En condiciones normales hoy hubiera empezado la operación salida, que en realidad puede seguir vigente siempre que se le añada “al balcón”. Es operación salida porque empieza la Semana Santa, suspendida por obra y gracia del coronavirus y de las autoridades competentes.

Como la pequeña aldea gala, hay quien resiste. Unas feligresas de Porcuna (Jaén) salieron hace cinco días de procesión desafiando al confinamiento, el cura de Sax (Alicante) fue escoltado por la Guardia Civil mientras ahuyentaba al maligno virus por las calles de su pueblo y el Papa pidió a todos sus fieles que el 25 de marzo unieran sus voces rezando un Padre Nuestro contra la pandemia: “Que el Señor escuche la oración unánime de todos sus discípulos que se preparan a celebrar la victoria de Cristo resucitado”, dijo el Sumo pontífice. El Señor, de momento ha escuchado y se está pensando la respuesta.

Yo, gracias a Dios, soy ateo, aunque entiendo que la gente sea religiosa. Otra cosa son las oficinas de intermediación que se tienen montadas los dioses que hay repartidos por el mundo. Todos verdaderos, por supuesto. Y no me cabe duda de que después de esto van a salir salvadores por todos los sitios. De hecho, dice Karen Armstrong que excepto en Europa, donde crece el laicismo, en el resto del mundo las religiones están en auge. También dice que cuando se arrincona a la religión surge el fundamentalismo.

He leído estos días opiniones coincidentes en que esta situación revela la inutilidad de ciertas instituciones como la Corona o la Iglesia. Estoy en contra del utilitarismo, porque hay cosas que deben existir aunque no sirvan para nada. Tampoco me gustan las simplificaciones. En lo que sí estoy de acuerdo es en que no sería malo rebajar la influencia de la Iglesia católica en la sociedad, tanto en los colegios, como en el calendario como en los impuestos. Una separación real entre Iglesia y Estado.

Entro en la página web de la Conferencia episcopal para ver qué tiene preparado ante esta situación y leo: “La Iglesia en España se moviliza ante la emergencia sanitaria y las consecuencias sociales de la pandemia del Covid-19 y moviliza todos sus recursos para ofrecer servicio, acompañamiento, ayuda y oración a todos los afectados y a toda la sociedad, para servir al bien común”. No veo claro lo de todos sus recursos, pero… Añaden que hay “300 iniciativas que atienden necesidades pastorales, espirituales, sociales, asistenciales, educativas y de entretenimiento”.

Y estas son las tres específicas de Canarias (resumidas): tele reunión de animadores jóvenes (quedada virtual para presentarles ideas “que puedan ayudar a cuidar la relación entre ellos y el proceso en la fe desde el confinamiento”, “servicios de comedor en funcionamiento para no dejar a nadie atrás”, con bolsas de desayuno y almuerzo y cuarenta menús para las personas más vulnerables y “respuestas para los migrantes”. Esto es literal: “recopilatorio de preguntas y respuestas para plantear y resolver dudas y cuestiones que pueden surgir a personas migrantes y solicitantes de asilo durante los días en los que se ha decretado el estado de alarma en España”.

Quizá se echa de menos alguna otra cosilla, pero lo que está, está.

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