“¿Sabes, Lanzarote, lo que puede significar tu muerte? Si te mueres, será ya para siempre, siendo imposible recuperar tu vida”. Así comienza el manifiesto ¡Salvemos la isla de Lanzarote!, redactado por César Manrique en 1986 y que acaba de editar la Fundación César Manrique con motivo del centenario de su nacimiento. Estos son algunos extractos del manifiesto, que denunciaba y alertaba de la proliferación de la construcción.

“La paradoja de la reciente historia de nuestra querida Isla es digna de un minucioso estudio como ejemplo de primitiva y egoísta barbarie. El enorme éxito de Lanzarote ha sido claro y transparente, debido al nivel de estilo y limpieza de lo que se ha realizado. Ante este evidente hecho de riqueza, lo lógico y elemental sería seguir la línea marcada para continuar enriqueciendo la vida en la Isla, su progresión cultural y bienestar social, alcanzando un alto nivel de vida-cultura”, señalaba César.

“Pero ante la panorámica de un desbordante egoísmo destructivo que se cierne sobre la Isla por parte de especuladores estúpidos y brutales y el irracional sentido del progreso de empresas estatales como Unelco y Telefónica, todo ello amparado en leyes arcaicas sobre el suelo y energía que les permiten actuar con total impunidad, nosotros, los nacidos en tu tierra; los que sabemos de tu magia, de tu sabiduría, de tu importante vulcanología, de tu revolucionaria estética; los que hemos luchado por salvarte de tu sometido olvido histórico y de la pobreza que siempre tuviste, hoy empezamos a temblar de miedo al observar cómo te destruyen y masifican”, añadía.

César continuaba denunciando la impotencia de las denuncias ante “la avaricia histérica de los especuladores y la falta de decisión de las autoridades, que permiten y, a veces, estimulan la destrucción irreversible de una Isla que podría ser una de las de mayor prestigio y belleza de este planeta”. Se queja del abandono institucional y cita el trabajo de José Ramírez Cerdá y Antonio Álvarez como presidente y vicepresidente del Cabildo y de su trabajo “para que sus propios habitantes se dieran cuenta de que Lanzarote era hermosa”.

Habla de las dificultades iniciales: “En un principio, ya suponía un atrevimiento la programación utópica que se estaba tramando, calificada de locura, aunque estaba absolutamente seguro de llevar mis ideas a feliz término” y muestra la fórmula de “aplicar el arte a la vida”. Por eso, señala que en Lanzarote se ha logrado el nacimiento de un nuevo concepto estético y la “repercusión internacional que ha supuesto lo realizado en la Isla” que, por otra parte, “no se ha entendido del todo”.

Dice que “se está borrando con paso imparable aquel espacio lleno de serenidad y atractivo, invadiéndolo y congestionándolo a un ritmo que puede destrozar, en muy poco tiempo, su luminoso futuro, dejando escapar la oportunidad histórica de algo tan enormemente difícil y caro como es conseguir la imagen y prestigio que hoy tiene”.

Se refería a que es necesaria una inteligente planificación” para “parar urgentemente la irracionalidad de su caótico crecimiento”. Aseguraba que la Isla ya estaba tocando techo, desbordada en el número de automóviles y turistas. En este sentido, conviene destacar que cuando César Manrique editó este manifiesto, en 1986, llegaron como turistas a la Isla menos de medio millón de personas, una sexta parte de los que lo hicieron el año pasado.

“Ahora resulta que, después de preparar con tantos sacrificios irrepetibles una serie de atractivos únicos en el mundo y de colocar la isla en un pedestal de prestigio, aparecen como buitres una colección variopinta, cada día más numerosa, de especuladores que llegan a límites insospechados de inmoralidad, con un nervioso histerismo especulativo ante la papa dulce que supone tener la ganga servida gratuitamente en bandeja de oro debido a todos los valores realizados con gran imaginación y trabajo de los lanzaroteños”, continúa, y habla de construcciones vulgares, de la peor calidad, “con el solo propósito de vender para hacer un negocio a la mayor urgencia”.

“La progresión geométrica con que cada día aumenta el número de visitantes va en razón directa del deterioro, degradación y suciedad del medio ambiente”, señala. “Hoy ya, después de un tiempo y con la llegada del nuevo mensaje especulativo vulgar y comercialista, todo nuestro hermoso trabajo se ha derrumbado”, decía el manifiesto, que atacaba especialmente a las empresas Unelco y Telefónica que “no han dejado un solo palmo de terreno de nuestra querida Lanzarote, ni de su arquitectura popular limpia y bella en campos y pueblos sin masacrar”.

Fernando Gómez Aguilera, con el manifiesto. Foto: De la Hoz.

“Suburbio turístico”

“Lanzarote se está convirtiendo en un suburbio turístico. Lo que no podemos comprender, teniendo la experiencia que supusieron los grandes fracasos urbanísticos en toda la costa del Mediterráneo, es que las autoridades sigan tolerando toda esta destrucción irreversible del futuro. La solución está en manos del propio Gobierno autónomo, y ahí queda su gran responsabilidad, para que luego no se rasguen las vestiduras cuando ya sea demasiado tarde. No permitamos que el afán de lucro y las malas intenciones de los especuladores hagan de nuestro entorno un infierno estándar y masificado que destroce nuestro brillante futuro”, decía.

Y concluye: “Con esta fecha que hoy anoto quiero hacer constar mi denuncia ante el caos urbanístico y las barbaries arquitectónicas que se están cometiendo, quiero dejar clara mi actitud y mi conducta con respecto a lo realizado por los lanzaroteños y todo lo creado por mí en la isla, sin que se pueda pensar en una posible indolencia”.