REPORTAJE

Viaje al interior de Caldera Blanca

Fotos: Felipe de la Cruz.
M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 11/12/2016 - 08:06

En el Parque Natural de los Volcanes se extiende uno de los edificios hidromagmáticos “más espectaculares y mejores conservados" del mundo, dice el geólogo Jesús Martínez Frías. Es Caldera Blanca, el cráter de mayor diámetro de Lanzarote.

El mar de lava que sitió Caldereta y Caldera Blanca en 1730 ofrece a simple vista dos texturas muy distintas: una piedra “fresca" que sigue conservando sus propiedades originales (tal y como era antes de la erupción de Timanfaya), y la retorcida escoria, un espectáculo churrigueresco de roca meteorizada, oxidada y alterada hasta formar crestas y morfologías retorcidas.

El punto de contacto de este malpaís negro y los impertérritos islotes (blancos-amarillentos) se hace todavía más evidente con las últimas lluvias. La hierba de un verde fluorescente (que parece más propia de pastizales asturianos pero que es un regalo de esta tierra arcillosa y volcánica) marca la frontera donde la lava cambió de rumbo en el siglo XVIII, viéndose obligada a rodear las antiguas moles de Caldereta y Caldera Blanca para seguir avanzando lentamente hacia el mar.

Jesús Martínez Frías, geólogo del Instituto de Geociencias (IGEO) y uno de los científicos españoles que trabaja en la misión a Marte Nasa Mars 2020, ha hecho esta ruta trece veces y no deja de sorprenderse. La de hoy está organizada por Geoparque Lanzarote y pensada para que un grupo de 20 personas aprenda a detectar las huellas que dejó el agua (en estado gasesoso o líquido) en estas rocas. Algo muy parecido pero a otra escala hicieron en este mismo territorio los astronautas Pedro Duque, Luca Parmitano y Matthias Maurer, que hace un mes recorrían la isla como campo de prácticas marcianas. La Agencia Espacial Europea eligió Lanzarote como escenario análogo a Marte y área de entrenamiento.

Las huellas del agua

Además del color blanco o amarillento de la toba volcánica (rocas descompuestas por el agua que formaron agregados), una mirada entrenada detecta con facilidad otra evidencia de preciado H2O: unas pequeñas concavidades llamadas vacuolas. Son los moldes pétreos de antiguas burbujas: lugares por donde se expulsó un gas. Estas vesículas se adaptan al movimiento de los materiales, así que también proporcionan información sobre el flujo de la lava. “Podríamos hacer una cartografía con la dirección del flujo o aplastamiento”, explica el científico.

Los senderistas hacen otro alto en la colada para mirar un nuevo rastro de gas: una superficie cuarteada y abombada, parecida a “la corteza de una chapata”, que indica la antigua presencia de un fluido.

Hay más. Una red de surcos recorre los escarpes de Caldereta: son los caminos que ha abierto el agua en sus descensos. El agua precipita y forma capas blancas de carbonatos de calcio. En Marte se han encontrado estas mismas escorrentías, que al precipitar forman percloratos.

Para el placer visual y para el conocimiento geológico, la de Caldera Blanca es una de las rutas más agradecidas de Lanzarote. En pocos kilómetros, se transita por un mar de lava, se suben islotes, se observa cómo interactuó el agua con la roca y los procesos de alteración que sufrió después. Hay que saber mirar para encontrar las evidencias. Algunas son fáciles y gritan "agua": por ejemplo el fondo arcilloso de Caldereta, que también está tapizado de un verde intenso.

Hasta el mismo filo de Caldera Blanca se puede ascender por una “grieta de desestabilización”: un canal que parece abierto a cuchillo. El  basalto descompuesto ha creado una genial vía de acceso por el margen exterior de la caldera.

"Roca del manto terrestre"

Estamos en medio de un “río de lava gigante”, en pleno lava flow. Hace 286 años, la lava avanzó por este suelo con una velocidad semejante a la del hielo de un glaciar.

El camino está salpicado de enclaves de olivino: pequeñas manchas brillantes, color verde oliva. Es un hermoso silicato de magnesio y de hierro que también se encuentra en los basaltos de la Luna y en algunos meteoritos.

Podemos ver rocas con un aspecto muy diferente, pero todas ellas de idéntica composición: "Estamos rodeados de basaltos procedentes del manto de la Tierra", formados a partir de una pluma mantélica, una estrecha columna de material que origina puntos calientes vulcanológicos.

A diferencia del reciclaje de materiales que se produce en la tectónica  de placas, lo que afloró en la erupción lanzaroteña fue "basalto puro", el tatatatarabuelo (con muchos 'tatas') de las rocas. El 'padre' del que derivan los más de 3.500 tipos de minerales que existen en el planeta Tierra.

Aquí, como en todos los sitios, la vida también se volvió a abrir paso. Hoy vemos aulagas y alguna tabaiba, pero los primeros colonizadores fueron los líquenes, extraordinariamente resistentes y capaces de sobrevivir a la radiación ultravioleta de Marte y a un entorno tan hostil como el malpei conejero. La comunidad científica ha reproducido las extremas condiciones de vida marciana en una cámara y ha comprobado la resistencia de estos líquenes, que presentan gran variedad de colores.

Hace dos millones de años...

Caldereta y Caldera Blanca se formaron en la misma erupción fisural, igual que los edificios geológicos de Mosta, El Cuchillo, Trasera, Pico Colorado y Cavera, todos ellos alineados en dirección noreste-suroeste. Sucedió hace dos millones de años, durante la serie geológica III.

La primera en la cronología es la serie 1 (15 millones de años atrás) cuando se formó la columna vertebral de la isla: los dos grandes y vetustos macizos de Los Ajaches y Famara.

La serie II continuó ‘rellenando’ la isla y durante la III se produjo el mayor crecimiento de la superficie insular. La última serie es la del Volcán de la Corona y  la de las erupciones históricas (Timanfaya en 1730-36 y  Tinguatón en 1824, la última).

Con este curriculum geológico, Lanzarote es un lugar excepcional para observar los procesos de interacción (volcánico o sedimentario) que sufre el basalto.

El geoparque, a examen en 2019

Un geoparque es un territorio con un extraordinario patrimonio geológico cuyos habitantes se preocupan por estudiarlo, divulgarlo y conservarlo. China, con 33, es el país con mayor número de geoparques del mundo, seguido por España (11, dos de ellos canarios), Italia (10) y Japón (9). "Que en África o en Latinoamérica no haya ninguno no significa que no tengan patrimonio", explica Elena Mateo, técnica del Geoparque. La falta de estos títulos de protección obedece más bien a la falta de investigación o, en el caso de Estados Unidos, a motivos políticos.

En 2011, la administración americana canceló su aportación económica a la Unesco después de que el organismo europeo admitiese a Palestina como nuevo miembro. Cada 4 años, la Red Mundial de Geoparques realiza una evaluación para comprobar si cada geoparque sigue divulgándose y protegiéndose. El de Lanzarote y el Archipiélago Chinijo, integrado en la red desde 2015, volverá a ser examinado en 2019.

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