Alex Salebe

¿Dónde venden sentido común?

Y aunque tenga IVA y no esté de oferta. Antes, el desarrollo de un país se medía con indicadores puramente económicos determinantes de su “riqueza”, como el Producto Interior Bruto (PIB), el valor de todos los bienes y servicios producidos en el interior de una economía en un periodo determinado, así lo resumen profesores de macroeconomía aunque ya su cálculo sea un asunto mucho más complejo, hasta que, ¡zas!, en el año 90, Naciones Unidas estableció un protocolo para medir el IDH (Indicador de Desarrollo Humano) de cada país, y ahí es ‘cuando la puerca tuerce el rabo’, dice el refrán popular para dar a entender claramente el punto en el que una situación se complica o directamente se jode.

¿Qué variables entran en escena para el cálculo del IDH? Pues nada menos que salud, educación y renta. También de forma resumida,  en salud el análisis se centra en la esperanza de vida de los habitantes de un país, si es larga o corta, en educación se estudia la capacidad de los ciudadanos para enfrentar la dureza de la vida con conocimientos, distinguiendo tasas de matriculación en primaria, secundaria y educación superior, es decir, la cantaleta que muchos padres soltamos a nuestros hijos a diario aunque parezcamos ‘dinosaurios’ o nos tachen de ‘pesaos’ , y en renta,  aparecen los números que reflejan la capacidad para acceder a bienes de consumo.  No me quiero ni imaginar el ranking mundial del IDH de 2020 con el covid -19 por delante.

En referencia a la educación, para determinadas decisiones y comportamientos humanos, no haría falta tener másteres o doctorados, sólo lógica o sentido común, como lo quieran llamar, pero todos sabemos de lo que hablo. Podríamos cuantificar el sentido común de una parcela de la sociedad, por ejemplo, por el número de guantes regados  en tiempos de pandemia por los parkings y alrededores de los supermercados, una de la estampas cotidianas más dantescas y de comportamiento animal que lamentablemente ya empieza a formar parte de la ‘nueva normalidad’. 

Todos lo reprochamos pero al parecer los guantes usados caen del cielo porque nadie entona el ‘mea culpa’, y lo peor, hay engreídos que lo justifican sacando excusas estúpidas e inimaginables. No  extrañe que muchos de esos guantes hayan estado calzados en algunas de las mismas manos que hace apenas unos días aplaudían a los profesionales sanitarios por su valiosísimo y valentísimo trabajo. Así somos de coherentes.

Y si estos comportamientos cabrean, y bastante, más aún la falta de sentido común en instancias del poder donde hay toma de decisiones, se presupone, muy bien sopesadas. Un ejemplo: Colombia, que aparece en el número 79 del ranking del IDH con profundas desigualdades en bienestar, educación y salud, no solo sigue amenazada y maltratada por el covid -19, ahora también suma la ‘pandemia’ del Día sin IVA -19  (%) . Suena cantinflesco pero es la purísima realidad.

En una de las decisiones más incongruentes en pleno pico de pandemia, y con ciudades en estado de alerta naranja donde los mismos dirigentes piden más que nunca a la población que salga estrictamente lo necesario y sin provocar aglomeraciones, al presidente Iván Duque no se le ocurre otra cosa, dizque para “incentivar la economía del país”, que programar tres días de compras sin IVA.

La primera experiencia se consumó este 19 de junio con resultados catastróficos. Miles de personas en la calle comprando como locas en los comercios sin ningún control, traslados masivos en transporte público y amontonamiento de consumidores dentro y fuera de las salas de ventas, toda una bomba molotov para llenar los bolsillos de pocos al coste de impulsar la propagación del nuevo coronavirus. Si exigimos sentido común a los ciudadanos de a pie, cómo no vamos a hacer lo propio con los gobiernos, de los que siempre esperamos mucho más, aquí y allá.

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En el mercadona, junto a los botes de paciencia

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