daban menos dinero que el turismo, la construcción y la especulación, con la inestimable colaboración de los amantes y defensores de las tradiciones.
Pero todavía hay más aristas. ¿Debe ser un hecho indiscutible que el Cabildo compre, pague, transporte y lleve la sal hasta la calle sin coste alguno para los que quieren hacer las alfombras? ¿Deberían poner algo más aquellos que las quieren pisar o los que las quieren hacer? ¿Debe morir una tradición popular si no hay pueblo dispuesto a que perviva a cualquier precio?
Las desventajas de organizar un acto popular (de raíz católica, no olvidemos como casi todas las tradiciones) sin el apoyo de las instituciones son sobre todo económicas, sin duda, pero también de esfuerzo, pero las ventajas son mucho mayores: la satisfacción es infinitamente más grande. ¿Se podrían mantener las alfombras si cada una de ellas se proporcionara la sal a sí misma, autofinanciándose?
Nunca he entendido que los ayuntamientos den dinero a las murgas (y estas lo pidan) para que se encarguen los disfraces, en una fiesta como el carnaval, que precisamente tiene un tinte de subversión. Tampoco entiendo que haya una concejalía de festejos que programe la diversión de los ciudadanos en la calle, las fiestas de los barrios o las fiestas patronales, o que el Ayuntamiento se haya convertido en una terraza de verano, sirviendo cañas y tapas.
Cuando la población deja de controlar sus tradiciones y sus festejos y prefiere la tutela de las instituciones, que lo único que deberían hacer es facilitar y no molestar, pues pasan cosas como esta: que la sal es de Murcia. Y si la cosa sigue así, que nadie se extrañe de que un año de estos, en lugar de a San Ginés saquen a San Miguel porque la procesión la patrocina una marca de cerveza.
Comentarios
1 Flâneur Vie, 27/06/2014 - 10:45
2 Transparencia Vie, 27/06/2014 - 11:23
3 Salinero Vie, 27/06/2014 - 11:49
4 Tradición Vie, 27/06/2014 - 17:41
5 A Tradición Mar, 01/07/2014 - 10:09
6 Juanfra Mar, 01/07/2014 - 10:18
Añadir nuevo comentario