Samuel Cabrera

Un árbol. Un gesto. Un rito

Ha dejado de ser costumbre que, en determinados actos de cierta relevancia, personas destacadas procedan a la plantación de árboles, dotando así de singular trascendencia la visita o la actividad que lo justificaba. No cabe duda de que, con el paso de los años y con la colocación de la oportuna placa, se otorgaba un valor excepcional al ejemplar, tejiendo lazos emocionales con la comunidad. Al plantar un árbol se crea un hábitat y se siembra esperanza, contando este gesto, en la actualidad, con una irrenunciable vocación medioambiental.

Lanzarote, que se sepa, no ha practicado tan singular gesto de forma masiva y, por tanto, no existe como un rito para las personalidades que nos visitan. Entre mandatarios, príncipes, testas coronadas o intelectuales que han pasado por aquí, de haberse impuesto tal ceremonia, Lanzarote contaría con cientos de árboles con tratamiento de singulares. Sólo se me viene uno a la mente fruto de un gesto concreto y es un olivo que Saramago plantó en la casa de Manrique en Haría.

En 2012, la reina Isabel II, que durante su reinado ha plantado oficialmente más de 1.500 árboles, solicitó que no se le enviaran presentes con motivo de su Jubileo de Diamantes. Su petición fue que se plantaran árboles en su lugar. Más de tres millones de nuevos árboles se plantaron con tal motivo. La idea surgió de una iniciativa de plantación tras la coronación de Jorge VI, su padre, que se recogió en un registro olvidado y desaparecido durante décadas y posteriormente recuperado.
En 2019, con 93 años, la misma reina planto un ejemplar en el Instituto Nacional de Botánica Agrícola. 98 años antes hacían lo propio, en el mismo lugar, el rey Jorge V y la reina María.

Para el Jubileo de Platino, en 2022, la reina y el príncipe de Gales han plantado un árbol en Balmoral como inicio de una campaña para que la población realice idéntico gesto. Tiene este tipo de noticias, en cada ocasión, una repercusión en los medios muy notable. Deducimos de este tipo de medidas en que unas son iniciativas de terceros a las que la reina se presta y otras son propias, lo que muestra una alta sensibilidad sobre estos asuntos.

En el Día de Europa en 2019, el rey Felipe VI plantó un olivo en el Monasterio de Yuste. Este mismo año, sus hijas colaboraron en la plantación de seis árboles en el Hayedo de Montejo,en Madrid como testimonoio de la lucha por el cambio climático.

En 2016, en el reino de Bután, en el Himalaya, se plantaron ciento ocho mil árboles tras el nacimiento del príncipe heredero. Bután pasa por uno de los países más ecológicos del planeta.
Cada año desaparecen bosques y selvas equivalentes a la superficie de Portugal y, con ellas, una irreemplazable biodiversidad. Un gesto para la vida no estaría de más. Son pequeños gestos con proyección y, en el caso de Lanzarote, una forma de publicitar su compromiso medioambiental. Bien podría el Cabildo liderar una acción semejante invitando a las personalidades que llegan a la isla a sumarse a plantar su árbol. Un gesto necesario para una isla donde viene siendo recurrente la publicidad sobre una supuesta vocación medioambiental y la afirmación en las ferias turísticas de que somos un destino sostenible.

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