PRIMER PLANO

Blas Cabrera, Federico Doreste y los ilustres olvidados

Los lanzaroteños Federico Doreste y Blas Cabrera eran figuras de primer orden en educación y ciencia cuando estalló la Guerra Civil

Albert Einstein y Blas Cabrera en Madrid.
Mario Ferrer 2 COMENTARIOS 19/01/2019 - 08:18

El físico Blas Cabrera Felipe ha vuelto a tener cierto eco mediático nacional porque con la conmemoración de la visita de Einstein a España o el recuerdo de los estragos de la Guerra Civil se ha vuelto a mencionar su figura. Conocido ahora como el amigo español del célebre Premio Nobel, Cabrera nació en 1878 en el seno de una familia de la pequeña burguesía de una isla pobre y marginal como era Lanzarote en ese momento. De hecho, desde joven se marchó a formarse fuera y logró hacerse con un prestigio destacado en la escena internacional de la Física, cuando España apenas despuntaba en ciencia.

Además de codearse con Einstein, Nihls, Curie y otros grandes científicos de la época, Blas Cabrera se posicionó como estandarte de la ciencia en época republicana, lo que le deparó un final amargo tras la Guerra Civil, con exilio y fallecimiento en México. Más de medio siglo después de su muerte, el Gobierno central ha decidido hace unos días resarcirle simbólicamente de los reconocimientos que le quitó la llegada del franquismo.

Muchos otros lanzaroteños y lanzaroteñas vieron truncadas sus trayectorias por una guerra incivil que no solo dejó un enorme reguero de muertos y odio, sino un panorama de tierra quemada y pobreza extrema. Algunos estaban despegando con prometedoras carreras, como Pancho Lasso, escultor vanguardista y de ideología comunista que vivió una especie de exilio interior volviendo a su isla donde, al final de su vida, curiosamente le encargaron una escultura en homenaje a Blas Cabrera.

Menos conocido que Pancho Lasso y Blas Cabrera, y quizás más dramático, es el caso del pedagogo Federico Doreste Betancort (1886-1948). Nacido en Haría e hijo de torreros de faros, Doreste pasó gran parte de su niñez y juventud en Isla de Lobos. Tras formarse en magisterio y como perito eléctrico y mecánico en Las Palmas, ejerció como maestro especializado en ciencias en distintas Islas, para luego ampliar estudios en Madrid y Barcelona, donde también dirigió varias escuelas y tuvo una trayectoria destacada.

Innovador y reformista, Federico Doreste aplicó las nuevas corrientes pedagógicas, consiguió varias becas de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas con las que viajó por diversos países de Europa para conocer sus sistemas educativos, y publicó diversos libros sobre pedagogía, entre los que destacan Motores de viento. Molinos (1921), El caracol: su explotación (1922), Metodología de la lectura y la escritura (1933) y Argonautas (Historia de la Navegación). Lecturas para la Escuela de Primaria (1935).

La Guerra Civil le deparó un amargo final: cárcel, doble proceso de depuración, separación de su profesión y familiares, condena, enfermedad… Murió en prisión en 1948.

A pesar de su ejemplar trayectoria, Federico Doreste está olvidado en su isla natal. La lista de figuras ilustres arrinconadas de la memoria insular no es corta en Lanzarote. Sin ir muy lejos, en Fuerteventura reconocen con orgullo a Josefina Plá, cuando solo hace falta revisar un poco su biografía para ver que se bautizó en Femés y pasó más años en Alegranza que en Isla de Lobos.

También en Fuerteventura gustan de recordar con frecuencia el paso de Unamuno por su Isla, mientras en Lanzarote casi ni nos acordamos que fuimos la cuna de José Clavijo y Fajardo, una suerte de Unamuno del siglo XVIII nacido en Teguise y reconocido tanto como uno de los pioneros de la Ilustración en España como figura central de una novela de Goethe, el padre de las letras alemanas.

El terreno de los homenajes oficiales, cuando éstos no nacen de un movimiento social amplio, puede ser pantanoso, especialmente en esta época de selfie y postureo. Pero también es verdad que costaría bien poco ponerle el nombre de Federico Doreste a algún centro educativo en la Isla e intentar así que alguien sepa de su trabajo y se anime a leerlo. Estaría aún mejor reeditar algún libro suyo de interés o publicar un estudio biográfico, aunque eso lo veo más difícil.

Sospecho que a Federico Doreste no le interesaría tanto un nombre de calle o una estatua conmemorativa como un reconocimiento pequeño pero auténtico de una población ávida de conocimiento y lectura. El verdadero reconocimiento que le gustaría a un docente como Doreste y a otros ilustres olvidados de las letras y las ciencias de esta Isla sería una sociedad instruida que frecuentara sus textos e ideas. La lectura no solo es una herramienta ideal para conseguir una sociedad menos manipulable, también es el mejor antídoto contra el olvido.

Comentarios

Seguramente muchísimas personas desconocen a Federico Doreste. Para los más jóvenes hay que decirle que es tio-abuelo, de los : Armas Rodríguez, más conocidos como los " Chacones " y de los hermanos: Núñez Armas, o Morales Armas ,
Ahora son los corruptos y politicos de medio pedo, junto a los empresarios mafiosas los famosos. Es lo que hay paisanos...

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