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Artesanía en movimiento

El artesano ebanista Manuel Perdomo aprovecha la jubilación para hacer lo que verdaderamente le apasiona

Fotos: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 15/09/2018 - 09:00

Manuel Perdomo trabaja la madera para darle vida a cada una de sus creaciones que giran en torno a un tema común: la rueda. Aprendió de su padre a trabajar la madera, aunque asegura que siente pasión por todos los oficios. “Desde mi niñez me crié en un ambiente en el que mi abuelo era albañil, mi tío zapatero, mi padre con carpintería y herrería donde se elaboraban los aperos de labranza. Desde niño tenía gran habilidad por las manualidades, hasta los juguetes me los fabricaba yo”.

En la actualidad, dispone de todos los útiles necesarios con los que podría montar talleres artesanos de zapatería, herrería y carpintería con la herramienta tradicional. “Es otro sueño que algún día me gustaría ver realizado”. Sus últimos trabajos se vuelcan en una colección de bicicletas y carruajes, “porque desde siempre he sentido una gran pasión por la rueda”.

Asegura que por necesidad se tuvo que encargar de hacer puertas y ventanas, pero “nunca me decían nada, me gustaba el tema de la ebanistería y por eso monté mi taller en la especialidad de torneado de madera”, con la decisión de realizar trabajos más elaborados con los que pudiera desarrollar sus inquietudes artísticas cuando regresara a su pueblo natal de Haría tras pasar una temporada en Gran Canaria.

Contaba ya con 28 años y realizó para otros carpinteros trabajos de pasamanos, escaleras, balcones. Los últimos ocho años los pasó de monitor enseñando el oficio a ocho jóvenes de la localidad en la Escuela Taller con los que restauró el museo sacro y a partir de ahí llegó el momento de la jubilación y con ella la posibilidad de dedicarse de lleno a su verdadera pasión, que se refleja en su colección de bicicletas, con las que le gusta pasearse por el pueblo. Porque todo lo que realiza tiene una utilidad.

En su taller de Haría guarda también una colección de carretillas que ha sacado al patio para la ocasión, todas con su propia historia y origen como la que se usaba para transportar la sal, las que portaban el equipaje en los trenes, o el modelo empleado para enarenar las fincas, proveniente de un modelo que se empleaba en las fábricas de ladrillos de Argentina y que los emigrados trajeron hasta la Isla. También tiene su “capricho” inspirado en un modelo del muelle y que ahora le sirve para cargar las garrafas del supermercado y que se transforma para darle otros muchos usos.

En el garaje guarda un impresionante carruaje que es solo un adelanto del que vendrá después para once personas y del que ya puede enseñar las dos impresionantes ruedas traseras de gran tamaño. “Soñar es lo más barato que hay y tenía la ilusión de fabricar una rueda de grandes dimensiones”. Ahora continuará con el diseño de las delanteras. También cuenta con juegos de bolas elaboradas con jatoba, cuando aún podía entrar en la Isla. Que nada tienen que ver con las sapelli o las de pasta con las que se juega ahora.

Para otras creaciones trabaja con morera, sapelli, vitacola e incluso caoba, que son las que puede conseguir en la Isla. Ha expuesto en El Aljibe en Haría, en el aeropuerto y en diversos espacios públicos donde le llaman para participar con su colección de bicicletas compuesta por siete unidades, todas ellas en perfecto funcionamiento. Ha recreado las tres primeras que se inventaron, como la “draisiana” de 1818 atribuida al inventor alemán Karl Drais sin pedales, o las de estilo victoriano. El resto son más modernas y “que como dice la gente joven he tuneado”.

Ahora trabaja en la realización de una completamente de madera, incluso el bastidor, de la que dice que le va a suponer un gran trabajo por las conexiones. Acompañan a estas creaciones unas patinetas de madera con las que también le gusta recorrer las calles de Haría, sobre todo los sábados coincidiendo con los mercados de artesanía, para los que gusta intercambiar bicicletas en sus paseos y dejarse fotografiar por los transeúntes.

Trabaja en varias piezas a la vez, sin prisas. No calcula el tiempo. Afortunadamente está en un momento de la vida en el que por fin puede crear sus obras artísticas para él mismo, sin necesidad de encargos. “Estoy en una edad en la que quiero disfrutar de mi profesión y no voy a dejar que el dinero estropee esta ilusión”.

“Hoy te puedes recrear y me da lástima ver a los de mi generación que han abandonado la profesión, porque usar las manos es crear y es extraordinario”. Siempre ha contado con el apoyo de la familia, incluso ha contado en casa con un buen aprendiz, su hijo Alberto que aunque ha estudiado Imagen y Sonido, ha sido el artífice de la restauración de la linterna del campanario de la iglesia de San Ginés o la fachada de la casa del párroco de Arrecife.

Entre sus próximos retos está la recreación de un coche clásico de los años 30, del que ya tiene las cinco ruedas, pensando en el detalle de la quinta de repuesto, los sillones y hasta los faros. No sólo da utilidad a sus creaciones, sino que aprovecha viejos utensilios y componentes de máquinas viejas para extraer parte de sus elementos, como el rotor del motor de una lavadora para que las ruedas giren a la perfección.

Del carruaje comenta, por ejemplo, que los bujes pertenecieron al primer camión que hubo en Haría hace más de cien años y que estaban en manos de un vecino al que no pudo convencer para que se los vendiera. Aunque su espera tuvo compensación y pasado el tiempo llegó el momento en el que quiso hacer un pasamanos de madera y ahí fue cuando pudo hacer su intercambio. “Salí ganando”, asegura.

También muestra con orgullo otro detalle que decora el frontal del carro y que encontró en la pared de la herrería de su padre todo envejecido y que recuperó y pulió para poder contar que se trata del perfil de los escalones de una antigua embarcación. Los restos de madera también le permiten hacer sus esculturas.

Todo se aprovecha en el taller de Manuel Perdomo. Comenta que nunca ha sido de libros y que ni siquiera realiza los diseños de sus creaciones que trabaja directamente, pero que no le ha hecho falta para recibir felicitaciones como la de aquel que le comentó tras ver sus piezas: “Esto no solo es artesanía, es dignificar el trabajo”.

En un vistazo rápido a su residencia de Haría se contempla esa pasión por el trabajo bien hecho, la madera decora toda la casa gobernada por una espléndida escalera con la que ascenderá a lo que en un futuro cercano será su salón privado de cine en el que quiere evocar los años de su juventud pasados en Las Palmas de Gran Canaria donde trabajó en el mantenimiento de una sala de cine por las mañanas para convertirse en operador de cine proyectando películas por las tardes.

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