Samuel Cabrera

La grisura

No aprecio cosa más tediosa que el escenario público. Pongamos que andan faltos de luces, de una fila de bloques o de un hervor.

La grisura, sea esta, insignificancia o mediocridad, nunca un tono ni un matiz de color, es un estado del espíritu de nuestros representantes públicos.

No podemos acusar sólo a alguno  de ellos de cosas como la ausencia de ideas o de proyecto, pues todos confunden obras con proyecto. Diría más, parece que quienes sí conocen el alcance de tal término son los empresarios. El mal patológico de  nuestros representantes va por ahí y de ahí parte de su grisura: nunca han trabajado en nada para obtener su sustento, ni mucho menos para construir nada. Nada han emprendido, no saben que los recursos económicos no están en una caja que llaman pública y que vienen manejando a su antojo. La caja publica carece de respeto para ellos porque de tenérselo, no se subirían el sueldo como lo hacen ni  contratarían a destajo y a dedo a su partida de aprovechados. Si, además, nos respetaran, sería tanto como decir que nos temerían, pero sólo nos desprecian.

Por momentos podrían tener algún destello, pero no es más que un espejismo. La alcaldesa Ástrid Pérez, a veces nos produce esos destellos, como cuando muestra una extraordinaria erudición en la presentación sobre un libro de un tercero, en un artículo periodístico donde nos brinda una clase magistral sobre historia, o, más recientemente, con el uso poético del lenguaje para presentar un conjunto ornamental en una rotonda de la ciudad. Por desgracia para ella, el talento es de algún asesor atinado. Tal despliegue de sensibilidad no le hace falta en sus discursos, lo necesita para regir los destinos de la ciudad, estando atenta a sus necesidades y demandas. Lo demás es fatuidad.

Una muestra de desprecio, diría que de su grisura, se nos hace autorizando desde el gobierno de Canarias un parque eólico como los que han impuesto unilateralmente por toda la geografía majorera, isla que tienen jodida paisajísticamente sin que les quede más opción que al pataleo. Acompaña a la grisura del presidente del gobierno, la propia de nuestra presidenta del Cabildo, por no saber imponerse ante tales actitudes, porque desearía creer que no es parte de la decisión por haberse inhibido conscientemente de informar la instalación cuando tocaba hacerlo en el plazo de un mes. De ser así, tendría delito tanta impostura.

Lo que le viene pasando a gente como Pablo Casado, Sánchez, Loli, Ástrid, Jacobo, Pepe Juan, a los Machín... es que todos esperan que la política les dé sustento y notoriedad (lo del prestigio lo dejamos porque eso sólo lo alcanzan los brillantes): Lo demás se les va en la búsqueda de las estrategias para permanecer el mayor tiempo posible. Lo del "talento" no les suena, lo de "democracia" sí, pues es lo que los condujo ahí y que nos enrasa a todos por abajo cuando hablamos del acceso a los cargos públicos. Ni mérito, ni capacidad. La grisura se ha hecho presente, tanto como para no permitir subir el necesario escalón que nos saque de esta decepción de lo público.

Comentarios

Vaya forma de faltarle el respeto al cemento.

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