OTRA HISTORIA DE CANARIAS

La II República en Lanzarote y Fuerteventura

El proyecto republicano tuvo poco recorrido en islas de tan claro dominio conservador, pero trajo novedades en educación, condiciones laborales y libertad política

Mario Ferrer 5 COMENTARIOS 13/06/2021 - 08:48

Recientemente se recordaba el noventa aniversario de la llegada de la II República el 14 de abril de 1931. Fue un advenimiento un tanto imprevisto, porque provino de la enorme e inesperada derrota que vivieron los partidos monárquicos en las elecciones del 12 de abril, lo que precipitó la caída de Alfonso XIII. Al contrario de lo que había sucedido durante las décadas anteriores, el cambio de gobierno no vino de una asonada militar o de un complot entre las élites. Las raíces, más bien, habían estado en la debilidad del rey tras diversos intentos fallidos de gobierno y en la creciente fuerza de los grupos antimonárquicos.

Independientemente del debate sobre las causas del cambio, el caso es que la novedad derivó en una especie de fiesta republicana improvisada durante los primeros días. No obstante, España era una nación de fuertes contrastes, con apenas transición entre zonas muy urbanas e industrializadas, frente a áreas que seguían ancladas en lo más oscuro del siglo XIX. Precisamente Lanzarote y Fuerteventura eran de esas zonas especialmente atrasadas, como lo demuestra la propia llegada de la II República.

El periódico lanzaroteño Tiempos Nuevos (cabecera del PSOE y UGT) contaba que la noticia empezó a correr en Arrecife a través de varios telegramas el mismo martes, 14 de abril, confirmándose el hecho en los boletines de la radio escuchados por la noche, de manera que “socialistas y republicanos tradicionales”, organizaron una “procesión cívica”, para la tarde del día siguiente, el miércoles 15, cuando fue proclamada la II República en Lanzarote. Ya habían pasado más de 24 horas desde que el Rey se había ido de Madrid y casi 40 desde que Vigo y Eibar abriesen la veda para decenas de ayuntamientos que se precipitaron en proclamar la República antes de la salida de Alfonso XIII.

Efectivamente, los transportes y las telecomunicaciones eran dos de los indicadores más significativos para observar la precariedad en la que se seguían varadas las islas más orientales de Canarias, las cuales tenían su mejor fuente de noticias en los periódicos del exterior que dos veces en semana llegaban con los correíllos (barcos de vapor) que venían de Gran Canaria. Sin aeropuertos y con puertos bastante deficientes, las conexiones con el resto del mundo de Fuerteventura y Lanzarote pasaban siempre por Gran Canaria primero.

En todo caso, las comunicaciones no eran el más grave de los problemas para dos ínsulas cuyo ritmo socioeconómico seguía dependiendo de la incidencia de las sequías. La fórmula era sencilla: a más lluvia, menos pobreza y emigración. Y al contrario, cuando menos lluvias caían, más problemas aparecían. La pesca y la industria salinera adyacente se estaban convirtiendo en un sector refugio efectivo, sobresaliendo Arrecife.

Las economías insulares eran frágiles y muy dependientes del exterior, especialmente de la salud de las islas capitalinas, las cuales sufrieron el parón del comercio internacional que predominó durante la larga recesión mundial iniciada con el crack de 1929 (España perdió en torno al 10 por ciento de su PIB entre 1929 y 1935).

Novedad y continuismo

En ese ambiente social y económico, llegó la II República a Fuerteventura y Lanzarote, dos territorios de economía agropecuaria donde el caciquismo reinaba con suficiencia y sus estructuras clientelares funcionaban de forma muy efectiva. De hecho, la mayoría de sus representantes políticos de las décadas previas apenas se pasaba por sus territorios. No eran los únicos absentistas, algunos de los mayores terratenientes de Lanzarote o Fuerteventura vivían en Gran Canaria, Tenerife o la península, gestionando sus propiedades a través de medianeros.

El panorama abierto en 1931 trajo un escenario distinto e insólito, de democracia, lo que supuso una revitalización de la política local, con nuevos partidos y figuras pioneras, junto a una libertad de organización y expresión que no existió durante las etapas de Primo de Rivera y Berenguer.

De esta manera, el mismo periodismo local se llenó de disputas partidistas (junto a Tiempos Nuevos, sobresalió Acción, cabecera de los republicanos lanzaroteños seguidores de Lerroux), además de colmarse de conflictos ideológicos muy típicos de esta época, como las polémicas por la retirada de crucifijos de distintas escuelas o las controversias que generaron las huelgas de salineros y de marineros, quienes pedían en sendas protestas mejores condiciones laborales.


Portada del periódico lanzaroteño ‘Tiempos Nuevos'.

La II República trajo novedades políticas concretas e importantes, aunque casi todas importadas desde la esfera nacional, como el voto universal o el femenino. Sin embargo, los partidos conservadores y monárquicos no dejaron de ganar mayoritariamente las elecciones en Fuerteventura y Lanzarote. Los socialistas o republicanos de izquierda sí consiguieron puestos de poder, pero, básicamente, los nombrados desde fuera de la Isla. Sus resultados mejoraron ligeramente en algunos municipios excepcionales y en las capitales (Arrecife y Puerto de Cabras), donde había un caldo de cultivo ligeramente más propicio: obreros, profesionales liberales, ambiente urbano, más alfabetización.

La dinámica en Lanzarote y Fuerteventura siguió esa oscilación entre el empuje de las novedades que llegaban de fuera (normativas laborales, promoción del laicismo, crecimiento de las escuelas, fomento de los sindicatos, mayor descentralización político-administrativa, etcétera) y la resistencia de una mentalidad tradicionalista y católica que estaba fuertemente instaurada.

Ese vaivén, en realidad, fue algo propio de la misma II República, que enfrentó muchas contradicciones y disputas internas, pasando de los cambios del Bienio Reformista (1931-1933), a las contrarreformas del Bienio Conservador (1933-1936).

Educación ‘depurada’

Uno de los grandes legados de la II República fue su potente política de promoción educativa. Se construyeron más de 10.000 escuelas y se proyectaron 20.000, algo que se notó especialmente en Lanzarote y Fuerteventura, donde las tasas de analfabetismo disminuyeron significativamente. Los docentes fueron de los más abanderados del nuevo régimen, para luego ser de los más castigados con la llegada del franquismo.

Las islas más orientales de Canarias no vivieron los episodios de fusilamientos masivos de otras áreas, pero sí las depuraciones. En Fuerteventura, 14 de los 23 docentes que ejercían en la Isla en 1936 fueron depurados, es decir un 60 por ciento, mientras en Lanzarote esa cifra fue del 23,2 por ciento.

Ambas islas también recibieron docentes depurados que habían sido despojados de sus puestos anteriores en la Península o en otras zonas de Canarias en castigo por su ideas políticas. Así por ejemplo, entre 1936 y 1938 estuvo destinado en Arrecife el escritor grancanario Juan Millares Carló, padre de una irrepetible saga de artistas, con el pintor Manolo Millares a la cabeza.

Grupo de maestras históricas del Arrecife de mediados del siglo XX. En la parte superior, de izquierda a derecha, María Martín, Concha Sánchez, Nieves Toledo y Dolores Bermúdez. En la fila inferior, doña Angelina y doña Carmen. Algunas de estas docentes fueron ‘depuradas’. Foto cedida por María José Ferrer.

Francisco Sáenz Infante, primer cargo republicano nombrado en Lanzarote como delegado del Gobierno. Foto cedida por la familia Sáenz Toledo.

Comentarios

Gracias por estas pinceladas de historia local.
Magnífico artículo
Gracias. Qué trabajo tan interesante!
Muy interesante
Que buen artículo. Deberían hacer más en esta línea. Gracias

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