Alex Salebe

Transición energética, ¿justa?

Interesante pregunta la formulada por Aviva Chomsky en su conferencia virtual sobre colonialismo climático ofrecida el pasado 27 de noviembre desde Estados Unidos a estudiantes, profesores, investigadores y equipo directivo de la Universidad Autónoma del Caribe reunidos en el auditorio Noam Chomsky, gran salón bautizado con el nombre de su padre, en reconocimiento a uno de los intelectuales, científicos y activistas más influyentes del  mundo por sus aportaciones a la lingüística y el pensamiento crítico.

Aviva Chomsky es  una voz autorizada en la materia por el desarrollo de investigaciones y trabajo en las universidades de Harvard y Salem, en esta última coordina el programa de Estudios Latinoamericanos.  No solo tiene un dominio casi perfecto del español, como lo pudimos comprobar quienes atendimos su charla, sino que es una activista política que se moja en favor de los derechos sociales de los pueblos latinoamericanos al conocer, como conoce, y al dedillo, la historia social y económica de países sudamericanos y sus relaciones con la industria estadounidense, y Colombia es uno de ellos.

Como bien dijo el rector de la Autónoma del Caribe, Jorge Enrique Senior,  “Colombia no es el principal causante de la crisis climática, pero sí abandera una iniciativa para que el mundo tome decisiones políticas y tecnológicas dirigidas a evitar el calentamiento de la Tierra generado por la industrialización desmedida”.

A partir de una realidad muy cercana para Aviva Chomsky, la explotación de una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo, la de El Cerrejón, con una producción anual de más de 30 millones de toneladas de carbón térmico, localizada en la región de La Guajira, en el norte de Colombia,  que  ejemplifica una problemática global,  la profesora hizo un barrido por el colonialismo climático y  la migración de generación de electricidad de fuentes convencionales a las llamadas energías limpias.

En Estados Unidos, advirtió, “solo se habla de transición energética justa para los trabajadores de las industrias de combustibles fósiles y la producción de energía”. Se refiere a los derechos laborales, que, por supuesto, comparte, aunque señala: “no podemos hablar de una transición energética justa, si la situación actual no es justa. La transición tiene que ser una transición hacia la justicia climática”.

Antes escribía que Aviva Chomsky tiene una relación de conocimiento cercano con la mina de El Cerrejón, explotada desde mediados de los 70 por una filial de la multinacional  Exxon y el Estado colombiano, aunque a partir de 2022 se encuentra en manos de la multinacional suiza Glencore, que compró esta mina que exporta carbón a USA, Canadá, Japón o Israel y países industrializados europeos que también lo demandan.

El carbón es la mayor fuente de electricidad y de emisiones de CO2 del mundo, así que Colombia, que apenas lo quema, sí que ha sufrido consecuencias sociales y medioambientales en este casi medio siglo de explotación que en ningún caso compensa un dudoso beneficio económico y social. La Guajira de hecho es de las regiones más pobres de Colombia y con menos infraestructuras de servicios públicos. ¿Dónde está la riqueza o a qué bolsillos fue a parar?

La mina ocupa 250.000 hectáreas, ha desplazado a más de 20.000 personas y gasta 30 millones de litros diarios de agua, mientras comunidades de la región, incluida la población indígena, carecen de agua potable. Salem, una pequeña ciudad del norte de Boston, estado de Massachusetts, donde vive y trabaja la profesora Chomsky, fue receptora hasta 2014 de carbón procedente de El Cerrejón. Las toneladas que entraban por su puerto cada tres o cuatro semanas producían electricidad para toda la región.

Contaba la conferenciante, que un grupo ambientalista de su ciudad empezó a reivindicar la mejora de las condiciones de producción para paliar la contaminación del (su) aire, sin embargo, el colectivo era totalmente ajeno al impacto de la minería en origen. Estuvo entonces en Salem un habitante de uno de los caseríos arrasados por la  explotación para contar el alcance del impacto de la actividad minera en su tierra y las carencias que tienen en materia de servicios esenciales (salud, educación y suministro de agua potable) a pesar de proveer carbón por todo el mundo; colonialismo climático puro y duro que ofrece poco bienestar o riqueza a cambio de sequía, muerte y desnutrición.

“La independencia formal no se traduce en independencia económica, social o cultural. El neocolonialismo sigue afectando a los países antes colonizados”. Los países del tercer mundo de América y África continúan siendo muy necesarios para la obtención (expoliación) de recursos naturales y materias primas con el apoyo de instituciones y bancos cuyo único objetivo es generar más industrias y riqueza. Hay dudas razonables para pensar si de verdad interesa la emisión de gases de efecto invernadero.

Aviva Chomsky tacha estas emisiones de “otra forma de colonización, porque la atmósfera nos pertenece a todos. Los países colonizadores no solo han colonizado los bienes en la tierra, sino también los bienes comunes atmosféricos para los desechos de sus industrias”.

Concluyó que el colonialismo no solo es una relación entre países que tienen recursos y otros industrializados que se aprovechan de los primeros, sino que también atañe a las élites de países pobres o menos pudientes que consumen al mismo nivel de los ricos. Si no hay decrecimiento del consumo es imposible alcanzar un mundo sostenible, como es imposible alcanzar los compromisos de naciones poderosas para disminuir sus emisiones de CO2 y cumplir tratados internacionales, como el de París 2015, que se planteó el objetivo de limitar el calentamiento mundial, combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos.

En junio, cuando visité la Universidad Autónoma del Caribe para participar como espectador y escucha del quinto Encuentro Regional de Medios Alternativos, Comunitarios y Digitales, el rector, un viejo conocido de luchas culturales en Barranquilla, hombre de ciencias y humanidades, me contó que el mucho tiempo que dedicaba a intentar organizar administrativamente y reflotar económicamente la universidad después de gestiones desastrosas, le gustaría emplearlo más en formación y excelencia académica, investigación, promoción de publicaciones y divulgación del conocimiento y la cultura. Pues bien, pasados solo seis meses de la fecha de su posesión, está dando pasos significativos para conseguirlo, hecho que como egresado me satisface. Gracias a Jorge Enrique por acoger el Encuentro de Medios Alternativos y organizar y compartir el enlace de la conferencia de la doctora Aviva Chomsky, dos eventos valiosos de contenido que además me han permitido reconectar con mi U.

 

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