Lo excepcional es solo la antesala de la normalidad. La etimología de pasillo y estancia no deja lugar dudas sobre el uso de cada uno de los espacios. Los pasillos no están preparados para la permanencia, ni por tanto para la comodidad. Son lugares desnudos, de tránsito.

Estamos entrando ya en la sala de espera, otro lugar de tránsito pero con alguna comodidad para entretenerse antes de ingresar en la llamada normalidad (que nadie sabe qué es) o de no ser recibido por ella.

Ya se ha publicado que el Gobierno prepara alargar el estado de alarma otros 15 días y a nadie le sorprende. La situación está asumida. Si hace un mes nos dicen que debemos estar 45 días sin salir de casa se prepara una revuelta.

Hay síntomas del traspaso del umbral del pasillo a la sala de espera. Leo en la prensa ‘seria’: “Los 'influencers' de huertos enseñan cómo montar uno en la ventana”, “Los consejos de Ferrán Adriá para comer en casa en un tres estrellas Michelin”, “Cocina este sábado con El Comidista Arroz confinado SOS”, “¿Qué planes culturales puedo hacer hoy en casa?”

Pero hay más síntomas de que en realidad ya hemos vuelto a la normalidad, al menos para algunos, que no dejan que los acontecimientos se entrometan en sus planes, sean estos los que sean. En una portada leo: “834.000 empleos arrasados en solo 14 días de crisis” y de complemento “Las risas de la ministra” y de extra “Yolanda Díaz, comunista de cuna”. Otra portada: “Sánchez hiberna a casi tres millones de parados”. Más: “Pedro Sánchez visita una fábrica de respiradores y el PP le acusa de saltarse la cuarentena”.

Sin embargo, lo mejor es el anuncio de Vox de donar la subvención de su grupo parlamentario a víctimas del coronavirus, concretamente a una recién creada asociación de víctimas del coronavirus, en la que seguro que estarán, por derecho propio, Abascal y Ortega Smith.

Es una satisfacción comprobar que el mundo no va a cambiar tanto como dicen.

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