REPORTAJE

Gozar y comprender la biología del verano

Pejepeine / Fotos: Rubén Ramírez.
M.J. Tabar 2 COMENTARIOS 02/09/2016 - 07:48

El sol se hace de rogar antes de hundirse y una familia numerosa corre de un lado al otro del Puente de las Bolas. “¡Mira! ¡Miramiramira!”, grita un hombre. Con el brazo señala un chucho mediano que planea entre los ojos del puente, a 50 escasos metros del tráfico de la ciudad. Las Dasyatis pastinaca tienen hábitos nocturnos, pero a veces madrugan y se ven al caer la tarde, sobre todo, al final del verano.

Si se bañaran en el Reducto, con unas gafas de buceo, la familia sorprendida nadaría entre salemas, sargos y lisas. “Te eches donde te eches, los ves”, dice Rubén Cañada, biólogo marino y autor de la web de divulgación Azul Marino. Ha editado una guía sobre las playas de la isla y ahora prepara otra guía sobre buceo en superficie.

Quietos, sobre el fondo arenoso está el discreto tapaculos, un pez plano, de cuerpo aplastado, que vive adherido a la arena y cambia de color para mimetizarse con el color del fondo e intentar pasar desapercibido. Si nadamos hasta el islote de Fermina, en la zona rocosa, veremos muchas más especies bajo el agua. “Tenemos la gran suerte de tener muchas playas de fácil acceso, buen estado de la mar y aguas cristalinas para realizar esnórquel”, explica. En otras playas de fondos arenosos como Playa Honda o las de Puerto del Carmen (desde Playa Chica hasta Playa Grande) también se pueden ver pejepeines, un pez muy activo, que se alimenta de pequeños invertebrados y que se entierra en la arena cuando se siente amenazado.


Babosa marina.

Puerto del Carmen es uno de los mejores ‘escaparates’ de toda esta biodiversidad marina, porque el bañista puede “acceder a zonas considerablemente profundas, muy cerca de la costa”. Los fondos arenosos continúan desde la que llaman playa del pueblo en Playa Honda hasta La Concha, desde Playa Blanca hasta Playa Dorada.

También son buenos sitios para bucear Caleta de Caballo, Playa Bastián, La Cocina (en La Graciosa) y toda la zona próxima al embarcadero de Punta Mujeres; un sitio “privilegiado” donde nadan cabrillas, morenas y otras especies de hábitat rocosos. Hay que elegir un día sin mar de fondo, para que el agua no esté turbia, a ser posible un día sin mucho viento, con poco oleaje.

La señalización oficial de las playas de Lanzarote se limita, en el mejor de los casos, a indicar los servicios de la zona (si tiene baños o duchas, si es accesible para personas con movilidad reducida, si tiene vigilancia, si es peligrosa, etc.), pero no hay información que cuente la biodiversidad que puede encontrarse el nadador algunos metros mar adentro, en la orilla cerca de las rocas o entre los charcos de la franja intermareal.

En la playa de Janubio, la señal metálica que advertía de la peligrosidad del baño en esta zona de fuerte oleaje está oxidada, ilegible y en el suelo.

La vida bajo a una piedra

Desde 2011, el marisqueo está prohibido en toda la marina de Arrecife. La ley veta la recogida de marisco a 5 millas de cualquier emisario submarino o de cualquier puerto. Aun así, cuando el mar se retira y deja tras de sí un empedrado de callaos y rocas, es habitual ver gente agachada, volteando piedras para buscar cangrejos. “Aquí se suele recoger carnada para pescar vieja”. Lo malo de este volteo de piedras no es la extinción de la carnada, dice Rubén, sino el daño que provoca en las comunidades de esponjas, moluscos, babosas marinas y ascidias que viven en esas rocas. “Son decenas de especies marinas que mueren o se ven gravemente afectadas cuando quedan expuestas al sol y al aire. La captura de una sola especie sacrifica a otras muchas, que también tienen su papel en el ecosistema de la marina”. 


Ascidias.

Por cada dos o tres rocas volteadas, entre 30 y 40 especies de babosas y algas se ven condenadas a unas condiciones de humedad y temperatura que hacen imposible su supervivencia. Para que una roca recupere las condiciones adecuadas para ser colonizada, tienen que transcurrir un mínimo de 8 meses.

“Son especies que no se pueden mover: están perdidas”. Otras que también odian la luz son las ofiuras, pero ellas sí son capaces de desplazarse y buscar refugio. Rubén (Arrecife, 1979) creció jugando y bañándose entre los charcos de la Marina, por el Muellito Chico, por todos los lados. Aquellas fueron sus primeras clases de biología. “Mi padre cogía cangrejos y yo me fijaba en el resto de las cosas”.

Estudió en la Universidad de La Laguna y preparó su tesis doctoral en la Universidad de Las Palmas. Su especialidad son las especies de los charcos rocosos de la franja intermareal. Del clásico caboso a la extraviada caballa, que puede despistarse y acabar encerrada en una pequeña poza. “Los charcos son refugios de biodiversidad marina, pequeños pedazos arrancados del mar”, dice Rubén. Sus habitantes varían según la localización, profundidad y el tamaño; hay algas (Stypocaulon scoparium, sargazo, alga espárrago, ramallo de mar…), cangrejos, pulpos, esponjas, cabosos, barrigudas...


Tapaculo.

La salud de la Marina

No existen estudios comparativos para analizar objetivamente la evolución de la biodiversidad en la Marina de Arrecife, pero en sus 37 años de observador, Rubén aprecia un leve empeoramiento causado por los vertidos de aguas residuales y el puerto.

Por otra parte, el puente que conecta el islote de Fermina con tierra firme ha abierto el paso de agua. Antes, frente al Gran Hotel, "era común pescar anguilas", una especie de aguas estancadas. Ahora se pesca lo que pique. Este es uno de los litorales más singulares, ricos y frágiles de todo Canarias. Las praderas de Zoostera Noolti así lo avalan. Para gozar de un baño con todos los sentidos, Rubén aconseja “mirar mucho y tocar poco”. Informarse para saber si estamos en un área protegida, observar, fotografiar, disfrutar… y hacerlo siempre con respeto. “Está comprobado que si nuestra actitud es pasiva, los organismos marinos se relajan y muestran su mejor cara”.


Rubén Ramírez.

Comentarios

Hace unos veinte años, pasear por la entonces no "urbanizada" Playa del Reducto podía ser un festival de recolección de caparazones de pequeños artrópodos y conchas de moluscos. A partir de unos años a esta parte, nada, es un desierto biológico.
Muy bueno el artículo, solo una cosita, playa dorada es reciente, en realidad se llama Callao Negro, por no perder nuestros topónimos

Añadir nuevo comentario