Joel Delgado

A mi compañerillo y amigo

Hace un año que no estás. Hace un año que te fuiste, pero... amigo, siento que tu esencia aún merodea en mí, siento que sigues aquí. Tu alegría, tu positividad, tu capacidad  para empatizar, tus ganas, tu lucha, esa actividad arrolladora y agotadora. En definitiva, ese buen rollo que despertabas en todos los que estaban a tu alrededor incluso entre aquellos que te envidiaban.

Ha pasado un año y sigo echando en falta en el teléfono esas llamadas a horas intempestivas y tu voz inconfundible  al otro lado de la línea. Recuerdo las conversaciones que manteníamos durante horas y horas, cuando el reloj se detenía,  y navego por esos recuerdos para sentir que todavía estas aquí. Y créeme amigo Cándido que así lo siento.

En gran medida siento que he crecido de tu mano, con tus enseñanzas, con tus consejos y con  tus inteligentes palabras.

Tengo que reconocer que dejaste una huella brutal, imposible de borrar por más que algunos se empeñen, y de ahí surgen mis ganas de seguir. Creo con honestidad que si algo he heredado de ti  ha sido tu pasión por Arrecife y  tus proyectos para la ciudad que descansan, de momento, en mi cabeza. Te garantizo que me siento el hombre más rico del mundo por ese tesoro que compartiste conmigo y al que me aferro y mantengo.

Durante este tiempo los recuerdos que más me vienen a la mente son esas horas de trabajo en Alcaldía, en las últimas horas del día, cuando ya se habían los trabajadores y  quedábamos sólo los que formábamos parte de tu equipo. Me acuerdo de nuestras comidas rápidas en Ginory,  de tu rico pescado rebozado y de las llamadas de la “Super” para que fueras a casa a comer. ¡Qué gran mujer!. Recuerdo como si fuera ahora cuando sacaste de tu cartera cincuenta euros para dárselos a una señora que ese día no tenía que comer y cómo llamaste a Servicios Sociales para que la atendieran urgentemente, me acuerdo también de la frase de esa vecina de Tinasoria que decía con cariño que se había enamorado de ti por todo lo que la ayudaste, o de las lágrimas de Mari el día de tu despedida. Esos momentos siguen conmigo.

Te confieso que muy a menudo veo la entrevista que te hizo Meyer Trujillo en la Televisión Canaria durante la campaña electoral de 2011. Se puede respirar tu especial optimismo, tus ganas de cambiar esta ciudad, de devolverles a los arrecifeños toda la autoestima que estábamos perdiendo. Echo de menos en la actual política insular   alguien que lidere el desarrollo de la isla, del municipio, alguien que ilusione. Pero iluso yo, porque eso solo lo sabías hacer tú. Tristemente, lo que tenemos hoy son malas copias.

Aunque como muestra de tu bondad supiste dejarlo atrás, me resulta difícil olvidar el daño que te hicieron, el daño que te hizo esa personas a la que tanto habías ayudado y apoyado. Como difícil es también olvidar las traiciones de aquellos que en los últimos días en Alcaldía no te cogían el teléfono. Cobardes. Sé que a esos también les perdonaste, así que una lección que me llevo: yo también puedo y debo hacerlo.

Pienso en nuestra despedida, en esa fatídica noche del 15 de enero y esa llamada de Carla en la madrugada del 16…, ya te habías ido… A ella tengo que agradecerle ese gesto porque, gracias a ella, me pude despedir de ti compañerillo. ¡Ay Cándido!… Gracias por todo lo que me has dado. Sentía que en este triste aniversario debía contarte lo que sigo sintiendo y lo mucho que te extraño. Eras y eres muy grande Cándido.
Un fuerte abrazo amigo!

Joel Delgado, amigo.

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