Ana Carrasco

Que gire el tambor

Viernes, 1 de septiembre. Después de almorzar pongo una lavadora, un lavado rápido de media hora para eliminar el sudor impregnado en la ropa por el calor. Mis oídos están atentos al centrifugado final, quiero tender nada más acabar, y así ahorrar arrugas y energía eléctrica. Mientras el tambor gira, elimino el polvo acumulado en los libros pendientes de lectura, y encuentro uno que echaba de menos, "Guardar la casa y cerrar la boca", de la escritora Clara Janés.

Recojo la cocina. De la radio sale, una y otra vez, el nombre de Luis Rubiales. El parte de noticias informa de la muerte por violencia de género de Raquel y el atropello de otra mujer por parte de su pareja. Difícil, emocionalmente, llevar la cuenta de las madres que han perdido a sus hijas. Difícil asumir la cuenta de los hijos que han perdido a sus madres.

Este agosto, en Benicasim, al final de un acto público protagonizado por la escritora Belén Gopegui, se acercó a ella Lucila Agredano, para confirmarle que, efectivamente, el amor no muere. Sobreviviente, Lucila es madre de Rocío, una joven de 25 años asesinada en Valencia en el año 2008 por su ex pareja. Lucila no quería que su hija fuera solo un número de las estadísticas, por eso publicó en 2020 "Carta a mi hija" y creó "Afavir", una asociación que defiende a las víctimas de la violencia de género, alzando la voz, luchando contra el maltrato a la mujer.

Miro las estadísticas, en Feminicidio.net. Encuentro que el número de feminicidios y otros asesinatos de mujeres en España durante este año, hasta el día de hoy, es de 72, 40 por violencia de género. Internet ofrece información sobre distintos países, siendo Islandia el país con menos violencia machista, me pregunto por qué, y leo.

Sobre la mesa en la que escribo, se encuentra un libro de Charlotte Perkins Giman, "El papel pintado amarillo", obra que incluye un pequeño cuento publicado en 1892. En él, la autora describe el trastorno depresivo que padeció después de dar a luz. Ella escribía teatro, poesía, novela, pintaba... Tras el parto, su marido y un médico especialista le apartaron de los libros, de su pluma, de las grandes conversaciones... Creían que, si no descansaba de su faceta intelectual, su depresión iría a peor. Ella sabía que su mente necesitaba desplegar su creatividad para mejorar, por eso leía y escribía a escondidas. Charlotte, que era una mujer muy activa en la defensa de los derechos civiles de las mujeres, no cerró su boca: "El papel pintado amarillo" fue escrito para denunciar el aislamiento al que fue sometida. El especialista que la trató la maldijo, pero cambió su forma de proceder para bien. Otro cuento de esta autora, "Cuando fui bruja", podría explicar el éxito de Islandia.

Leo que Islandia es el país que lidera el Índice Global de Brecha de Género. En su Parlamento, casi la mitad de los escaños los ocupan mujeres. Esto viene de lejos: en 1920 las mujeres islandesas consiguieron el derecho a voto, y en 1975 las mujeres paralizaron el país para reclamar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Esa huelga general fue en parte el motor del cambio. Otro motor radica en el ámbito educativo, Islandia es un ejemplo a seguir, desde muy pequeños, niños y niñas son educados en igualdad de género. 

Guardar la casa y cerrar la boca era lo que se esperaba de una mujer. Lo dijo tal cual Fray Luis de León, autor de "La perfecta casada". Pero cerrar la boca, callarse, ya no está de moda. "La perfecta casada" fue escrito hace siglos, y el "falso feminismo", salido de la boca de Fray Luis Rubiales, ya no cuela. Aun así, hacen falta muchos más lavados del machismo recalcitrante que existe hoy en este país. Que gire el tambor.

Oigo el centrifugado final, la lavadora ha terminado. Disculpen que me levante a tender.

 

Comentarios

Genial!!!
¡¡bravo Ana¡¡ siempre poniendo profundidad y sentimiento a lo que acontece. Te quiero.

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