Hace años, José Goñi consiguió que el Ayuntamiento de Teguise no le pasara al cobro el recibo de la basura. No solo no generaba residuos sino que los recibía. En su casa en medio de El Jable tenía un taller de reciclado artístico, Reciclart, que logró en 1996 el premio como Iniciativa local de empleo. Una evolución lógica para una persona que comenzó a hacer arte con lo que se encontraba por ahí y que ha continuado toda su trayectoria ligada al arte y a la educación a partir de los residuos.

Su último proyecto es Huellas de la ignorancia, que está impulsado por la Reserva de la Biosfera del Cabildo de Lanzarote. Es un proyecto artístico que se culminará en cuatro exposiciones. La primera cita es en el centro comercial Deiland, en Playa Honda, donde se pueden ver las obras que ha realizado Goñi con residuos encontrados, en su gran mayoría, dentro de los límites del Parque Natural del Archipiélago Chinijo.

Pero no se trata sólo de eso. El proyecto pretende involucrar a más gente. En las siguientes exposiciones se mostrarán las obras que realice cualquier persona, siempre y cuando estén hechas a partir de un residuo encontrado en un paraje natural de la Isla.

Para ello, el proyecto se completa con una aplicación para móvil creada por Goñi que se llama papacria y se puede descargar en la Play Store de manera gratuita. Esa aplicación permite hacer una fotografía geolocalizada a los residuos que se encuentren en zonas protegidas y subirla al sistema con la información correspondiente, del usuario y el día. Las ubicaciones de los residuos se expondrán en un mapa que se incorporará a las exposiciones.

El mapa no sólo es una denuncia, también será una guía de los materiales que se han transformado para hacer la exposición. Aquellos que quieran participar deben realizar su obra con el residuo que han fotografiado. Puede ser una escultura, un cuadro, un relato, una poesía... El promotor de la idea señala que el proyecto “tiene un claro espíritu de concienciar”, que “el mensaje está implícito en lo que hacemos”.

Dice Goñi que, de hecho, “la cultura de un pueblo se podría medir por la cantidad de residuos abandonados en su entorno”. La primera cita es en la planta sótano del Deiland, hasta el 13 de mayo. Allí se dará información detallada de cómo participar y utilizar la aplicación móvil.

“Nos interesa llegar a un público muy amplio, a personas que habitualmente puede que no vayan a una exposición de arte”, señala Goñi, que primero empezó haciendo reciclaje artístico por necesidad, porque los materiales eran gratis y que poco después ya derivó en vocación. “La sensibilidad vino después de la necesidad”, asegura.

Siempre se ha dedicado a transformar residuos, ya sea en piezas de arte o en artesanía, o a través de talleres que ha llevado por los colegios de todo el Archipiélago. En 2016 participó en Drap Art, la Feria internacional de reciclado artístico de Barcelona, y logró el premio a la innovación en un maratón de tres días en el que construyó un dron-libélula con latas de cerveza y botellas de agua.

Dice que el reciclaje artístico no debería ser una moda, sino una necesidad: “Para mí un residuo es una ecuación”. Y esa misma ecuación la deberán resolver todos aquellos que quieran participar con sus aportaciones en las próximas exposiciones.