Samuel Clavijo

Dos parques y dos espacios cuestionados

Cuando se construye el parque viejo de Arrecife, a finales de los años 50 del siglo XX, mucho antes de que tuviera nombre propio, era el primer y único parque del municipio, y se emplazó allí donde la vecindad paseaba de arriba abajo junto al frente construido, pues el suelo que ocupa, antes fue mar. El plan de ajardinamiento no sólo era correcto, sino que resultaba muy ambicioso para la nula cultura de jardín que existía en la isla, pues todo fue realizado con mucho cuidado y con sobrada intención. Tan correcto era, que el desarrollo de las especies en los años siguientes resultó muy armonioso y cada planta y cada árbol tenían su espacio. Yo creo que, no obstante algo fallaba, y es que la masa verde se concentraba en los grandes parterres y el disfrute de la sombra se hacía en los márgenes de los mismos.

La historia del parque es ingrata, pues ocupando un emplazamiento valioso y céntrico, fue quedando huérfano de visitantes al tiempo que Arrecife crecía y las propuestas de ocio aumentaban, parejas al desarrollo turístico.

No creo tanto que haya espacios malditos como que son objeto de abandono. Suele ser que algunos se dejen de usar cuando existe un deterioro y una falta de atención. En este caso, primero dejó de ser plenamente útil y luego fue el abandono por parte del Ayuntamiento. Lo del ajardinamiento del Parque Ramírez Cerdá tuvo su propio proceso de ruina.

Las garzas, que sentaron sus reales en la arboleda de la que disfrutó, fueron la puya que ha desembocado en la situación actual, ya sin zonas de sombra, pues no se ha atendido a la replantación de lo perdido, parcheando con mal criterio y con especies inadecuadas en una tierra gastada. Era el año 1988 cuando se instalaron las primeras parejas, un punto exótico que no aventuraba el desastre posterior. Ya en 2008, la prensa local se hacía eco de la existencia de más de 300 garzas cuyos excrementos imposibilitaban el uso de la zona. En esa fecha ya se había comenzado el traslado de las primeras aves a las inmediaciones del Cabildo, a la parcela que ocupó uno de los cementerios que tuvo la ciudad. Las garzas no han vuelto al parque ni tienen interés, tal es el desastre, pero ya se vienen instalando hasta en el municipio de San Bartolomé donde es frecuente verlas.

No sólo se abandonan los grandes parterres, sino que los hoyos del borde de acera, ya sin las palmeras de Elche que fueron taladas, no han sido objeto de plantación con nuevos árboles. Del parque inicial no quedan los bancos de mampostería de la época, se ha perdido el trazado geométrico a varios colores del pavimento, no están las pérgolas originales, ni a sus pies se pueden plantar trepadoras, los maceteros de los parterres fueron sustituidos por un modelo mal ejecutado y las piedras volcánicas perimetrales desaparecieron. La gran zona central con agua y cañas no existe desde hace décadas, y la zona diseñada por Manrique honra poco su memoria. Casi le pasa al parque lo que le sucede a la ciudad, que no queda más que su trazado, pues han desaparecido casi todos los antiguos inmuebles. Del mismo modo, queda del parque sólo su trazado original.

La cosa se viene resolviendo a brochazos en los muros, sin que, aún así, exista razón alguna que propicie una grata estancia en el parque. Algunos lo atraviesan a la carrera o a paso ligero, al modo en que se haría por una acera corriente. Nada hay en el parque que invite a la permanencia en él y no existen razones para volver.

Con una medida de protección de ese espacio desde 1992, que pretendió su salvaguarda, que es lo que corresponde a cualquier medida de protección, esta se ha convertido en su licencia de muerte, y me concentro en pensar si nos prestaría un servicio aunque sus zonas ajardinadas fueran rehabilitadas, y si con ello sería suficiente para echar unos ratos de tertulia, de lectura o de contemplación. La respuesta parece negativa. El parque prestó su servicio a la ciudadanía y su diseño no aventura que pueda prestar ningún servicio más allá de que su suelo sea útil para algunas actividades grupales. A los viejos se los llevan a residencias en el campo. Para los niños, no existe nada motivador; para el esparcimiento no hay sombra, ni acomodo, ni motivo. Carece de plataformas de acceso al mar y como mirador del horizonte no sirve.

No existe razón alguna, apelando a la función que se deriva de su  creación, que nos permita pensar que ese parque, así, tal cual es, nos vaya a servir cada día, más allá de ser un escenario para un Nacimiento o para una feria de tapas durante dos  semanas al año. Habría que considerar, además, si una nueva mirada sobre el conjunto nos conduciría a la recuperación del Parador como hotel urbano, una exquisita y pequeña instalación hotelera como marca de los nuevos tiempos del turismo, de la isla y de la ciudad. El asunto es que el otro parque, el que denominaban como parque nuevo, luego Islas Canarias, tampoco es que sirva de mucho. Aquí la situación es más compleja porque desconocemos los detalles de por cuánto tiempo una empresa privada conformada por Hormiconsa y Supermercados Marcial va a explotar un recurso público, del que ignoramos cuándo expira la concesión -suponiendo que exista una concesión-, como desconocemos la cantidad que las arcas públicas ingresan por el uso del aparcamiento de pago -si es que ingresa algo-, ni si el ayuntamiento ha litigado para recuperar lo que la empresa privada se apropió para su aparcamiento.

¿Estamos preparados para establecer un debate sobre si un nuevo diseño de ambos espacios puede dar respuestas para devenir en el lugar de ocio y recreo que no son hoy?

¿Podemos poner sobre la mesa la reflexión de si merecen rediseñarse unos bienes públicos que han dejado de cumplir una función social?

¿Todo ello sin marear la perdiz ni pedir la cabeza de nadie por proponer tales asuntos?

Valioso patrimonio ha perdido la comunidad y nadie se ha echado las manos a la cabeza. Aquí se trata exactamente de todo lo contrario, de recuperar un bien público para la comunidad y establecer el alcance de tal medida.

Comentarios

Yo paseo a diario por el frente marítimo de Arrecife de un parque a otro. Si de mi dependiera derribaría el antiguo parador , un edificio en ruinas que se cae a pedazos y derribaría también el Casino Club Náutico. Eliminando esos dos tapones Arrecife tendría una cornisa verde espectacular. El quiosco frente a la Casa de la Cultura es una chapuza , absolutamente anti-funcional , de hecho creo que no se ha usado nunca pues una orquesta emplazada a esa altura ni se ve ni se escucha . Es grotesco ese quiosco de música, un despropósito más en esta fea y horrible ciudad. Recuerdo en mi infancia que el parque viejo se llenaba de mariposas emperador , miles y miles , y se reproducían en los parterres , allí hacían sus capullos . Los niños , sin educación ni respeto ni amor por la naturaleza , rompíamos los capullos y sacábamos los gusanos y los matábamos. Las mariposas desaparecieron . También visitaban el parque en otoño bandadas de golondrinas, cientos , se posaban en los cables de la luz aledaños al parque . Sus vuelos rasantes y sus acrobacias eran espectaculares. También desaparecieron las golondrinas. Y también recuerdo las bandadas de gaviotas al atardecer volando de Porto Nao a la zona de El Reducto . Es espantoso cómo se ha degradado la ciudad. El parque viejo fue un avance impresionante en una pequeñísima ciudad pobre . Si hubiéramos seguido en esa línea y aprovechando la riqueza inmensa que ha entrado en Lanzarote , Arrecife sería hoy una de las ciudades más bellas de Europa . Pero este Pueblo de analfabetos , de brutos , de gentuza , tenía escrito su destino . Solo hay que sobrevolar Arrecife para ver ese destino realizado.
La desidia que ha caracterizado a Arrecife a lo largo de los últimos 30 años, por parte de sus políticos, queda plasmada en el abandono de los dos principales parques de la ciudado. De ineptos hacia arriba.
Las mariposas no eran " emperador " sino " monarca ".
En Lanzarote las palabras "bien público" y "comunidad" carecen de significado. Por eso nadie se lleva las manos a la cabeza, se las llevan al bolsillo. No hay sentimiento de comunidad, cada cual va a lo suyo, y eso redunda en el estado de la ciudad. Hay estudios sociológicos que aseveran que a mayor tasa de asociacionismo en la sociedad, ésta goza de mayor calidad democrática y mayor bienestar común. Que la gente se asocie en asociaciones culturales, de vecinos, deportivas, protección civil, cruz roja, partidos políticos o sindicatos (p.ej.) significa que se preocupan no sólo por algo en concreto de su interés, sino por la mejora del conjunto de la sociedad.

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