“Todos los humanos tenemos ritmo porque vivimos al ritmo de nuestros propios corazones”, decía el percusionista cubano Carlos Almaguer Cudeiro, afincado desde hace años en Lanzarote, donde se dedicó a la formación y la promoción de la música, a través de su asociación de percusionistas, que fue también academia.

El maestro Almaguer falleció este miércoles a los 69 años de edad. Desde muy joven formó parte de grupos míticos de la escena cubana como Los Century, Los Chicos de Cuba, Los Barba o Arará, con el que realizó numerosas giras por toda Europa.

Su amigo y compatriota José Rodríguez Artigas, que fue compañero de estudios en su Holguín natal, dice estar en 'shock' por la desaparición del que llama su “hermano” y le agradece “lo maravilloso que fuiste, el grandísimo estímulo que me transmitías desde que estudiábamos en la Habana y, después, tocando en las distintas formaciones. Siempre serás el gran batería, la gran enciclopedia de los ritmos y de la vida”.

Aldeguer tocó con grandes artistas cubanos en las numerosas bandas en las que participó, entre ellos con Jacinto Márquez, muy conocido también en España, como arreglista de Nino Bravo.

Desde el año 2001 don Carlos residía en Lanzarote, junto a su familia, donde puso en marcha la escuela de música, la asociación y varios proyectos como los festivales de percusión o el grupo Jazz Ta Band. Su hijo Carlos ha seguido sus pasos en la música.

En Lanzarote, el mundo de la música ha expresado su pesar por la pérdida de este magnífico percusonista que empezó “tocando con los palitos del armario donde se colgaban las corbatas”, como él mismo contaba en un documental sobre su trayectoria.

Para el guitarrista Yarel Hernández “la mejor forma de definir a este gran señor es que se sabía todos los géneros de la música cubana, cómo se tocaba en Santiago, cómo se tocaba en cualquier sitio. Para mí, musicalmente tenía mucho criterio y fue un maestro”, dice.

El músico Toñín Corujo recordó que Almaguer “siempre tuvo la frase perfecta, el redoble limpio y preciso. Fue capaz de inspirar a cuantos tuvimos la oportunidad de compartir su música y su pensamiento. Nos ha dejado un gran batería y un gran filosofo”.

La artista Beni Ferrer recuerda que dio clase a muchas personas, “incluido mi hijo Andrés (con parálisis cerebral), cuando era pequeño. Le gustaban los retos y adaptó todas las enseñanzas a las dificultades del niño, aunque decía que tenía ritmo. Don Carlos y nosotros teníamos la teoría de que el ritmo ayuda a la coordinación del movimiento. La percusión es el instrumento más ancestral pues es el latido de nuestro corazón. Después le sigue la voz”, indica Beni. “Caminar es ritmo, hablar es ritmo, el ritmo es movimiento”, explica la cantante.

El timplista Alexis Lemes destaca “la sensibilidad musical y el ritmo impecable” del maestro, con el que integró varios tríos y cuartetos. Lo califica de “muy profesional y un musicazo”, pero, por encima de todo, destaca su forma de ser. “Era muy positivo y una persona muy cariñosa”, destaca.

El violinista Pablo Mesa destaca también su papel fundamental para unir los ritmos cubanos y canarios desde su llegada a Lanzarote. “Hizo bandera de la fusión de los dos estilos”, cuenta y subraya su profesionalidad, aprendida “en la tradición de las grandes orquestas de las que él venía”. “Era incansable, no veía los problemas y sacó adelante muchos proyectos, a pesar de las dificultades que entraña este mundo”, dice.

Sus compañeros, alumnos y sus muchos seguidores acompañaron este jueves a la familia del maestro en el sepelio y posterior entierro en el cementerio de Arrecife, aunque, como dice Beni Ferrer, “el ritmo de su corazón seguirá latiendo en Lanzarote”.