SECTOR PRIMARIO

La Mareta se estrena con caldos de uva autóctona

La nueva bodega del Consejo Regulador produce blancos, rosados y tintos en Guatiza

Fotos: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 20/02/2019 - 07:02

Jorge Luis Rodríguez y su socio Pepe Auta reconvirtieron una antigua cancha de bolas de Guatiza para que la bodega La Mareta fuera una realidad. Incorporados en el Consejo Regulador, cuentan con todas las bendiciones para sacar al mercado sus vinos blancos, rosados y tintos.

Por el momento, sólo algunos restaurantes pueden ofrecer sus caldos de uva autóctona malvasía volcánica y listán negro, a la espera de que el proceso de etiquetado incorpore los códigos de barras necesarios para la distribución en comercios. El nombre de la bodega no es casual. Hace referencia a la mareta cercana a la instalación.

Desde niño, Jorge Luis Rodríguez está ligado a la viña que su padre cultivaba en Los Lajares, herencia de la que se hizo cargo su familia tras su fallecimiento. Elaboraba también un vino para consumo particular que, aunque rudo, pudo aligerar, gracias a la formación en materia de viticultura y enología realizada durante este tiempo.

Junto con su socio comenzó la aventura en una bodega improvisada en su propio domicilio conservando la esencia artesanal pero que se les quedó pequeña, hasta que su suegro les ofreció un nuevo espacio para impulsar La Mareta, el pasado año. Con una importante inversión, esa antigua cancha de bolas es hoy día una moderna bodega con todos los adelantos técnicos y el material adecuado.

Jorge Luis Rodríguez habla de la importancia del frío para elaborar los vinos más aromáticos y mejorar su calidad. Asesorado en la parte de enología por su propio hijo y la pareja de este, ambos ingenieros y con experiencia en el sector, Jorge Luis es consciente de que será uno de los pocos vitivinicultores con sucesores. Se muestra nostálgico cuando comenta el abandono al que está llegando el campo ante la ausencia de un relevo generacional, tanto en la viticultura como en la cochinilla.

También se lamenta del progresivo deterioro de las tuneras que se divisan alrededor de la bodega. “La cochinilla está perdida”, asegura. La bodega se nutre también de las viñas de Tiagua de Pepe Auta y de las cultivadas en la parcela de Guatiza, donde predomina la malvasía. Jorge Luis se define como el bodeguero de la empresa. La producción de la primera añada es de entre 7.000 y 8.000 litros de blanco, junto a 1.000 de tinto y 800 de rosado, “sólo para empezar”, comenta satisfecho.

Cada año se ha ido incorporando un nuevo tanque a la bodega, al principio para sustituir a los antiguos depósitos y ahora se prevé ampliar la producción con una nueva cuba de acero inoxidable. Al fondo se conservan también un par de toneles de madera. Sabedor de que no puede competir con las grandes bodegas, apuesta por una menor producción, que garantice la elaboración de un vino de calidad con esencia artesanal. Recuerda que le avalan los premios obtenidos en los concursos de catas artesanales en las que ha venido participando. “Soy de los que más diplomas tiene”, dice orgulloso.

Desde el cultivo a la venta de los vinos, en La Mareta todo se queda en casa. El diseño del etiquetado es obra de la hija de Pepe Auta y está inspirado en el entorno en el que se elabora este preciado caldo. Los impulsores de esta nueva bodega piensan ya en la preparación de las viñas. “Ahora toca podar y preparar el campo. Empieza toda una dedicación hasta la próxima vendimia”, comenta.

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