Ana Carrasco

Heck, heck 1

Estoy en la cocina preparando la comida, troceo un calabacín sobre una tabla. El cuchillo al chocar en la madera suena "heck, heck..." y en mi cabeza cada golpe se convierte en palabra, una palabra que es apellido: Haeckel, Haeckel...

35 años atrás, en otra cocina de la ciudad de La Laguna, estudio. Sobre la mesa se despliegan los apuntes de la asignatura de ecología junto a una codiciada lata de sardinas. El nombre de Ernest Haeckel lo subrayo, es un científico importante, el padre del concepto ecología: la disciplina que estudia las relaciones que tienen los seres vivos entre sí y con el entorno que les rodea.

155 años atrás, en la cocina de una casa de Arrecife situada en la "Calle Real" visualizo a Haeckel mordiendo un guayabo o estudiando el material recogido esa mañana a marea vacía en la marina. Lo imagino concentrado, atento a la morfología de cada especie, atento a esa simetría a la que tiende la naturaleza. Como el mejor cocinero, analiza minuciosamente cada organismo antes de verterlo en el caldero de la ciencia. Dibuja cada detalle como solo él sabe hacerlo. No conoce el nombre científico de muchas especies por la sencilla razón de que son nuevas para la ciencia; si acaso los pescadores y mariscadores de Arrecife le han puesto nombre a tremenda diversidad, lo que se conoce como nombre vulgar, que de vulgar no tiene nada. Por eso es mejor decir nombre vernáculo. Vernáculo significa "nacido en la casa de uno". Según el investigador canario Marcos Sarmiento Pérez, autor del estupendo libro "La expedición científica de Haeckel a Lanzarote", solo Haeckel recolectó en Arrecife alrededor de 500 especies raras o no descritas antes.

Ya en Alemania, Haeckel recordará el sabor del guayabo, aquella cocina humilde y el movimiento y la belleza del cosmos... y pensará que la marea vacía del Atlántico tira de uno cual imán, y seduce con el propósito de enseñar lo que hasta hace un rato estaba cubierto: piedras, charcos, arenas y mucha VIDA.

Quién me iba a decir muchos años después de haber terminado la carrera de biología, que tendría conocimiento de la visita de Haeckel a Lanzarote. De haberlo sabido mientras estudiaba aquellos apuntes, habrían sido subrayados con una emoción añadida al miedo de examinarme: la de pertenecer a una ciudad cuya marina fue importante para La Ciencia.

Dejo macerando esto que escribo en la olla de mi mente, no sé si pretendo escribir sobre el padre de la ecología o sobre la importancia de las cocinas.

Como nunca me ha gustado hacer de comer, podría decantarme por Haeckel, pero mi intuición se dirige hacia las cocinas, porque éstas han configurado nuestra especie. Y en ellas, además de alimentos, se cuecen muchos asuntos, se sancochan los pensamientos y se hornean los merengues de nuestras emociones, y porque lo preparado actúa como levadura de la socialización: en torno a una mesa las buenas conversaciones se alargan hasta las sobremesas, conversaciones trascendentales para una familia o para toda una sociedad. No en vano los pequeños y grandes acuerdos y muchos proyectos se forjan casi siempre bajo la mirada discreta de un trozo de pan.

Admiro a cocineras y cocineros porque con su oficio nos proporcionan vitalidad y conversación, ayudándonos a pensar junto a otros... ¡Y chiquito trabajo el de nuestras madres! Escoger, comprar, preparar, cocinar y presentar. Cinco verbos con sustancia y con profundas consecuencias en la economía y cuidado, porque en su buen ¿qué hacer? nuestras madres elaboran platos teniendo en cuenta el gasto y los gustos de los demás. Madres, sabias economistas, que viven sus cocinas unas veces cómo cárceles y otras como laboratorios de creatividad.

Y digo economistas porque la palabra Economía procede del del griego oikonomía "dirección o administración de una casa". Y mesturo economía con cocina, porque la economía es la ciencia que tiene como fin la resolución de las necesidades y la administración de la riqueza. Porque no hay mayor necesidad que la de alimentarse, y no hay mayor riqueza que los alimentos que nos ofrece la naturaleza. En fin, que, en el contexto de la VIDA, no hay mejor economista que quien gestiona con cordura "la cocina" de nuestra casa común que es la Tierra.

Haeckel creó el término de Ecología uniendo las palabras griegas oîkos "casa"y lógos "tratado", es decir el estudio del lugar donde vive o se halla algo. Cuando indago sobre la fecha en que Haeckel dio a conocer el término ecología, me encuentro con dos años 1866 y 1869. Haeckel llegó a Lanzarote en noviembre del año 1866, entonces, cómo no pensar que Lanzarote y su marina fueron un estímulo importante en sus hipótesis científicas evolucionistas y en la concepción de la ecología como disciplina.

Y si fue así, cómo no ligar la figura del científico con la de César Manrique. Como dice Mario Satz en "El alfabeto alado", "...allí donde se cruzan semejanzas, la soledad es menos drástica. Incluso en el vacío de las distancias, cuando hay atención, crece gentil la flor de las analogías".

Pero para explicar mejor esta analogía debo esperar a que salga del horno un nuevo trabajo de Marcos Sarmiento. De momento valga esta primera parte del artículo para mostrar mi reconocimiento a las alquimistas de la vida, las cocineras y cocineros (incluidas todas las madres) que han administrado los oikos del planeta. Porque estoy convencida de que el amor a la cocina es también amor a la vida.

P.d. Ahora que termino el artículo, cuando estoy a punto de enviarlo por email, recuerdo que con seis o siete años los Reyes Magos me trajeron una cocina de juguete, completa ella, con vajilla incluida y platos del tamaño de una uña. Era preciosa, la había visto en una tienda de la calle real, situada frente a lo que hoy es Rocasa. Recuerdo nítidamente la luz artificial del escaparate cuando cogida de la mano de mi madre me enamoré de ella.

Dedicado a los cocineros y cocineras de Lanzarote, máxime en estos momentos tan duros. Dedicado a mi amiga Luisa Otero.

* Dibujo: Haeckel, cubiertos : JJ

 

Comentarios

Ana, qué placer leerle a Ud. Deberían aprender los juntaletras imbéciles de cierta competencia mediática. El futbolista metido a columnista, el marrullero condenado y que allí jorobando, los del "nombre de la rosa", el "comunicador" a sueldo de gobierno, etc.
Espectacular artículo. Ya entro en el diariodelanzarote pensando en leer su columna. ¿Como bióloga y feminista podría contarnos algo sobre Lynn Margulis? En el Museo de la Ciencia en Tenerife tenían hasta hace poco una exposición sobre su marido, el divulgador Sagan; olvidada ella, en cambio, que ha hecho una revolución para biólogas y para ecologistas.
Gracias, un placer poder escribir sobre la extraordinaria Lynn Margulis. Hay un documental sobre ella que es muy inspirador, y en el que se puede observar su imponente personalidad.

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