Pocos esqueletos y dataciones pero muchos estudios
Las investigaciones sobre los antiguos pobladores en Lanzarote y Fuerteventura se multiplican en los últimos años a pesar de la escasez de restos humanos
“El problema que presentan los estudios en Fuerteventura y en Lanzarote frente a las otras islas es la escasa población esquelética que ha llegado hasta nosotros”. Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín dirige el Instituto Canario de Bioantropología y el Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife (MUNA), que dedicó en la última semana de octubre unas jornadas de estudios a las investigaciones arqueológicas en las islas orientales. El Museo participa de las excavaciones del taller de púrpura en el islote de Lobos y también ha participado en los estudios del profesor Pablo Atoche, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en los yacimientos lanzaroteños de El Bebedero y Buenavista. En las dos islas, señala Rodríguez-Maffiotte, se está avanzando en los estudios tanto arqueológicos como antropológicos. “Ahora mismo hay una mayor actividad en Lanzarote y Fuerteventura que hace 40 o 50 años”, destaca.
Entre las dos islas se han logrado rescatar no más de medio centenar de restos humanos “mientras que todas las demás islas tienen una gran colección de restos humanos, cráneos, huesos, columnas vertebrales, etcétera”. Este doctor en Medicina y Cirugía, experto en momificacion, señala que hay diferentes hipótesis para explicar esto, pero que ninguna ha sido comprobada aún. “Puede ser que hubiera distintos rituales funerarios, la cremación, la actividad volcánica especialmente en Lanzarote, que se hayan ocultado los yacimientos, que haya enterramientos bajo tierra que son mucho más difíciles de localizar especialmente por los cambios que se producen en el paisaje a lo largo de los siglos...”, apunta. Son muchas causas posibles que se siguen investigando.
Es posible que no se hayan encontrado porque se han destruido esos restos por las construcciones, o también puede ser que muchos restos humanos se destruyeran por miedo, por superstición o incluso que fueran usados como abono para los campos. “Y, por supuesto, también han sido expoliados muchos yacimientos y esto ha conllevado a la pérdida de esos restos y de la información consiguiente”.
De los restos que se han localizado, que están bastante dispersos tanto en Lanzarote como en Fuerteventura, “quizá el lugar sepulcral más importante de las dos islas que se ha estudiado hasta ahora es Montaña Mina, en Lanzarote, que tiene doce individuos”, apunta. En los otros yacimientos se han encontrado, como mucho, entre uno y tres individuos por cada sitio. “Luego está el Museo Arqueológico de Fuerteventura, que tiene también restos humanos, de tres o cuatro individuos, pero no están en contexto y entonces es más difícil saber su procedencia”. Conrado confía en la esperanza de encontrar alguno más “pero de momento la proporción en la que se encuentran en otras islas frente a Lanzarote y Fuerteventura es muy inferior”.
Otro de los problemas respecto a los restos esqueléticos de las islas orientales es que hay pocas dataciones, pero los restos más antiguos que se han datado son del siglo II o IV, aproximadamente. En el yacimiento de El Bebedero, en Lanzarote, se han datado restos no humanos mucho más antiguos que implican que hubo presencia humana en la Isla “pero no necesariamente que hubiera una población permanente”. “Podían venir a explotar los recursos que creyeran convenientes, como puede ser la madera, porque en Lanzarote y Fuerteventura en aquel momento había más vegetación de la que hay hoy, y podía ser también por la púrpura, por supuesto, como en el islote de Lobos, pero eso no significa que esa población viviera permanentemente sino que podían venir, explotaban los recursos, trabajaban durante un periodo de tiempo y volvían para devolverlos a la metrópoli”.
“Puede que hubiera distintos rituales, que se hayan ocultado los yacimientos...”
Señala el doctor Rodríguez-Maffiotte que “nadie se mueve si no es por intereses comerciales, nadie se mueve ahora y no debía ser muy distinto hace dos mil años”. Canarias tenía un gran interés desde el punto de vista económico y es muy probable que la quisiera explotar el Imperio Romano al estar cerca de las aguas que ya le pertenecían, “y el banco pesquero canario sahariano está ahora y ya estaba hace dos mil años y quizás con más pesca que ahora, entonces eso había que explotarlo. Si además tenía púrpura, pues mejor que mejor, porque era un artículo de lujo”, resume. La púrpura se extraía del molusco Stramonita haemastoma y solo se podía explotar bajo control del emperador, de lo que se desprende la certeza de que los romanos estuvieron allí desarrollando una labor comercial, y no sólo que hubiera allí elementos de la cultura romana.
Por otra parte, “la cronología que hay para las distintas islas es más o menos similar. Hay dataciones muy antiguas en Lanzarote sobre restos humanos, que son las más seguras para establecer el momento de llegada de esas poblaciones, que no parecen aborígenes en principio, mientras que en Fuerteventura hay menos cronologías, pero no varían mucho con las dataciones de otras islas”, asegura Conrado. Se hacen estudios con distintas técnicas, como georradar, carbono 14, estudios de imagen médica como la resonancia, la Tomografía Axial Computerizada (TAC) y otras analíticas diversas sobre restos humanos y sobre polen, plantas o madera. “Hoy la investigación está progresando mucho, lo que pasa es que todavía hay muchos enigmas presentes”.
Considera el director del MUNA que, además de investigación, hace falta reflexión e interpretación no solo para las dos islas orientales, sino para todo el archipiélago “y para eso es importantísima la labor interdisciplinar, porque hace falta ampliar el campo de visión o el punto de mira” pero que esa interpretación debe ser “meramente científica, porque lo demás es especulación”. “Si no empleas el método científico, obviamente lo que se diga no está basado en hechos reales. Se tienen que aplicar métodos científicos para el estudio de estas poblaciones”.
Restos óseos encontrados en el Barranco de La Torre (Antigua) en 2021, que podrían ser de un enterramiento aborigen.
Rodríguez-Maffiotte tiene la esperanza de encontrar algún resto más
El poblamiento y la estancia de los antiguos canarios se siguen estudiando desde distintas disciplinas, tanto de la arqueología como de la historia. Apunta Rodríguez-Maffiotte que en cualquier población insular hay adaptaciones biológicas y adaptaciones sociales y que hay que seguir estudiando el contacto de los indígenas con europeos o africanos porque “tiene una gran trascendencia no sólo por la transculturación o aculturación en muchos casos, sino también por los asuntos biológicos, la mezcla de poblaciones o la importación de las enfermedades que vienen de fuera, etcétera”.
Momias
En Lanzarote y Fuerteventura no se ha encontrado ningún resto momificado, al igual que en La Gomera y en El Hierro, donde en el siglo XIX se reportaron algunos casos que no se han constatado después. Tampoco está muy clara la razón de que no haya momias. En la única isla en que se han encontrado momias “antropogénicas”, hechas por el hombre, es en Tenerife, en las que se puede comprobar el tratamiento del cadáver por medio de piedra pómez o incisiones, no para extraer órganos, sino para meter sustancias conservantes, y el uso de hierbas para absorber todos los líquidos. Otras momias, tanto en Tenerife como en Gran Canaria o La Palma, acababan siendo momias por el paso del tiempo, de forma natural, no por la acción de los habitantes de las islas.
En Gran Canaria hay momias, “pero los investigadores en estos últimos años dudan de si era un ritual que se aplicaba a toda la población exactamente por igual, porque su estado de conservación no es igual que las de Tenerife”, asegura Conrado. Los que se enterraban en túmulos se destruían antes, por eso no aparecen momias en túmulos, y los que se enterraban en cuevas, por las condiciones de esas cuevas, se conservaban mejor. En La Palma también hay algunos ejemplares momificados, pero parecen más fruto de una momificación natural que se produce por las condiciones ambientales de sequedad o de temperatura constante que por una acción humana deliberada.
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