Matías Reyes

Ángel Víctor. El culebrón

“Una isla no es sólo un territorio sometido a los vaivenes del precio que se esté dispuesto a pagar por ella. Una isla es también su mar y la gente que lo habita”. (Anónimo maorí).

El día amaneció de sur y peludo, que es como aquí expresamos lo del mal tiempo. Y eso que estamos en las afortunadas, esas que se venden como el paraíso de los 20 grados.

Él mira como al infinito. Siempre hace como que mira más allá del horizonte, acaso porque no soporte cruzar su mirada con los que le escuchan el discurso en el que se han dejado de reconocer. Ángel Víctor -en adelante AV- se frota las manos ante la inmensidad del mar, ese que parece ser capaz de tragar con todo y tragárselo todo. Entre sus pies y el horizonte, un mar,  objeto de riqueza y ruina. AV retuerce sus manos compulsivamente, y no de frío.

A su espalda, la ciudad, adormecida por la actualidad, por cada noticia que diluye una anterior. Nada dura más que el instante en que algo se nombra y el resto es inmediatamente olvido.

Una faluga, como algunos costeros nombran a esas chalanas grandes a motor, se aproxima con el viento en contra, elevando mucho la proa a cada golpe de mar.

-Hoy vamos a marcar sobre el mar -lo dice en un susurro entre ronco y aguardentoso- ignorando que el mar, si algo tiene, es que las marcas te las deja a ti. Vamos a poner unas balizas donde irá cada una de las jaulas marinas, porque ¡estamos creando riqueza! Empezaremos por allá del islote, ¡qué bonito quedó el islote! ¡qué poco satisfecho no estaría César!

César le llaman también fuera de aquí, como si fuera algo suyo, como si les perteneciera, y todo para traicionar su memoria a cada apelación al artista, para destrozar el mismo suelo que acogen sus restos.

A la carrera, con un jadeo, más de alboroto que de cansancio, Dolores farfulla con el ánimo de descargar, no de que se le entienda, porque de querer hacerse entender así, de primeras, lo haría a escobazos, como los que se dan a las cucas volonas. O a las ratas, pasándose por el arco del triunfo esa ley de bienestar animal que en sí es un disparate impropio de gente cuerda. “Esas locas” dicen que dijo Abascal.

-¿Que vas a marcar qué? ¡En el coño de tu madre vas a marcar tú! O sea -clama Dolores- que vengo yo de pelear por asumir un compromiso medioambiental y de sostenibilidad con la isla, eso que tú ni sabes lo que es, y vienes a joder la marrana. Primero, pretendiendo poner un parque fotovoltaico sin consultar con nosotros. Me autorizas una planta de biogás donde te sale el pito; me mandas al terrorista medioambiental de turno, el tal Sebastián, a hacer una autovía que destroza un suelo valiosísimo; se reparten el mar en un consejo de ministras y ministros para dar a las privadas un negocio con renovables, y ahora pretendes poner marcas en el mar frente a una costa en la que nos va la vida para tus jaulas marinas, eso, después de que acabaran con los fondos de Playa Quemada ¿Qué más me queda por ver de un partido al que llevo entregada desde el destete? Este partido en estado de irreconocibilidad que ha dejado de ser partido para ser secta, de sectario. Porque ya me conozco tus maniobras -continúa Dolores-. Vienen con lo de interés general y amenazan con que van a hacer tal y cual, con un cálculo disparatado. Luego plantean negociar, así como muy comprensivos y sensibles, para que nosotros les digamos que vale, que sí, pero la mitad. Y ya te vas tan contento a informar a los tuyos porque se salieron con la suya. Y siempre nos la meten doblada. Y eso que somos del mismo partido. Si es que no tenemos un pase. Y encima pretendemos que el pueblo trague con todo, que, total, o son analfabetos o avariciosos. O las dos cosas ¿Sabes qué te digo?, que por ahí no vamos a pasar, que vale ya. Ya dí mi palabra de parar esta locura y ahí te quedas que parece que le haces la cama a los de CC. Si es que me están obligando a hacerme un García-Page, porque no estoy dispuesta a que las decisiones arbitrarias de mi partido me pasen factura en las próximas elecciones, porque mis errores los asumo yo, pero no las golfadas de otros.

AV permanece junto a la chalana cargada de boyas con un lío de cuerdas entre las piernas, mirando el mar, como quien observa un prado antes de que las máquinas lo arrasen para abrir una mina a cielo abierto. AV pensó -a esta la controlo yo en un plísplás. Le prometo la vicepresidencia  del próximo gobierno y sanseacabó-. Y allá se fue a lanzar boyas a babor y a estribor dando por seguro que con tal gesto atendía servilmente las servidumbres del cargo, la voz de su amo.

No se estaba enterando de que una punta del cabo quedó en la orilla, la tenía ella entre sus manos. Con jalar un poco sería suficiente.

El interés general tiene esas cosas, que tiene más de interés que de general. Miren, si no, la canallada del Dreamland. Esto es más de lo mismo.

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