Myriam Ybot

Enrique

Caminaba la Calle Real con un estilo muy suyo, entre acelerado y despacioso. La sensación imposible sería fruto de un avanzar sereno pero firme, sin prisa pero categórico en su afán de llegar a cualquier parte, a su casa o al local donde cada día leía hasta el final los artículos del periódico.

Andaba mirando al suelo, aunque no de esa forma huidiza que caracteriza a los grandes tímidos. Tampoco concluiría nadie que fuera contando los pasos, del kiosco de prensa a la cafetería, en su recorrido cotidiano y mañanero. 

Su pensamiento no se ofrecía a ese tipo de ocupaciones estériles y ociosas; se decía de él que la isla entera le cabía en la cabeza, que era lo mismo que constatar una preocupación trascendente que superaba sus alrededores geográficos y personales. Incluso, retirado ya de la política y de la tiza -así se señalaba a quien alguna vez ejerció la docencia, como fue su caso durante largos años-, todo el mundo sabía que mantenía opiniones firmes, y habitualmente certeras, sobre cuanto acontecía en su terruño natal y fuera de sus fronteras. 

En ocasiones caminaba solo, como solo se enfrentó desde las instituciones a las convulsiones y ataques de sus enemigos, heridos por la espada de su clarividencia y su valor. Poner coto a la especulación y a la voracidad turística, adivinar un futuro de menos bienestar y más ladrillo, aceptar sin desánimo la ceguera judicial, no le es dado a cualquiera. 

Cuando caía la tarde, de último, paseaba amarrado a otra guerrera, que lo guarecía con la pasión y el mimo de las grandes luchadoras y de las grandes amantes. 

Pero a primera hora marchaba solo. Avanzaba oteando el piso, quizá en evitación de un exceso de saludos con parón y charla insustancial incluida. Era hombre de excelente conversación, aunque de pocas palabras. No necesitaba más que las justas para dejar sentado su criterio, lúcido y atinado, como ya se dijo. 

Caminaba don Enrique por León y Castillo, con el periódico bajo el brazo y la mirada perdida en la grisura de los adoquines. Y cuántas veces permití que pasara de largo, sin una voz, sin un aleteo de manos que lo sacara por sorpresa de su errancia interior. 

Lo dejaba seguir por respeto; lo veía alejarse convencida de que las reflexiones que lo ocuparan debían continuar su curso hasta cristalizar; para hacerse un sabio consejo, una entrada de blog, una invitación al debate en un almuerzo compartido o el titular de cualquiera de las entrevistas, escasas ya, que atendía por compromiso y responsabilidad, generoso siempre. 

La Calle Real no volverá a ser la misma.

Comentarios

Gran persona y sobre todo, dialogante y demócrata. Un buen político. Las, los y les de ahora no le llegan ni a la suela del zapato.
No lo conocí personalmente. Como político tuvo luces y sombras. En los 80´s promovió el Plan Insular y creó los parques naturales de Los Volcanes junto a Timanfaya, en los 90's con la moratoria intentó frenar _ sin éxito_ a los criminales que han masificado y destruido Lanzarote. Las sombras en mi opinión como alcalde de Arrecife enterrando el plan de ordenación y condenando a la ciudad y su apuesta por el edificio nuevo del Cabildo , una aberración arquitectónica y urbanística imposible de entender viniendo de un hombre culto. D. E. P.
Luces y sombras tod@s las tenemos, en cualquier caso un protagonista de su tiempo en la Isla. D.E.P
Bellas palabras. Gracias Myriam

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