PERFILES

El viaje de Salvador: de la esclerosis a la abogacía

Saúl García 4 COMENTARIOS 08/08/2017 - 07:05

Salvador Medina fue butanero, taxista y conductor de guaguas. Hace diez años le diagnosticaron esclerosis múltiple y decidió ponerse a estudiar. Terminó Derecho y la Escuela de práctica jurídica y ejerce como el colegiado 537 del Colegio de abogados de Lanzarote.

Hace diez años, a Salvador Medina (Villa Nador, 1953) le diagnosticaron esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa que ataca a los músculos, afecta a la cognición y, por supuesto, a la movilidad. Aún le faltaban otros diez años para la jubilación pero la enfermedad lo convirtió en pensionista. Pensó que la vida no se acababa ahí, que es “una eterna lucha”. “No quería verme sentado en el parque”, dice. Así que decidió ponerse a estudiar.

Tenía la espina clavada de no haberlo hecho antes, porque se casó joven, tuvo hijos y tuvo que ponerse a trabajar. “Estudié el acceso a la Universidad y me salió bien”. Y pensó en seguir. En el folleto de la UNED, la primera opción, por orden, era Derecho, “lo primero que había en la lista”. Se matriculó en Derecho. “Empecé sin saber muy bien qué iba a pasar”. Lo que pasó fue que sacó matrícula de honor en Teoría del Derecho y la profesora le dijo que era el primero en sacar esa nota en esa asignatura. Así que se animó.

Hace dos años terminó la carrera, se colegió en el Colegio de Abogados de Lanzarote con el número 537 y se puso a ejercer. Llevó varios casos civiles y de extranjería pero lo dejó para cursar la Escuela de práctica jurídica, que es necesaria para entrar en el turno de oficio. Acaba de terminar. No lo esperaba, pero sus compañeros le hicieron un pequeño reconocimiento. Le regalaron una, fofucha porque era el delegado de clase. Eso sí, tuvo que recoger el premio fuera del salón de actos de la Biblioteca insular y no pudo dirigirse a sus compañeros porque se lo impidió la escalera, una de tantas barreras que se encuentran las personas con movilidad reducida.

Dice que el Parador, la sede de la UNED, tampoco está adaptado. Ni siquiera el complejo de apartamentos donde vive, Las Tabaibas, en Puerto del Carmen, lo está, ya que tiene una rampa muy inclinada, “peligrosísima” en la que ya se ha caído. Tampoco hay acceso al salón de actos del Cabildo ni se ha pintado una plaza para personas con movilidad reducida en la puerta de los Juzgados. “Escuché a la concejal de movilidad decir que se iban a crear esas plazas pero no las hay -dice-, en accesibilidad, Arrecife está en pañales”.

Mientras él estudiaba, la enfermedad avanzaba. “No tiene solución”, dice, y los medicamentos sólo atacan al dolor. “El cuerpo pierde fuerza y capacidad de reflejos. Al principio, el avance era más lento, estaba más estabilizada y ahora progresa”. De hecho, antes caminaba con unas muletas y ahora va en una silla de ruedas eléctrica. Dice que en el Juzgado le han acogido “muy bien en este viaje apasionante”.

“Soy consciente de eso, desde los guardas de seguridad hasta los magistrados”, señala. Todos saben el esfuerzo que le ha costado, “porque estudiar te cuesta el triple y me he tirado muchas horas en esta habitación”, dice sentado en el despacho de su casa, a unos metros de la Avenida de las playas, donde sale cada día a que le dé el sol porque “está demostrado que la Vitamina D es buena para los enfermos de esclerosis”. Además de estudiar, Salvador es secretario de Alanem, la asociación de enfermos de esclerosis, y miembro de la Mesa social por la mejora de la sanidad.

Llegó con la Marcha verde

Salvador nació en Marruecos, cerca de Melilla, donde su padre era monitor de soldadura, pero después se crió en Madrid. Hizo la mili en Hoya Fría y los mandaron, en plena Marcha Verde, a Villa Cisneros. Participó en la ‘Operación Golondrina’ y con el buque Non plus ultra atracó en el puerto de Los Mármoles “y después fuimos andando hasta los cuarteles”, con el Batallón Canarias 50. Así llego por primera vez a Lanzarote, donde permaneció tres meses y le dio tiempo de conocer a su mujer, con quien lleva casado cuarenta años “y pienso seguir otros cuarenta”. Trabajó como repartidor de butano en Puerto del Carmen y después como taxista. Cuando lo vendió se fue a trabajar de conductor de guaguas de las excursiones turísticas.

Su vida laboral la ha continuado como abogado, y destaca, sobre todo, su satisfacción por el estudio. “El conocimiento siempre es un valor que mantener en esta vida, nunca sobra y nunca es tarde para aprender si hay voluntad porque el que quiere puede”, asegura. Sus planes de futuro pasan por volver a ejercer en septiembre u octubre y está pensando compartir un despacho con alguno de los compañeros que salieron junto a él de la Escuela, e incorporarse el turno de oficio.

Comentarios

Si señor.
Usted es un ejemplo a seguir . Dios lo bendiga
FELICITARLO POR SU EJEMPLO DE SUPERACIÓN.
TODO SE PUEDE CONSEGUIR EN LA VIDA

Añadir nuevo comentario