José Luis Asencio, FILÓSOFO, POETA Y COCINERO

“Todos tenemos nuestra palabra que dejar dicha: la vida es esa narración”

Foto: Felipe de la Cruz.
Myriam Ybot 2 COMENTARIOS 07/01/2016 - 07:38

José Luis Asencio es una rara avis en esa tendencia a la especialización instalada desde hace décadas como vía para acceder al mercado de trabajo con garantías. Estudió Filosofía pero, según asegura, «fui cambiando de planes porque me interesaba aprender y unir el rigor de la Academia con el entusiasmo autodidacta». De esa apasionada curiosidad deriva su formación en Política, Ética, Empresa, Guitarra, Hostelería y Recursos Humanos, un bagaje con el que afronta su tercera edición del taller literario «De las emociones, el amor y la poesía».

- Termina en estos días la tercera edición de su taller literario «De las emociones, el amor y la poesía». ¿Encuentra parroquia para la trascendencia literaria en estos tiempos de preocupación por la supervivencia material?

- Pues sí y tengo hasta un club de fans (risas). Gente que está desde el primer año y otros que se han incorporado después. En el fondo todos tenemos una relación con la poesía, que está en las letras de las canciones, en los relatos en prosa, en los pensamientos... Necesitamos el sentido de lo poético para transmitir sentimientos con la fuerza y la ambigüedad de la metáfora. El lenguaje ambiguo, equívoco, singular, nos ayuda a decirnos a nosotros mismos y a transmitir cómo el mundo nos afecta. Todas las personas tenemos nuestra palabra que decir y debemos hacerlo.

- ¿Cómo llegó su interés por la poesía?

- Desde 14 o 15 años he sentido la poesía como mi segunda piel. Llegué a la poesía a través del flamenco y de la profundización en sus raíces. También me dediqué a estudiar guitarra durante varios años, pero un concierto de Paco de Lucía en Los Alcázares de Sevilla me desanimó de seguir por este rumbo. De ahí, del estudio de los poetas, Machado, Lorca, Hernández, y de su vinculación con la filosofía he ido construyendo el tándem en el que me muevo. La poesía es la expresión más pura de la Literatura. Todos podemos escribir, aunque pocos lo hacen bien, entre los que no me encuentro. Escribir es un ejercicio que todos deberíamos practicar porque todos tenemos nuestra palabra que dejar dicha. La vida es esa narración que hacemos, lo que queda en el recuerdo.

- ¿Qué le trajo a Lanzarote?

- Me nacieron en Lebrija (Sevilla) por casualidad, pero he vivido en Jerez y Chipiona. Con 26 años, una cuestión de faldas me mudó a Lanzarote y 30 años después aquí continúo, dedicado a asuntos tan variopintos como la formación en participación ciudadana, los talleres de poesía o la hostelería. Los estudios los he hecho trabajando en la cocina, a ratos, buscando cada minuto libre.

- Como experto en Participación Ciudadana, uno de sus campos de especialización, ¿qué opina de la eclosión de los partidos emergentes?

- Me parece muy bien lo ocurrido, ha sido algo decisivo para nuestra sociedad. La Democracia nos supone un problema en la medida en que nos obliga a entendernos con los que no piensan como nosotros. En el punto crítico en el que estábamos, las costuras tenían que estallar por algún sitio. Luego están los corsés, la tradición, las costumbres, que dificultan los cambios. La ruptura no será traumática sino progresiva, pero el Estado no puede permitir que las personas sufran. Cada individuo debe construir la felicidad a su manera, pero sin trabas. Garantizar el acceso a la educación, a la mitigación del dolor y la enfermedad y cierta estabilidad es algo necesario. La incertidumbre de la guerra, el calentamiento global, el terrorismo, la falta de trabajo, nos genera un miedo enorme. Y la irrupción de estos partidos incorpora un elemento de esperanza que hacía falta.

- Desde punto de vista filosófico, cómo se entiende este eterno tropezar con la misma piedra de la corrupción, el abuso, el engaño, la violencia...

- Decía Aranguren que en la violencia se está y hay que salir de ella. Como humanos construimos o escapamos de las situaciones. No creo que la Humanidad tropiece con la misma piedra porque nunca vivimos la misma situación, pero en nuestra necesidad de explicar buscamos analogías. Como tampoco creo que haya un progreso más allá de los avances tecnológicos, que nos llevan a interactuar con el medio que nos rodea de una u otra manera. El ser humano nace como ser simbólico con el primer grito de desesperación o alegría y muere con el último grito de desesperación o alegría. Ahí no hay progreso.

- Pero parece innegable que la sociedad ha dado pasos significativos a lo largo de la Historia...

- Como sociedad, hemos generado avances científicos o técnicos, descubrimientos que nos permiten cierta liberación. Podríamos hablar de hitos, como el reconocimiento de los Derechos Humanos, la utopía más loable que nos hemos planteado. La Democracia griega o el Renacimiento son otros de esos hitos históricos de la Humanidad. El mundo dentro de cien años construirá un ser humano mediado por los avances tecnológicos y científicos, que se relacionará con el entorno en función de los mismos, pero en esencia será el mismo que es hoy. La tendencia a que sea lo loable lo que predomine hay que esforzarse por conseguirla, no es algo que nazca con nosotros.

- Política, poesía, filosofía, música, cocina... ¿El tocar tantos palos es consecuencia de la curiosidad o de la necesidad?

- De la curiosidad, indudablemente. Sigo maravillándome cada vez que descubro cualquier frase, cualquier pensamiento, cualquier idea, que explique, que justifique las cosas que pasan. Cuando descubro algo así me siento gozoso, es como si el brillo del momento me iluminara. Me gustaría saber mucho de muchas más cosas, de bioética, neurociencia o neuroética como complemento a la poesía, la filosofía y la ética, que no se olvidan ni de las emociones y los sentimientos, ni por supuesto de la ciencia. La ciencia es el martillo y la ética lo que te dice qué uso vas a hacer de él. Porque no todo vale.

- Intervino en el último Congreso de Gestión del Talento organizado por la UNED con una ponencia sobre Ética. ¿Cómo fue la experiencia?

- Tengo un impulso por hacer las cosas bien y por eso sufro mucho. Muchas veces recuerdo a León Felipe, que decía que le pesaba la pluma como una azada. Necesito que mis palabras estén respaldadas por razonamientos, por argumentos que las sustancien. Y más en este momento en el que las opiniones campan de esa manera enlatada, que la abres y la haces tuya, irreflexivas, tópicas y banales, muchas de ellas. Por eso me da pánico y por eso presto atención y me ocupo y me preocupo por hacer las cosas bien, un trabajo que resulta agotador.

Comentarios

Como siempre, sigues dejándome sin palabras cada vez te expresas.
Zzzzzz...

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