Ana Carrasco

Ansiedad manifiesta

De repente, en uno de los momentos más plácidos del día, de este día festivo en el que abro con calma el periódico con el primer café, surge la ansiedad. Surge así de golpe, obligándome a parar lo que leo para pensar qué me ha pasado, qué ha sucedido para que un instante revierta el sosiego. Alcanzo a entender, tras una breve reflexión, que la ansiedad es intrínseca, la ha generado mi mente ante los numerosos artículos de interés que recoge este día el periódico. Es mi propia exigencia la que me altera, el pensar que se me acumula la lectura. Así somos, vemos cosas que nos gustan, y las queremos todas. No nos damos cuenta que, frecuentemente, ese ansia por algo más, sea lo que sea ese algo, es un efecto más del consumismo como fenómeno.

Aprovecho la ansiedad manifiesta para reflexionar en cómo se ha cimentado la sociedad de consumo. A mi memoria viene el documental "El siglo del individualismo" escrito y dirigido por Adam Curtis. Me impresionó saber cómo, tras la Primera Guerra Mundial, las corporaciones aplicaron las teorías de Sigmund Freud en la publicidad para interferir sobre el inconsciente de los individuos, y así quisieran comprar cosas que satisficieran su imagen o deseo de realización. Pienso en la abundante propaganda que las compañías tabaqueras dirigió a las mujeres para que fumaran, pienso en aquellas mujeres guapas, supuestamente realizadas, que aparecían en las películas llevándose un cigarrillo a la boca, siempre a punto de ser encendido por un varón.

Pasan los minutos, aquí sigo, se me enfría el café. Miro la hora en el reloj híbrido que he comprado en Amazon, es "de estilo dinámico y con la tecnología vestible más actual". Sin embargo, a pesar de ser inteligente, ni me regala tiempo, ni me libera de la ansiedad. Eso sí, mide mis horas de sueño, mis pasos, y si quiero lo programo para que contabilice también los vasos de agua que bebo. Consume pilas a mayor velocidad que otros en su conexión permanente con mi smarthphone. Mi reloj es la pura esencia del actual capitalismo, convierte en mercancía todo lo que hago.

En general toda mi actividad online acaba en una nube invisible que acaudala la cosecha de 24 horas de datos, desde que me levanto hasta que me vuelvo a levantar. Soy la Ana de Google, la Ana de Facebook, la Ana de Amazon, pertenezco a ellas, hoy y mañana, porque día tras día los algoritmos que trabajan para estas grandes compañías tecnologías construyen mis futuras necesidades. Puedo decir que me conocen bastante mejor que Fesita, mi madre: saben lo que leo, qué he subrayado, lo que compro, el cine que me gusta, si estoy triste o alegre, la música que oigo y a qué hora la oigo, a dónde voy, qué ruta he cogido, si estoy preocupada por mis ojos o por mi hígado, o si hoy, domingo, he parado en esta cafetería a tomarme un café. Un sin fin de datos sobre mi comportamiento privado que han sido captados, analizados y empaquetados para venderlos al mejor postor. Si me ha gustado algo, si he tenido una tentación por ese algo, la nube, sibilina y bandida, que conoce muy bien mi patrón de consumo, me llueve encima un gran surtido de emociones: todo lo que la Inteligencia Artificial sabe que me podría gustar.

Es el 'capitalismo de vigilancia', así lo llama Shoshana Zuboff, socióloga, profesora emérita en la Harvard Business School. Zuboff denuncia cómo las grandes empresas tecnológicas se aprovechan, sin nuestro consentimiento, de nuestros datos inconexos para convertirlos en predicciones y vendernos ingente publicidad. Ella lo resume así de bien: "si en el capitalismo industrial se explotaba al máximo la naturaleza, el nuevo capitalismo explota la naturaleza humana, escaneando nuestras emociones y modificando nuestra conducta para su beneficio".

Triste resulta que esta variante del capitalismo esté transformando radicalmente todas la relaciones: las comerciales, las familiares, las laborales, las que mantenemos con otros seres vivos, e incluso, las que tenemos con nosotros mismos. Es más, está alterando nuestra capacidad de concentración, de decisión y hasta la propia idea que tenemos de lo humano. Me fastidia que Bankia publicite su marca bajo el lema "Humanismo digital", al tiempo que desaparecen de sus sucursales lo que las hace humanas, sus trabajadoras y trabajadores.

Me pregunto hasta qué otros ámbitos, no puramente comerciales, puede arrastrarnos la Inteligencia Artificial. Alguna respuesta he leído en el capítulo Libertad del libro de Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI: "Cuando los algoritmos lleguen a conocernos tan bien, los gobiernos autoritarios se harán con un control absoluto sobre los ciudadanos. El régimen no solo sabrá exactamente cómo sentimos: podrá hacer que sintamos lo que quiera". Me preocuparía la pérdida absoluta de libertad, si no somos soberanos de nuestras decisiones, ¿qué nos queda de humanos?

Documental 'El Siglo del individualismo'.

En fin, se me va la mañana y no he leído ningún artículo. Cierro el periódico siendo consciente de que Google ya sabe de qué va mi próximo artículo y que Spotify anda construyendo el disco que oiré mientras lo escriba. Artículo que será enviado a un medio digital, vivirá en una nube para ser publicado en Facebook y compartido por WhatsApp. Y con suerte, leído mientras ese alguien ve una serie en Netflix o sigue a otro alguien en Instagram. Durante ese proceso, el colonialismo digital, extractor y manipulador, seguirá trabajando exquisitamente sin sentir pena o alegría por nosotros los mortales.

Espero que Bruno Patino, presidente de ARTE France, tenga razón cuando dice "Estar conectado todo el tiempo será tan absurdo como fumar en un avión".

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* La imagen que ilustra el artículo es el dibujo de una mujer fumando realizado sobre un anuncio de publicidad de una revista gratuita entregada junto al periódico.

Comentarios

Enhorabuena Ana! Otro excelente artículo para reflexionar.
Sencillamente magistral el artículo. Gracias por regalarnos su lectura.
Me sumo a las felicitaciones anteriores. No es frecuente en los medios insulares encontrar una reflexión inteligente y por qué no decirlo "ilustrada"...
Censuran demasiado en este medio. Demasiado por cualquier cosa
Muy bueno Ana, das en el clavo !
Gracias, sororita! Yo también estoy ansiosa, cada vez más.

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