EL PASEO
Por Saúl García
Las promesas siempre conllevan un riesgo: el de incumplirlas. Si la promesa es electoral el riesgo es una certeza y las consecuencias un vacío, porque no se cumplen nunca y nunca pasa nada. La del alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort, no es una promesa electoral pero se parece. Dijo: “En esta legislatura voy a quitar las cabras, porque si no, no me presento más”. Se refería a quitar las cabras del pueblo de Soo y trasladarlas a los corrales que el Ayuntamiento estaba (y está) construyendo.
Las promesas siempre conllevan un riesgo: el de incumplirlas. Si la promesa es electoral el riesgo es una certeza y las consecuencias un vacío, porque no se cumplen nunca y nunca pasa nada. La del alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort, no es una promesa electoral pero se parece. Dijo: “En esta legislatura voy a quitar las cabras, porque si no, no me presento más”. Se refería a quitar las cabras del pueblo de Soo y trasladarlas a los corrales que el Ayuntamiento estaba (y está) construyendo.
Y claro, el riesgo de esta promesa era grande. El alcalde es joven, sólo se ha presentado una vez a las elecciones (y ha ganado) y seguro que quiere seguir probando suerte y hacer una larga carrera política sin recurrir en exceso al cinismo. Desde luego, demostró arrojo o inconsciencia al ligar su futuro político a la terminación de una obra pública. La primera y la última vez, ya lo verán. Lo que pasa es que cuando hay riesgo y prisa, hay más posibilidades de hacer las cosas mal, aunque la obra de los corrales de Soo se planteó ya en 1991 pero no empezó a ejecutarse hasta hace dos años. El término medio, mientras tanto, no tiene quien le escriba.
Con prisa y todo, las obras, como es costumbre en la Isla, se eternizan en el tiempo y se inflan en el presupuesto. El alcalde anunció que iban a costar 450.000 euros. Después se adjudicaron por un poco más, pero cuando recepcionó la obra, en noviembre de 2012, el mismo Ayuntamiento dijo que habían costado ya 600.000 euros, y hace seis meses volvieron a adjudicar (por resolución de alcaldía) otros 200.000 euros más. Así que ya han costado, como mínimo, 800.000 euros y las sorpresas que queden por llegar.
Así son las cosas. Siempre aparece un modificado, un imprevisto, unas obras complementarias, algo que no estaba en el proyecto... y se acaba doblando el coste. No está mal gastar ese dineral de fondos públicos para guardar las cabras de tres ganaderos que, entre todos, van a pagar unos 1.000 euros de alquiler al mes. En 66 años la obra ya estará amortizada.
En este caso, el deseo de cumplir una promesa le puede salir caro al Ayuntamiento. La empresa a la que se le adjudicó la obra, Construcciones Torres, fue vendida (dos veces en pocos días), y el segundo comprador fue un italiano que se presenta a sí mismo como experto en Fórmula 1 y que a su vez cedió la obra a una empresa madrileña, comprada por una empresa local. Lo normal.
Pero con las ganas de acabar la obra, al Ayuntamiento se le olvidó comprobar que el italiano ya había vendido a su vez todas sus participaciones en Torres antes de esa cesión express. Los nuevos administradores de Torres han presentado una querella contra este hombre y ahora el propio alcalde reconoce que la cesión puede ser nula y va a iniciar un procedimiento de revisión de oficio.
Conclusiones. Una: la mejor promesa es la que no se hace. Dos: el Ayuntamiento tendrá que indemnizar a una de las dos empresas si se anula la cesión. Tres: para representar a una nueva generación de políticos y a otra forma de hacer las cosas, lo de las adjudicaciones sin concurso y fraccionadas, el aumento del coste, los imprevistos en las obras, las chapuzas administrativas y su puntito de populismo, se parece mucho a lo de antes, ¿no?
Comentarios
1 Teo Jue, 31/10/2013 - 09:12
2 Cornamenta Jue, 31/10/2013 - 11:25
3 Bando Jue, 31/10/2013 - 22:43
4 Pechiguera Dom, 03/11/2013 - 08:12
5 Yoyo Lun, 04/11/2013 - 20:18
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