Ana Carrasco

Duelo entre piedras

"Habría que observar con más detenimiento los minerales, los guijarros, la lava petrificada, los fósiles, la roca - nos dicen quiénes somos. Uno se atrinchera en esa mineralidad cuando pierde el amor".

Apunté esta cita en mi libreta de notas olvidando poner el nombre de su autora. Afortunadamente, al introducir el texto en el buscador de internet salió el título del libro donde aparecía, "Labios de piedra" de Nancy Huston. La cita es de la filósofa francesa Anne Dufourmantelle.

Y reescribí la cita en la libreta porque de inmediato pensé en la reconfortante balsa de piedra que es Lanzarote, memorando a algunos varones que eligieron viajar a esta isla tras una ruptura amorosa o muerte de la pareja. Personas que están alojadas en un espacio muy especial de mi disco blando, el empático.

Pienso en el pesar macerado en esta isla, en ese dolor convertido en poesía: un baile de rimas y penas, en el que el duelo vuela adherido al viento entre volcanes, y la marea lo acuna durmiéndolo, diluyéndolo. Duelo y mineralidad, vida y no vida, mineralidad inerte receptora de sufrimiento cual píldora sanadora.

Científicos, filósofos, escritores, traductores han consolado su dolor en esta isla, a pie de playa, de risco, o a la sombra de un volcán. Ahora, que el confinamiento ha sacado a relucir que vivimos en un mundo hiperconectado, de mi disco blando aflora el autor de la hipótesis Gaia, James Lovelock, el mundialmente conocido científico inglés que en 1969 tuvo el arrojo de publicar la controvertida hipótesis que defiende que nuestro planeta, la Tierra, funciona como un macro organismo que se autorregula.

Hace quince años leyendo su obra "Homenaje a Gaia" me sorprendió descubrir, casi al final del libro, cómo después de morir su esposa un 4 de febrero de 1989, mi admirado científico sintió la necesidad de viajar a Lanzarote. Estas son sus palabras: "Aquellos días contribuyeron considerablemente a limpiar las miasmas de la maligna pena que aún parecía persistir por la muerte de Helen".

Lo anecdótico de esta historia es que Lovelock llegó acompañado de su nueva pareja, Sandy, de la que se enamoró durante la enfermedad de su esposa. Y escribe sobre ello: "Debe ser raro que dos personas se enamoren profundamente y establezcan un vínculo nuevo y firme cuando sus dos cónyuges anteriores están muriendo; pero como el ave fénix, resurgiremos de aquellas cenizas...".

Hoy la hipótesis Gaia renace cual ave fénix de la pluma de científicos y filósofos. Reaparece como principio inspirador sobre el que se apoyan filósofos de la talla de Bruno Latoure. Y me pregunto cuál sería la sensación de Lovelock cuando visitó Lanzarote a los pocas semanas de morir su mujer. Me pregunto dónde estuvo, sobre qué piedras limpió su miasma, qué escribió...si se reafirmó en su hipótesis viendo la aridez de la isla, si se reconcilió con el sentimiento de culpabilidad, o con sus detractores cuando visitó El Golfo o la Geria. O si fueron las asombrosas cenizas de Timanfaya las que le hicieron resurgir emocionalmente como ave fénix. Lovelock nació en 1919 y aún sigue vivo.

Pero hay otros tipos de dolores, como es el dolor de vivir, de la enfermedad, que buscan consuelo en esta isla. La portada y una de las solapas del libro "Hijos de la noche" del filósofo Santiago López Petit contienen fotos de Famara. Petit escribe un libro íntimo, intenso, sobre lo que pasa a su cabeza, sobre el dolor que vive en ella. Lleva años visitando Lanzarote, y Famara es uno de sus refugios donde calmar su fatiga que, como dice él mismo, es un exceso de dolor. Escribe "La piedra seca y resignada no consigue cerrarse en ella misma".

Recorrer Lanzarote viendo en cada piedra el dolor de foráneos y el sudor de nuestra gente se acerca a lo sagrado. Saber que Lanzarote ha sido y sigue siendo consuelo de tanto ilustrado es más que otro consuelo, un honor. Resurjamos de esta crisis como el ave fénix cuidando tan sagrada mineralidad. Nos dice quiénes somos, nos da la autenticidad, la singularidad que necesitamos para permanecer vivos en el tiempo.

Comentarios

Exquisito artículo, Ana. Simple disfruto leyéndote.
¡Qué bueno!, gracias
Muy bueno.

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