Concha de Ganzo

La Felicidad era esto

Estos días de incertidumbre, de cifras que dan miedo y comidas y cenas en soledad necesitaba algo. Una de esas apariciones, de esos instantes que lograran detener el desánimo. Lejos de casa, envuelta en la neblina, en la lluvia plomiza ocurrió algo inesperado: serían las 8 de la mañana, desde la ventana veía pasar a la gente. Abrigados, con bufanda y chaquetas negras, y ese semblante serio, entre el hartazgo y las ganas secretas de salir corriendo de esta realidad, y de pronto apareció ella: una niña de unos seis años vestida de papá Noel, un papá-mamá Noel brillante, con la casaca de un rojo intenso y el gorro largo, como el de un elfo. Iba de la mano de su madre, y caminaba dando pequeños saltitos. Seguramente iba a su último día de clase, y era la niña más feliz del mundo. Su cara lo decía todo: sonreía con esa media sonrisa tan sincera y gratificante que resultaba contagiosa. Sin querer tuve que plegarme y sonreír. Y darle las gracias por devolverme esa extraña felicidad. La de sentir que en este mundo, en estos días inciertos, esa inocencia, la ilusión de salir a la calle vestida como quería, como había soñado, puede ser el mayor de los regalos.

La niña de la mano de su madre se perdió calle abajo y a mí me sirvió para cambiar el gesto, dejar de sentirme mal: por las cifras, por la mascarilla, por estar lejos de casa.

Habrá que buscar esos instantes, esas imágenes fugaces que nos devuelvan la sensación de estar bien, de sentirnos a gusto. A pesar de los grises que asoman detrás de las ventanas, del frío que da una mesa vacía, entonces siempre se puede hablar con los amigos, con todos los que quieres, y acordarte de esas charlas maravillosas en las que otro niño de 7 años, que podría llamarse Julián, te dice: que si de los cinco ositos de chocolate que le había regalado podía comerse dos, los otros tres los tenía que guardar para los Reyes Magos.

Y así, un día cualquiera, la felicidad te puede venir a visitar: tiene cara de niña de seis o siete años y va dando saltitos vestida de rojo y con gorro alto de mamá Noel.

Comentarios

Ay, Concha, qué mayores estamos, mi niña.

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