Rachad Suri, sirio residente en Lanzarote

“No hace falta acoger a los refugiados; hay que parar la guerra para que puedan volver”

Foto: Felipe de la Cruz.
Saúl García 0 COMENTARIOS 11/11/2016 - 09:31

Rachad Suri es un conductor de guaguas sirio que lleva veinte años en España y aún no ha conseguido la nacionalidad. Resume así la guerra de su país: “Hermanos matando a hermanos por dinero”.

La última vez que visitó su país fue en 2010. Lo encontró bien. La gente tenía buen nivel de vida, “con dinero y con cultura”. “En Siria siempre ha habido muchos estudiantes universitarios”, destaca. Un año después, cuando falleció su madre, ya no pudo ir. Ya había comenzado la guerra que está dejando el país desolado. Rachad Suri (Latakia, Siria, 1962) trabajaba en su país como electricista y llegó a Sevilla en 1996 de visita, a ver a uno de sus siete hermanos.

La ciudad le pareció muy similar a la suya, “la vida, el tiempo, la gente”, y se quedó allí a trabajar en una empresa de ventas al por mayor de su hermano, se casó con una sevillana, se divorció, se volvió a emparejar y llegó a Lanzarote hace doce años, a un lugar con “un nombre raro” que nunca había oído y donde un año después nació su hijo. Pasó ese año como cocinero en el Riu Paraíso y después se sacó el carné de guaguas y empezó a trabajar de chófer, donde sigue. Vivió un año en Puerto del Carmen y poco después se compró un piso en Arrecife, en Las Salinas. “Me gusta el barrio, la gente me conoce”, asegura.

Dice que en Oriente Medio los conflictos se remontan a hace cinco siglos pero que Siria nunca los había sufrido tanto. Sus hermanos se habían ido marchando a Francia, a Suiza, a Kuwait... Aún queda otro hermano más en Siria, y durante muchos años, él ha estado yendo y viniendo a su país.

Ahora no se explica qué ha pasado para llegar a esta situación: “No me entra en la cabeza”, dice, pero tiene claro que no es una guerra de religión, “porque en Siria hay todo tipo de religiones: cristianos, chiíes, suníes… Es una guerra de poder, para controlar un territorio que interesa a todos “y que no quieren soltar porque Siria tiene de todo”: tiene petróleo, tiene trigo, algodón y carbón. “Lo único que importamos es maquinaria, pero no materias primas”, dice.

Tampoco llega a explicarse cómo ha crecido el ISIS, que se nutre de mercenarios llegados del extranjero, igual que la guerra se mantiene desde fuera. Asegura que el ISIS tiene armas nuevas, del año 2015, y camiones modernos europeos: “¿Quién se los manda? Si no se vendieran armas, se acabaría rápidamente la guerra”.

Sigue en contacto con su hermano por Facebook. “El otro día me dijo que se tenía que callar la boca, que no puede criticar al Gobierno, porque ellos controlan las redes”. En su móvil muestra un montaje que le han enviado; una foto de un edificio en ruinas de Alepo convertido en la Estatua de la Libertad. “Qué bonito”, dice, y hace un resumen de la guerra: “Hermanos matando a hermanos por dinero”.

Rachad Suri hace un resumen de la guerra: “Hermanos matando a hermanos por dinero”

Al menos, en su ciudad no hay bombas. Es una de las zonas más tranquilas del país, pero de muchas otras ciudades han salido varios millones de refugiados que quieren entrar en Europa huyendo de la guerra y no se les deja. Rachad dice que no hace falta que nadie les acoja, sino que lo que hace falta es parar la guerra y que todos puedan volver a su casa. Dice que Alemania acogió a los que le interesaba, a empresarios y profesionales con formación y que no quiere al resto.

“Me duele el corazón”, dice, cuando piensa en la situación de los refugiados, que hasta hace pocos años vivían bien. “En 2010 me quedé con la boca abierta por el buen nivel de vida”, dice. Espera poder volver a su país sin guerra pero cree que va a ser muy difícil que la situación mejore. “Ya no va a ser como antes porque la gente tiene odio; hay 50.000 niños mutilados y eso no se acaba tan fácil”, asegura: “Yo pienso en esto todos los días y no entiendo por qué ha pasado”.

Rachad lleva veinte años viviendo en España, su mujer y su hijo son españoles, tiene una casa en Sevilla y otra en Lanzarote. “Siempre he trabajado, excepto un año que no me renovaron los papeles y lo pasé mal, pero a los sirios nos gusta trabajar”, señala. Hace seis años solicitó la nacionalidad española y aún no se la han concedido.

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