Matías Reyes

La plaza de la Iglesia. ¿Cerrada por obras?

Creo que nadie ha llamado nunca a la plaza de la iglesia de Arrecife por su nombre propio, que es el de Plaza de Las Palmas, pero, desde hace décadas, todos hemos hecho alguna referencia a este espacio público debido a su ostensible deterioro, lo cual no ha impedido que sea un espacio muy visitado debido a la presencia del mercado instalado cada sábado.

Una vez más, durante los últimos años, el Cabildo de Lanzarote ha manifestado su intención de impulsar un proyecto para restaurar este espacio y recuperar un proyecto “lo más original posible” al que realizó César Manrique en los años 50 para esta zona, en lo que fuera la primera obra pública que planteó el artista para la Isla, tal y como han anunciado desde la Institución Insular.

Tras la intención manifestada por la consejera del área sobre la búsqueda de la idea original para la intervención prevista, surgen dudas al hilo de aquel entrecomillado que apela al diseño del artista, pues no se puede pasar por alto que algunas circunstancias vinculadas a la vida de cualquier espacio público, como es, en este caso, la plantación de algunas especies vegetales, modifican aquella situación inicial. De aquellos parterres de la plaza, aparentemente concebidos para vegetación de pequeño porte, nos llega una herencia en forma de grandes árboles, plantados en algún momento posterior a la finalización de la obra y que interpreto como iniciativa municipal. Casi son tan viejos los árboles como la plaza, aunque unos cumplan años mejor que la otra. Entiendo que existía una intención con esta plantación, y que con ella se visualizó lo que luego llegaría a ser el magnífico espacio actual. La realidad de ese espacio durante décadas, debido a aquella iniciativa, queda vinculada a la imagen los dos laureles de indias de la plaza, así como a la masa verde de la zona central que permite articular el espacio de una forma óptima. Enlazan, además, estos dos laureles, con los otros dos existentes en lo que queda de lo que fue el mercado de abastos de la ciudad, en la manzana colindante con el templo. En algún momento de la redacción del proyecto, si no está ya redactado, alguien abrirá el debate sobre el carácter de una parte del espacio central, oculto por las palmeras, en el que una pequeña placa cerámica con elementos aún reconocibles, recordaba el periodo franquista, aunque lo que puede sugerir es que ninguno de los alcaldes de ningún color político que ha gobernado este municipio haya hecho su trabajo de retirar la placa. No voy a entrar en el debate sobre el cumplimiento de la retirada de elementos que ensalcen aquel periodo y si se cumple sobradamente retirando los restos de la placa. No cabe duda de que esa zona central atendiendo a su imagen actual, no tiene relevancia alguna desde el punto de vista político o ideológico, pero sí disfruta de un componente ambiental de notable importancia, además de lo señalado sobre su potente significación desde la perspectiva de la organización espacial de la plaza. Los laureles y este elemento central dotan de sombra al espacio, elevan la calidad de todo él y uno de ellos permite que la fachada del templo se resguarde de las interminables horas de sol sobre ella.

La cuestión planteada no es baladí, porque desconocemos los criterios de intervención que han acordado el Ayuntamiento y el Cabildo, y porque de su establecimiento recibiremos uno u otro resultado, ya sea el de la plaza original de Manrique, lo cual interpretaría como un fracaso desde la perspectiva ambiental porque supondría la eliminación de los elementos vegetales que son parte de la memoria de ese espacio, o el de conservar su aspecto actual, restaurando los elementos materiales existentes.

El Ayuntamiento, en el primero de los supuestos, se encontraría en un dilema, pues cuenta con una Ordenanza Reguladora de Parques y Jardines, aprobada en 2020 por las que se pretende inculcar al ciudadano, de forma eficaz, la noción del valor del arbolado, de los parques y de los jardines, cuyo artículo 8 establece que todos los ciudadanos tienen derecho al uso y disfrute de las zonas verdes públicas. Es el ayuntamiento el valedor de nuestros árboles y quien debe garantizar qjue la plaza que tenemos interiorizada con sus valores vegetales se mantenga.

Sería magnífico y ejemplarizante para todas las administraciones públicas que el Cabildo abriera un procedimiento de información sobre la intervención de este espacio, y, no digo yo que de escucha sobre el mismo, y, puestos a proponer, que planten dos laureles más en la cabecera norte de la plaza, experiencia que no tendría precio para lograr el equilibrio, la compactación visual y la uniformidad de todo el conjunto, tanto del espacio libre como del que conforman sus edificaciones.

Comentarios

La ineptitud del equipo de gobierno roza el delito, están dejando a Eva de Anta como una gran alcaldesa. Arrecife da verdadera vergüenza, demasiada suciedad y sobretodo se está convirtiendo en una ciudad peligrosa. No hay policías, no pone policías. Vaya porquería de políticos
No es sólo la placa adosada a un motivo central de la plaza, es que todo el monumento central es una cruz a los caídos a favor del alzamiento militar anticonstitucional del 36 (en el que Manrique participó circunstancialmente) promocionada por la obra social de Falange. A eso se refiere la placa.
Anónimo, pues fuera la placa. Si la placa recuerda lo que recuerda que se vuelva a resignificar como otra cosa.
Totalmente de acuerdo con la resignificación y a otra cosa, segundo Anónimo.

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