Víctor Bello

Espía como puedas

La literatura y el cine están plagados de historias de espías, desde el archiconocido James Bond, de Ian Fleming, hasta el reciente Falcó, de Pérez Reverte, pasando por una larga nómina de agentes, incluidas mujeres como Mata Hari, que arriesgan su vida para obtener secretos del enemigo y salvar a su país de una catástrofe, cuando no al mundo entero. También están presentes en la comedia, como la de Leslie Nielsen que da título a este artículo: Espía como puedas.

El espionaje siempre ha estado al servicio de los gobiernos y mandatarios de cualquier época histórica con un mismo objetivo: interceptar las comunicaciones o apropiarse de cuánta información produce el enemigo.

La historia de los espías ha sido estudiada por historiadores y profesionales del sector de la información. Como ocurre con tantas cuestiones de la vida, casi todo es un invento antiguo a lo que se le añade la tecnología desarrollada en cada tiempo y, en el caso del espionaje, ocurre lo mismo. Ahora se ha destapado el uso de Pegasus como medio de espionaje, pero hubo un tiempo en el que las cosas eran más complicadas para obtener conocimiento acerca de las intenciones enemigas.

A lo largo de la Historia han existido métodos muy diferentes de captar información y varios estudios muestran cómo se han servido los reyes y gobiernos de los servicios secretos para ello. Es el caso, por ejemplo, del libro Espías de Felipe II, de Carlos Carnicer y Javier Marcos, los estudios de Miguel Ángel Esteban Navarro, que será ponente inaugural en las V Jornadas de Archivos de Teguise, o Diego Navarro Bonilla, que participó en las jornadas de 2019, dando a conocer los diferentes métodos de espionaje empleados por la Monarquía Hispánica; una época en la que para obtener la información ajena, el espía debía desplazarse muchos kilómetros desde su país de origen, generalmente.

El espionaje en Canarias no ha sido estudiado en profundidad, pero muchos documentos que se conservan en archivos diversos muestran su presencia. Para el caso concreto de Lanzarote, sabemos que los moriscos que habitaban en la isla en los siglos XVI y XVII hacían las veces de agentes enemigos durante los ataques de corsarios argelinos. Así lo manifestaba el marqués Agustín de Herrera y Rojas a Felipe II en 1586, sólo unos meses antes del cruento ataque que se produjo en julio de ese mismo año. Herrera pidió, entonces, que se les expulsara porque proporcionaban información a los atacantes. Pero la presencia de estos agentes no se manifestaba únicamente durante los asedios en tierra, sino que las aguas canarias eran surcadas constantemente por barcos enemigos, de diversa procedencia, que lo mismo recababan información sobre la situación defensiva de las islas, como podían boicotear la economía, pasando a fuego barcos que estaban a punto de zarpar de la isla, cargados de grano y otras mercancías, destinadas a distintos puertos.

Además, estos barcos, una vez hechos a la mar, eran a veces perseguidos, sabedores los enemigos de que transportaban la correspondencia oficial que comunicaba a los agentes de la Monarquía con el mismo Rey, lo que motivó que la argucia fuese desarrollada con el objeto de que el mensaje llegara a su destino. Si por un lado, las cartas podían ser cifradas para que nadie que desconociera la cifra pudiese conocer el contenido; por otro, eran enviados duplicados a destinos diferentes, con la intención de que alguna llegara a salvo.

Varios documentos testimonian la persecución de barcos que debían ponerse a buen recaudo para salvar no sólo las mercancías sino también las cartas que llevaban. De este modo lo señala el capitán del patache llamado San Bartolomé, que salió de Sanlúcar de Barrameda en 1586, con destino a América, llevando consigo nueve cartas del Rey Felipe III y doce del Duque de Medina Sidonia. A la altura de Tenerife se vieron sorprendidos por una nao de piratas argelinos y una lancha de remos con muchos arcabuceros que los perseguía. El capitán, ante la imposibilidad de combatir, se vio obligado a dirigirse hacia la zona de Taganana, donde saltó a tierra y puso a salvo un saco con los pliegos escritos.                     

Siempre es la misma historia: unos que quieren velar por sus secretos y otros que desean conocerlos. Lo que los ejemplos mencionados nos enseñan es que, si en siglos pasados los barcos debían cuidar la navegación marítima, huir o batallar para salvar la información confidencial, hoy es esencial garantizar la seguridad de navegación en la red.

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De esos asuntos, entre otros, se hablará en la quinta edición de las Jornadas de Archivos de Teguise, que tendrán lugar los próximos días 20 y 21 de mayo. La inscripción es gratuita enviando un mensaje a la dirección de correo jornadasteguise@gmail.com. Contaremos con la presencia de Miguel Ángel Esteban Navarro, Marta Pavón Ramírez, Samuel García Arencibia, Ángel Viñas Martín, María del Pilar Cousido González, Verónica Ojeda Jiménez, Deepak Daswani y Pedro Baños López.

 

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